DERECHOS HUMANOS

Pidieron condenar al ex policía Carvallo por secuestro y torturas

14/10/2020

El ex policía provincial fue acusado por el secuestro y aplicación de torturas a un detenido político durante la última dictadura cívico-militar. Los abogados de la víctima pidieron que sea condenado a 21 años de prisión; mientras que la fiscalía solicitó que se le imponga una pena de 11 años de cárcel. Su defensa invocó la obediencia debida y pidió la absolución.

Pidieron condenar al ex policía Carvallo por secuestro y torturas

Juan Cruz Varela
De la Redacción de Página Judicial

 

“Carlos Luis Carvallo fue parte integrante de las patotas que la Policía de Entre Ríos puso a disposición del plan sistemático y tuvo directa relación con el secuestro y las torturas de Manuel Ramat”.

Así definieron los querellantes Marcelo Boeykens, Ana Lucía Tejera y Sofía Uranga el rol del ex policía en el esquema de represión ilegal que funcionó en la ciudad de Paraná durante la última dictadura cívico-militar.

Carvallo era oficial ayudante de la Dirección Investigaciones de la Jefatura Departamental Paraná de la Policía y participó de operativos de secuestros y tortura de personas. También operó como personal civil de inteligencia del Batallón 601, con funciones en el Destacamento 122, con sede en Santa Fe pero que extendía su jurisdicción a Paraná. Su rol como espía era el de “agente de reunión”, es decir, alguien que se infiltraba las organizaciones sociales para recabar información que luego transmitía a los militares.

En la audiencia que se desarrolló en forma virtual y con un tiempo de exposición acotado para las partes, los querellantes solicitaron que Carvallo sea condenado a 21 años de prisión por los delitos de privación ilegítima de la libertad cometida por un funcionario público, con abuso de sus funciones, sin las formalidades previstas por la ley, por mediar amenazas y por haber durado más de un mes; e imposición de tormentos, agravado por la condición de perseguido político de la víctima. En el alegato enfatizaron que se trata de delitos de lesa humanidad y cometidos “en el marco del segundo genocidio nacional”.

El fiscal Carlos García Escalada formuló una acusación por los mismos delitos –a excepción por la condición de perseguido político de la víctima y la extensión en el tiempo del cautiverio– y solicitó que Carvallo sea condenado a 11 años de prisión.

La defensora Corina Beisel, por su parte, pidió la absolución del represor por el beneficio de la duda. “Quedan muchas dudas sobre si Carvallo fue el autor de esos daños, dolores, tormentos, privación ilegítima de la libertad”, sostuvo. Además, invocó la ley de obediencia debida –que establece que los subordinados se limitan a obedecer las órdenes emanadas de sus superiores– y la insubsistencia de la acción penal, es decir, que se extendieron los plazos razonables en la tramitación del proceso por haber pasado más de cuarenta años de cometidos los delitos. No hizo alusión, sin embargo, a que Carvallo estuvo prófugo durante casi cinco años cuando se dictó la orden de detención.

El interrogador de El Brete

Manuel Ramat, ex detenido político, contó en sede judicial que en junio de 1976, unos días después del crimen de su hermano en la localidad bonaerense de Campana, personas vestidas de civil, pero pertenecientes a la Dirección Investigaciones de la Policía de Entre Ríos, realizaron un operativo en la casa de sus padres en Paraná. Uno de ellos se presentó como “Carvallo” y el otro, que dirigía el procedimiento, dijo ser de apellido Ojeda.

Tres meses después, el 30 de septiembre del mismo año, en horas del mediodía, Carvallo se apareció nuevamente en la casa de Ramat, aunque esta vez dijo que lo buscaba para que le hiciera un trabajo de electricidad. Cuando le contestaron que no estaba, el policía pateó la puerta, ingresó violentamente a la vivienda, amenazó a los familiares del militante político y se sentó a esperarlo en el living. Como no llegó, al cabo de unas horas, se fue.

Ramat, que por esos días efectivamente estaba haciendo changas como electricista, se presentó unas horas después en la Jefatura Central de Policía, acompañado por el abogado Eduardo Solari. Allí lo recibió un comisario José Escobar, quien le indicó que debía esperar a Carvallo. Cuando éste llegó a buscarlo, junto con un chofer, lo hicieron subir a un Ford Falcon y marcharon como si se dirigieran a Santa Fe. Ramat iba en el asiento trasero, sin esposas, sin capucha y con su documento en el bolsillo. Hasta que a la altura de Colastiné Sur el automóvil dio la vuelta en una arboleda y se detuvo; lo hicieron bajar, lo esposaron, le pusieron una capucha y lo metieron en el baúl bajo amenazas; y entonces el vehículo viró hasta la Comisaría de El Brete, donde Ramat permaneció durante 45 días.

Según dijo, fue sometido a interrogatorios bajo amenazas, golpes, puntapiés y torturas con picana eléctrica en el sótano de la sede policial, y fue obligado a escuchar cómo torturaban a Luis Sotera, que también estaba secuestrado allí.

El objetivo de esas torturas era arrancarle algún tipo de confesión que sirviera de fundamento para el Consejo de Guerra al que fue sometido en enero de 1977 y que terminó con la condena de Ramat a catorce años y seis meses de prisión.

En el período en que permaneció en la Comisaría de El Brete fue sometido a tormentos que consistían en aplicarle corriente eléctrica por su cuerpo, golpes y amenazas en el sótano que existía en el lugar; y fue conducido en tres oportunidades hasta la casa de torturas que funcionaba en cercanías de la Base Aérea.

No pudo identificar a sus verdugos, salvo el caso de Carvallo, que se jactaba de haber recibido capacitación de los militares sobre torturas e interrogatorios desde principios de 1975, según dijo. Lo señaló como uno de los interrogadores.

Estos datos aparecen incluso en el legajo personal de Carvallo, donde consta un reconocimiento por su tarea durante la llamada “lucha contra la subversión”. En octubre de 1975, por ejemplo, participó de un operativo en el que se secuestró material ideológico (sic) y fueron detenidas varias personas, por lo cual recibió una felicitación “por su extraordinaria dedicación, energía y serenidad, como también por el espíritu puesto de manifiesto”. También figura que el 31 de agosto de 1976 cursó satisfactoriamente un curso en el Centro de Instrucción Contrasubversivo, dictado por la Policía Federal.

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