NARCOTRÁFICO

La hipótesis de Bordeira sobre los “Nachos”

09/12/2019

La ex policía provincial contó ante el tribunal oral que una mujer con la que comparte pabellón le aseguró que era una de las personas mencionadas en los cuadernos de Luciana Lemos. Quién es esa mujer y qué relación tiene con la causa.

La hipótesis de Bordeira sobre los “Nachos”

Juan Cruz Varela
De la Redacción de Página Judicial

 

El hallazgo de cuadernos con anotaciones manuscritas de Luciana Lemos significó un vuelco en la investigación y robusteció la hipótesis que tenían los investigadores sobre supuestos vínculos entre funcionarios municipales en actividades de narcotráfico.

Luciana Lemos, ex pareja de Daniel Celis, llevaba la contabilidad de la organización en cuadernos donde consignaba las operaciones de compra y venta de cocaína; allí aparecen funcionarios municipales por sus apellidos y otras personas mencionadas por apodos; y también constan pagos que habría recibido la organización asentados en forma genérica como “Muni”, “Municipal” o “Municipio”.

En un cuaderno, aparecieron los nombres de Griselda Bordeira, Sergio Varisco, Pablo Hernández y Emanuel Gainza, cada uno seguido de una letra enmarcada con un círculo y una operación aritmética que sugiere acciones de venta de cocaína que habría hecho Lemos. En el caso del intendente aparece identificado como “Nacho”.

Los abogados del jefe comunal han sido insistentes en aseverar que “Nacho” es otra persona y ahora Bordeira esbozó otra hipótesis sobre su identidad: dijo que una noche, estando en prisión, vio en televisión una hoja de las anotaciones y una compañera de pabellón reconoció los valores consignados por Lemos y le aseguró que “Nacho” era un intermediario que le compraba drogas para ella. Le dijo también que alguna vez había estado en la casa de Lemos y la recordó como alguien que “contaba la plata como una maquinita” y “sacaba fotos de la droga para mandárselas a alguien”. (¿Celis?).

Esa mujer es Carina Daniela Samiz, señalada como líder –junto a su pareja– de una organización dedicada a la comercialización de estupefacientes en Concepción del Uruguay, Basavilbaso y Rosario del Tala; una banda que además gozaba de la protección y seguridad que le brindaban un policía federal y dos policías provinciales para movilizarse con absoluta impunidad; y cuyo poder traspasaba incluso los muros de la prisión, por la colaboración que prestaban dos agentes del Servicio Penitenciario.

La banda es también un ejemplo del nivel de penetración de los tentáculos del narcotráfico en el aparato estatal.

Pablo Rodrigo Burguello dirigía las acciones desde la cárcel de Concepción del Uruguay, donde purgaba una condena, y Carina Samiz se encargaba de organizar la logística, el traslado de la droga y la recepción de dinero; todo bajo la protección de policías y agentes penitenciarios. Así surge de las escuchas telefónicas, seguimientos, imágenes y filmaciones colectados durante la investigación, en la que se logró establecer que Burguello era quien realizaba las gestiones desde el interior de la unidad penal y Samiz se encargaba de la logística extramuros. De hecho hablaban sin tapujos de “droga”, “negocio de droga”, “precios”, “juntar la plata” y “estoy haciendo fortuna”, por ejemplo.

Por su parte, los hijos de Samiz, Lara y Nicolás Demarco, viajaban en remís a Basavilbaso y Rosario del Tala, donde la organización abastecía a vendedores al menudeo, kiosqueros, y recaudaban el dinero que administraba su madre.

En la investigación se pudo determinar que también había un punto de venta en la unidad penal. En ese esquema, la agente penitenciaria Maricel Edit Zarini habría sido quien habilitaba el ingreso de la droga y la policía provincial Nancy Beatriz Romero, que prestaba funciones en la cárcel, está señalada como la persona que le facilitaba la venta a Burguello. Sus parejas, además, guardaban y vendían droga para la banda.

El esquema de protección lo completaban Oscar Anselmo Kindernetch, sargento de la Policía Federal, y Leonardo José Povoroznik, cabo primero de la Policía de Entre Ríos. Ambos recibían dinero a cambio de garantizar la “seguridad” del negocio; pero a la vez los investigadores encontraron drogas, elementos de corte y fraccionamiento en sus domicilios, lo que hace presumir que también se dedicaba a la venta al menudeo.

La sospecha, en el caso de Kindernecht, es que filtraba información sobre procedimientos y gestionaba favores para personas vinculadas al narcotráfico. Pero también existen sospechas que él mismo comercializaba, y una conversación resulta reveladora:
–Decime que estás vendiendo, azúcar impalpable o yerba –le pregunta Kindernecht a quien está del otro lado de la línea.
–Ambos dos –le responde Sandro Burruchaga, otro policía federal.
–Ambos, listo, dale listo.
–Sí, pero nos interesa más herbital, eh –le aclara Burruchaga.
–Dale, listo, listo.

En el año 2013, Burruchaga fue juzgado y resultó absuelto por un caso en el que estaba acusado de fraguar un procedimiento y plantar cocaína en el auto a dos hermanos a quienes se intentó vincular con una investigación por narcotráfico que estaba en curso.

Ahora bien, ¿de dónde se aprovisionaba la organización encabezada por Burguello y Samiz? Los investigadores lograron establecer contactos en otras provincias de las cuales se proveerían de cocaína y marihuana: Buenos Aires y Misiones.

¿Y Celis? ¿Y Lemos? No aparecen en el expediente que llevó adelante el juez Pablo Seró; y en la investigación contra la organización narcocriminal encabezada por Tavi Celis no se detectaron lazos en Concepción del Uruguay, al menos en el período comprendido por la pesquisa. El tribunal oral tampoco se hizo eco de los dichos de Bordeira y nadie pidió que se cite a Samiz para corroborar esa manifestación.