DERECHOS HUMANOS

Comenzó el juicio a un ex policía federal por encubrir el homicidio de Coco Erbetta

08/02/2022

El ex policía federal Emilio Romero está acusado por el encubrimiento del homicidio de Victorio José Ramón Erbetta, desaparecido durante la última dictadura. El represor se abstuvo de declarar. Sin embargo, en 1986 declaró ante un tribunal militar y admitió haber participado de un procedimiento en el que se fraguó la fuga del militante popular.

Comenzó el juicio a un ex policía federal por encubrir el homicidio de Coco Erbetta

Juan Cruz Varela
De la Redacción de Página Judicial

 

El juicio que acaba de comenzar tiene sabor a poco. El ex policía federal Emilio Romero está sentado en el banquillo acusado por el delito de encubrimiento por haber participado en el simulacro de fuga de Victorio José Ramón Erbetta, desaparecido durante la última dictadura cívico-militar.

El juicio comenzó este martes, a cargo del juez Daniel Edgardo Alonso. Está previsto que declaren cinco ex detenidos políticos que compartieron cautiverio con Erbetta en los cuarteles del ejército.

De hecho, no habrá querella de los organismos de derechos humanos, aunque el Registro Único de la Verdad, a través del coordinador Marcelo Boeykens, interviene como amicus curiae, una figura poco habitual en los procesos por delitos de la dictadura, que le permite ofrecer voluntariamente su opinión a fin de colaborar en el proceso. El propio Boeykens explicó que la decisión de no participar como querellantes se tomó porque disienten “con la decisión de realizar un juicio contra un solo imputado, por una sola víctima y por un delito menor. Es algo que desvirtúa la magnitud de lo que significó el plan sistemático de represión ilegal”, aseveró.

Es que Romero será sometido a un juicio correccional, inédito en los procesos por delitos de lesa humanidad, ya que el delito que se le imputa tiene una pena inferior a los tres años de prisión.

Romero, de 75 años, está acusado por el delito de encubrimiento, como una de las personas que participó del procedimiento que culminó con el simulacro de fuga de Coco Erbetta. El ex policía federal estuvo presente en la sala de audiencias, asistido por Humberto Franchi como defensor, y se abstuvo de declarar, como lo ha hecho durante todo el proceso.

Erbetta fue secuestrado el 13 de agosto de 1976. Cerca de las ocho de la noche, policías federales vestidos de civil se lo llevaron del edificio donde actualmente funciona la Facultad de Ciencias Económicas, en calle Urquiza, entre La Rioja y Ferré. Uno de ellos fue reconocido como Cosme Ignacio Marino Demonte, que vestía saco azul y pantalón gris; otro era un hombre de unos 45 años, que llevaba un ambo de color beige; y el otro llevaba saco y corbata. Así lo ratificó un testigo de aquel episodio que declaró este martes ante el juez Alonso. Según dijo, los policías se entrevistaron con el ingeniero Carlos Demiryi, secretario académico de la facultad, y pidieron por Erbetta. La secretaria Marta Escalada salió a buscarlo y, tras preguntar a varios estudiantes, lo encontró en la cantina. Una vez en la oficina, lo pusieron contra la pared y palparon de armas. Luego lo sacaron por donde habían entrado, lo subieron a un patrullero y partieron por calle Gualeguay (actualmente Illia) hacia calle 25 de Mayo.

Paralelamente al procedimiento en la facultad, una patota del Ejército realizaba un allanamiento en la casa donde Coco vivía con su madre María Cristina Portillo y sus hermanas.

De acuerdo con la reconstrucción que se ha hecho en estos años, Erbetta pasó unas horas en la sede de la Policía Federal y al otro día fue trasladado al Escuadrón de Comunicaciones del Ejército, donde fue torturado hasta la muerte.

En diciembre de 2015, Demonte fue condenado por el secuestro y homicidio de Erbetta, pero en aquel momento el juez Leandro Ríos también dispuso continuar las investigaciones para determinar la responsabilidad de otras personas que pudieran haber participado en el hecho.

La fuga que no fue

El entonces oficial inspector Emilio Romero prestó servicios en Paraná entre el año 1971 y el 3 de enero de 1977. Fue trasladado a Capital Federal a los pocos meses de la desaparición de Erbetta.

El 24 de agosto de 1976, cerca de las nueve de la noche, tres detenidos dijeron haber sido sacados de los calabozos con los ojos vendados con cinta plástica y las manos atadas con alambres. Luis Alberto D’Elía e Hipólito Luis Muñoz fueron subidos en un furgón que conducía Romero, según él mismo lo reconoció ante la instrucción militar; mientras que Julia Raquel Leones fue cargada en un Ford Falcon con otra persona que le dijeron que era Erbetta y al mando del comisario Osvaldo Luis Conde. Los habían recibido, según dijo, “en la zona de cuarteles de autoridad militar”

Los secuestrados refieren que dieron vueltas durante varios minutos y Julia cuenta que en un momento, la persona que iba a su lado cayó del vehículo.

–Se escapa, se escapa –les escuchó decir a sus verdugos, mientras disparaban.

Romero nunca declaró ante la justicia federal. Pero el 19 de febrero de 1986 lo hizo como “testigo” ante un juez de instrucción militar. En esa ocasión dijo que “en una oportunidad, en uno de los traslados se escapó un detenido de uno de los vehículos en que era conducido, lo cual motivó una persecución y se realizaron algunos disparos de armas de fuego”. También dijo que él iba en el otro vehículo y que permaneció dentro del automóvil “como medida de seguridad” para los otros secuestrados.

El policía dijo entonces no recordar los detalles ni los nombres de quienes participaron del operativo, y solo mencionó el nombre de Conde. Pero sí se acordaba de que en un momento “se detuvo la marcha de la comisión de traslado, circunstancia que fue aprovechada por el detenido para escapar” y creía que la “detención” del vehículo se produjo “por el cruce de un vehículo, que bien pudo ser intencional, circunstancia esta corroborada por el hecho de que el detenido se dio a la fuga y no pudo ser localizado en las inmediaciones del lugar, próximo al cruce de vías”. Erbetta está desaparecido, pero Romero sugirió en 1986 que alguien había facilitado su fuga.

La pregunta entonces del juez de instrucción militar fue cómo hizo para fugarse un prisionero estando esposado, y la respuesta, ensayada y calcada a la que dieron otros represores fue que “el hecho de hallarse esposado con las manos hacia adelante no impide a los detenidos correr o movilizarse”.