GATILLO FÁCIL

Se fijó fecha para la indagatoria a los policías que mataron a Gabriel Gusmán

16/08/2022

Los policías Diego Ibalo y Rodrigo Molina deberán comparecer el 2 de septiembre para prestar declaración de imputados en la causa donde se investiga el homicidio de Gabriel Gusmán, ocurrido hace casi cuatro años en el barrió Capibá. Se trata de una causa impulsada por la querella privada y sin intervención del Ministerio Público Fiscal.

Se fijó fecha para la indagatoria a los policías que mataron a Gabriel Gusmán

Juan Cruz Varela
De la Redacción de Página Judicial

 

El día clave es el 2 de septiembre. Una jueza de garantías y dos abogados particulares indagarán a los policías Diego Sebastián Ibalo y Oscar Rodrigo Molina, ambos imputados por el homicidio de Gabriel Gusmán, ocurrido hace casi cuatro años.

Gabriel Gusmán, de 19 años, fue asesinado el 25 de septiembre de 2018, en el barrio Capibá, en la zona sur de la ciudad de Paraná, de un balazo en la nuca durante operativo policial. La familia y los organismos de derechos humanos no dudan en calificar el hecho como gatillo fácil; pero el Ministerio Público Fiscal consideró que los policías habían actuado en legítima defensa y archivaron la causa.

La causa tomó un rumbo atípico cuando los abogados querellantes, que representan a la familia del joven, decidieron continuar la investigación por su cuenta, en forma autónoma y con el control de un Juez de Garantías.

La jueza Elisa Zilli decidió citar a los policías Ibalo y Molina a prestar declaración de imputados para el 2 de septiembre, tal como lo reclamaba la querella que representan los abogados Ana Lucía Tejera y José Iparraguirre.

Los querellantes adelantaron que acusarán a los policías por el delito de homicidio agravado por su condición de funcionarios públicos, por alevosía y por el uso de arma de fuego, que prevé como única pena posible la prisión perpetua.

Los abogados defensores Miguel Cullen y Daniel Rosatelli sostienen la hipótesis de que los policías actuaron en legítima defensa ante el riesgo que suponía el hecho de que Gusmán estaba armado y apuntándoles; y adelantaron que si la causa avanza hasta una instancia de juicio oral pedirán que sean juzgados por un jurado popular.

Dudas, muchas dudas

Gabriel Gusmán, de 19 años, fue asesinado el 25 de septiembre de 2018. Ese día, alrededor del mediodía, la Policía intervino a raíz de una pelea entre vecinos del barrio Capibá, en la zona sur de la ciudad de Paraná. Molina e Ibalo arribaron a bordo de un patrullero con las sirenas encendidas e inmediatamente los grupos se dispersaron. Gusmán también lo hizo. Los testigos coinciden en que estaba armado y que huyó corriendo por un descampado hasta meterse en un terreno baldío.

Los testimonios recogidos durante la investigación penal preparatoria que en su momento llevaron adelante los fiscales Juan Francisco Ramírez Montrull y Gonzalo Badano distinguen el enfrentamiento entre las dos bandas antagónicas de la persecución policial posterior.

En medio de la persecución, algunos testigos aseguran que cuando Gabriel Gusmán llegó hasta el descampado lo vieron detenerse, levantar las manos y llevarlas a la cabeza en señal inequívoca de rendición. Dos de ellos cuentan que en ese momento, el policía al que describen como “el más bajito y morocho”, que sería Molina, se bajó del patrullero, corrió, se afirmó sobre un poste ubicado en el lado izquierdo del terreno, apoyó una rodilla en el piso como en posición de tiro, apuntó y disparó. Una pericia realizada por Gendarmería confirmó que la vaina servida que se localizó en cercanías del lugar donde se efectuó el disparo pertenece al arma que se le atribuye a Molina.

Otros sostienen que en su huida Gusmán efectuó disparos contra el móvil policial y desoyó la voz de alto. Tres tiros, dijo una testigo; cuatro, cinco y hasta seis, dijeron otros; algunos hasta dijeron que corría hacia atrás, apuntando y disparando contra los policías que lo perseguían; y uno llegó a decir que el joven iba recargando el arma mientras corría. Hasta que llegaron al baldío, donde recibió la voz de alto, pero en lugar de detenerse apuntó contra los policías, que dispararon ante el riesgo inminente de que el joven lo hiciera primero.

Una pericia de Gendarmería concluyó que “el disparo fue realizado estando Gusmán de espaldas al tirador”, a una distancia aproximada de 49,26 metros, y “se descarta que al momento de recibir el impacto del proyectil en el cráneo estuviese agachado” sino que el cuerpo estaba en movimiento perpendicular al piso.

También determinó que la vaina servida que se localizó en cercanías del lugar donde se efectuó el disparo pertenece al arma que se le atribuye a Molina. Los fiscales, en cambio, creen que el autor del disparo pudo haber sido Ibalo, y se apoyan en un mensaje de audio que envió una o dos horas después del hecho en el que, entre sollozos, le dice a otra persona: “Se la pegué, Negra; se la pegué”.

Hay, además, varios interrogantes. En las manos de Gabriel Gusmán no se encontraron rastros de pólvora. Tampoco se detectaron residuos de pólvora en las mangas de las camisas que llevaban puestas los policías en el momento del hecho y el arma que portaba Molina no presentaba restos de deflagración de pólvora. ¿Cómo es eso posible? Es una pregunta que no respondieron los fiscales –que decidieron archivar la causa y luego se resistieron lo más que pudieron a que la querella continuara con la investigación– y es parte del camino que ahora buscarán desandar los querellantes.