GATILLO FÁCIL

Cómo los fiscales decretaron la impunidad para los policías que mataron a Gabriel Gusmán

05/11/2020

La resolución a través de la cual se dispuso el archivo provisorio de la investigación por el homicidio de Gabriel Gusmán deja una sensación de injusticia. Los fiscales dejan entrever que no han podido determinar quién efectuó el disparo y admiten que hace años han dejado de funcionar los cursos de capacitación para las fuerzas de seguridad. Una interpretación amañada de las pruebas da cuerpo a esta crónica de la impunidad.

Cómo los fiscales decretaron la impunidad para los policías que mataron a Gabriel Gusmán

Juan Cruz Varela
De la Redacción de Página Judicial

 

El Ministerio Público Fiscal dispuso un archivo provisorio (sic) de la investigación por el homicidio de Gabriel Gusmán; y la resolución abre un mar de interrogantes sobre los motivos por los cuales las causas por violencia institucional, y especialmente aquellas que tienen como protagonistas a policías provinciales, no avanzan en Paraná como sí en otras localidades o por qué se garantiza la impunidad en la capital provincial.

Los fiscales Juan Francisco Ramírez Montrull y Gonzalo Badano decretaron el archivo provisorio de la causa y exculparon a los policías Rodrigo Molina y Diego Sebastián Íbalo porque dicen no haber encontrado elementos que probasen un accionar por fuera de la ley. Dejan entrever incluso que ni siquiera se ha determinado quién efectuó el disparo que mató al joven.

Los representantes del Ministerio Público Fiscal justificaron su resolución en que aquel día los policías arribaron al barrio Capibá para repeler un enfrentamiento y “estaban siendo víctimas de disparos hacia su integridad física, cuyas vidas se encontraban en riesgo”, por lo tanto, actuaron en una situación de legítima defensa.

Lo más grave, sin embargo, es que los fiscales naturalizan sin reparos que los policías entrerrianos no tienen capacitación y que por falta de recursos desde hace años han dejado de funcionar los cursos de formación para los agentes de las fuerzas de seguridad.

La reconstrucción del hecho

El 25 de septiembre de 2018, en horas del mediodía, la Policía intervino a raíz de una pelea entre vecinos del barrio Capibá, en la zona sur de la ciudad de Paraná. Molina e Íbalo arribaron en un patrullero con las sirenas encendidas e inmediatamente los grupos se dispersaron. Gabriel Gusmán también lo hizo. Los testigos coinciden en que estaba armado y que huyó corriendo por un descampado hasta meterse en un terreno baldío.

Los fiscales dieron credibilidad a quienes sostienen que en su huida Gusmán efectuó disparos contra el móvil policial y desoyó la voz de alto. Tres tiros, dijo una testigo; cuatro, cinco y hasta seis, dijeron otros; algunos dicen que corría hacia atrás, apuntando y disparando contra los policías que lo perseguían; y uno llegó a decir que el joven iba recargando el arma mientras corría (¡!). Hasta que llegaron al baldío, donde Gusmán recibió la voz de alto, pero en lugar de detenerse apuntó contra los policías, que dispararon ante el riesgo inminente de que el joven lo hiciera primero.

“Los funcionarios estaban siendo víctimas de disparos hacia su integridad física, cuyas vidas se encontraban en riesgo debido a que eran atacados por un medio apto para ocasionar la muerte como es un arma de fuego calificada como arma de guerra con alto poder vulnerante (…) Por lo tanto al existir una agresión ilegítima y actual por parte de Gusmán, y una falta de provocación suficiente por parte de los funcionarios, es posible afirmar que los agentes policiales se encontraban ante una situación de legítima defensa, y por lo tanto habilitados a realizar actos defensivos”, señalaron los fiscales.

En cambio, descartan los fiscales aquellos testimonios que indican que al momento de recibir el impacto el joven se había detenido y tenía los brazos en alto; insisten en que “el contexto de agresión en el cual se encontraban inmersos los funcionarios nunca cesó, atento a que Gusmán seguía con el arma en su poder, se giraba y apuntaba hacia ellos, e incluso disparaba hacia ellos” y “el impacto Gusmán lo recibe inmediatamente después de efectuar un disparo con su arma contra los funcionarios”.

Las pruebas contradicen a los testigos. Una pericia de Gendarmería, encargada por los propios fiscales Ramírez Montrull y Badano, concluyó que “el disparo fue realizado estando Gusmán de espaldas al tirador”, a una distancia aproximada de 49,26 metros, y “se descarta que al momento de recibir el impacto del proyectil en el cráneo estuviese agachado” sino que el cuerpo estaba en movimiento perpendicular al piso, lo que explica las lesiones en el hombro derecho y en ambas rodillas, producidas por la caída.

El arma que llevaba Gabriel Gusmán tenía tres proyectiles y en el bolsillo del pantalón que vestía el joven se encontraron otros seis; de lo cual debe concluirse que había efectuado tres disparos. Pero no se encontraron restos de pólvora en sus manos. ¿Disparó el arma? Los testigos coinciden en que sí, algunos dicen que efectuó dos disparos contra las personas con las que mantenía una disputa y se recogió una vaina en el baldío donde cayó muerto, lo que lleva a pensar que pudo haber efectuado un tercer disparo en su huída. Que no presentara restos de pólvora en sus manos obedece a que los peritos de la División Crimninalística de la Policía que recolectaron las muestras utilizaron un tipo de cinta adhesiva que enmascara las partículas y produce falsos negativos.

Tampoco se detectaron residuos de pólvora en las mangas de las camisas que llevaban puestas los policías en el momento del hecho y el arma que portaba Molina no presentaba restos de deflagración de pólvora. Nada dicen de esto los fiscales.

También desecharon los fiscales aquellos testimonios que describen la persecución e indican que Gusmán corría y los policías lo perseguían en el móvil, hasta llegar al terreno baldío en que detienen la marcha, bajan del vehículo y se parapetan detrás de las puertas. En ese momento, el que describen como “el más bajito y morocho”, que sería Molina, se afirmó sobre un poste ubicado en el lado izquierdo del terreno, apoyó una rodilla en el piso como en posición de tiro, apuntó y disparó.

Una pericia realizada por Gendarmería refuerza esos testimonios porque confirma que la vaina servida que se localizó en cercanías del lugar donde se efectuó el disparo pertenece al arma que se le atribuye a Molina.

Sin embargo, los fiscales dejan entrever que el autor del disparo pudo haber sido Íbalo y se apoyan en un mensaje de audio que envió una o dos horas después del hecho en el que, entre sollozos, le dice a otra persona: “Se la pegué, Negra; se la pegué”.

Cabe preguntarse si el Ministerio Público Fiscal al menos pudo determinar quién fue el autor del disparo que mató a Gabriel Gusmán. Nada dice la resolución que dispone el archivo de la causa.

Entre la vida y la muerte, el azar

Otra pericia de Gendarmería determinó que al momento de recibir el disparo Gusmán estaba a casi cincuenta metros de distancia de los policías, con el cuerpo en movimiento perpendicular al piso. “Es extremadamente difícil darle a un blanco inanimado a esa distancia, más aún si está en movimiento”, dicen los fiscales, citando al jefe de la División Scopometría de la Dirección Criminalística de la Policía de Entre Ríos, Iván Berón, que es técnico en balística y papiloscopía egresado de la Universidad Autónoma de Entre Ríos (Uader). “El impactar un disparo en la cabeza es azaroso”, agregan.

Pero es interesante volver sobre el testimonio de Berón y desglosar esa declaración porque asegura que al momento de efectuar un disparo a un cuerpo en movimiento y a una distancia considerable se debe tener en cuenta “el terreno, el entorno, la balística, el arma, el movimiento giroscópico, la dispersión” y los policías entrerrianos, ya no solo Molina e Íbalo, “no están preparados para un combate a esa distancia, debido a que no se trata de un combate urbano, los cuales son hasta quince metros y los polígonos de práctica son hasta veintidós metros” y agregó que “hasta el simple acto de respirar puede generar en el operador una desviación, máxime en una situación in extremis, con mucha adrenalina en donde el terreno y el entorno no son amigables”.

“En esas circunstancias hacer todos esos cálculos para impactar en la cabeza es imposible, por lo complejo de la situación, y además porque varía el disparo, por el arma, las condiciones de la misma, la carga, la cartuchería, si quema más o menos pólvora, si el terreno es llano o no, si el entorno es corriendo en un lugar liso o llano, el viento, la humedad, la temperatura, si el entorno es amigable o no. Todo esto complica la posibilidad de dar en el blanco. También la respiración, los nervios y la preparación. La preparación también influye, es una distancia extraordinaria, porque lo ordinario es el combate urbano. En cuanto a las capacitaciones, por una cuestión de recursos, no se hacen, dejaron de funcionar hace muchos años”, señalaron los fiscales, haciendo suyas las palabras del jefe de la División Scopometría de la Policía de Entre Ríos.

Otra vez: “Las capacitaciones, por una cuestión de recursos, no se hacen, dejaron de funcionar hace muchos años”. ¿Qué dirán el Jefe de Policía o la Ministra de Gobierno?

Por lo pronto, los fiscales dicen que “a partir de lo expuesto, puede concluirse que así como el disparo impactó en la cabeza, podría haber impactado en cualquier otra zona del cuerpo no vital, e incluso las mayores probabilidades eran que no hubiera impactado sobre parte alguna del cuerpo de Gusmán”. El azar.

La decisión que exculpa a los policías deja una sensación de injusticia; pero la revelación de que policías sin preparación ni capacitación estarán otra vez en la calle con las armas cargadas causa escalofríos.