VIOLENCIA INSTITUCIONAL

Las fisuras del relato que jaquean a policías por la muerte de Ariel Goyeneche

15/03/2024

La investigación por la muerte de Ariel Goyeneche develó un accionar policial que no contempló la situación psicológica del detenido. Los testimonios y las pruebas recolectadas hacen crujir el relato de los efectivos de la Comisaría Segunda sobre la secuencia que terminó con el joven muerto frente a la sede policial.

Las fisuras del relato que jaquean a policías por la muerte de Ariel Goyeneche

Juan Cruz Varela
De la Redacción de Página Judicial

 

Ariel Goyeneche falleció el 12 de febrero, hace un mes, en circunstancias que involucran a la Policía de Entre Ríos. El hecho ha puesto en debate el accionar de los efectivos frente a un joven que atravesaba una crisis de salud mental, provocada o exacerbada por sus consumos problemáticos.

La autopsia reveló que la muerte se produjo por asfixia y en el informe preliminar se consignó que el cuerpo presentaba lesiones en el rostro, en ambos codos y muñecas, en las rodillas y pies y también en el tórax y en el abdomen.

El fiscal Santiago Alfieri y los abogados Andrés Bacigalupo y Lara Linari, que representan a la familia de Ariel Goyeneche, esperan el informe final del estudio forense para establecer si la asfixia se produjo por compresión, por broncoaspiración o si fue provocada por una reacción química del organismo a raíz del consumo de alguna sustancia. Este punto es clave para establecer la responsabilidad de los policías que intervinieron en el procedimiento.

Mientras tanto, el fiscal ha recabado testimonios de policías y vecinos de las distintas escenas; ha analizado las modulaciones de radio de la fuerza policial, la geolocalización de los móviles que intervinieron y cuenta con filmaciones que muestran los últimos minutos de vida de Ariel Goyeneche, entre otras evidencias.

Del análisis de esos elementos de prueba surgirá la responsabilidad que pudieran tener el cabo David Vázquez y el sargento Lisandro Romero, ambos integrantes de la patrulla que trasladó al joven hasta la Comisaría Segunda; y el oficial ayudante Alan Vázquez, que estaba a cargo en ese momento de la dependencia policial.

Línea de tiempo

La versión oficial indica que la Policía intervino después de que un vecino alertara sobre la presencia de una persona en los techos de su casa. Era Ariel Goyeneche. Lo pararon cuando bajó. Gritaba que lo perseguían para matarlo. Los efectivos intentaron identificarlo y, según la versión oficial, estaba “exaltado y nervioso”, por lo que decidieron trasladarlo hasta la Comisaría Segunda para el procedimiento de identificación. Los policías subieron al joven al móvil y cuando estaban llegando a la dependencia, siempre según su versión, comenzó a gritar que lo perseguían, rompió una ventanilla de una patada, logró salir y, cuando los efectivos intentaron “sujetarlo”, se descompensó y comenzó a despedir un líquido por la boca. Entonces le realizaron maniobras de reanimación cardiopulmonar hasta que llegó una ambulancia que lo trasladó al Hospital San Martín, donde se constató el fallecimiento.

Pero a esa versión, que se conoció en las horas posteriores, le aparecieron fisuras.

La secuencia de los hechos comienza a desarrollarse a las 4.47, cuando una patrulla divisó a una persona en paños menores en la calle Piedrabuena, entre Urquiza y Andrés Pazos, en Paraná. Ariel entró en escena mientras el hombre intentaba explicar a los policías que había salido a la calle tras escuchar ruidos en los techos de su casa. La explicación del joven era que lo perseguían y que había subido para esconderse.

Difícilmente se sepa cuál era la percepción de los hechos que tenía el joven. En rigor, los policías en el lugar advirtieron que presentaba signos de haber estado bajo el efecto de estupefacientes, por lo que decidieron comunicar la situación a la Comisaría Segunda, que tiene jurisdicción en esa zona.

El cabo Vázquez y el sargento Romero llegaron al lugar a las 4.58. Refieren que Ariel estaba exaltado, nervioso, con la respiración agitada e insistía en que varias motos y automóviles lo perseguían para matarlo. El vecino diría más tarde que el joven no estaba violento ni agresivo hacia las personas. Los efectivos no han declarado en la causa, pero en los registros policiales Romero dejó asentada la presunción de que el joven habría consumido algún tipo de sustancia. No obstante, y previa consulta con el fiscal en turno, decidieron trasladarlo a la sede policial para su identificación, ante la sospecha de que estuvieran ante un delito en flagrancia, a lo cual el joven no opuso ninguna resistencia.

Con Ariel esposado con las manos en la espalda y sentado en el asiento trasero, el patrullero partió a las 5.18 con destino a la Comisaría Segunda, adonde arribaron tres minutos después.

Es un enigma lo que ocurrió en la ventana de tiempo que transcurre entre las 5.21 y las 6.03 en que desde la sede policial transmiten un mensaje por radio advirtiendo que “se desacató el masculino”, en referencia a Ariel.

Según la versión policial, previo a la llegada a la comisaría, el joven sorprendió a los efectivos, de algún modo bajó del móvil e ingresó corriendo a la Jefatura Departamental de Paraná gritando que lo perseguían para matarlo. Los efectivos aseguran que intentaron calmarlo y pudieron volverlo al vehículo policial, donde el joven habría admitido que consumió cocaína con cerveza. Entonces recorrieron los pocos metros hasta la comisaría, y fue en ese momento en que Ariel, en un estado de alteración y con su respiración agitada, rompió de una patada el vidrio de la ventanilla del móvil y, según dicen, salió corriendo y pudieron detenerlo porque tropezó contra el cordón y cayó al piso; inmediatamente comenzó a convulsionar, le quitaron las esposas e iniciaron las maniobras de reanimación cardiopulmonar hasta que llegó la ambulancia.

Para agregar más confusión, en el libro de guardia de la Comisaría Segunda quedó asentado que el joven no ingresó a la sede policial, sino que permaneció todo el tiempo en el móvil y que en un momento sufrió una alteración, agredió a los efectivos, al vehículo y se golpeó a sí mismo.

En el colador

Los gritos llamaron la atención de los vecinos. Un video registrado desde los techos muestra que a las 6.08 había dos policías encima del joven. Ariel gritaba pidiendo ayuda. Estaba en el piso, boca abajo, esposado con las manos en la espalda, el pecho sobre el cordón de la vereda y las piernas en la calle. Vázquez lo tenía inmovilizado con sus rodillas apoyadas en la espalda y Romero le sostenía las piernas.

La misma secuencia describe un policía de la Sección Motorizada que arribó a la comisaría a las 6.14. En la declaración que dio en sede judicial, el efectivo sostuvo que a su llegada Ariel estaba tranquilo, que balbuceaba, pero la situación “no ameritaba semejante presión sobre el masculino porque estaba calmo”.

Hasta ese momento, los policías no habían contemplado la posibilidad de solicitar asistencia sanitaria para atender a un joven que estaba “pasado de francisca”, como dijo un oficial de la Comisaría Segunda en una comunicación que consta en el expediente.

Recién a las 6.23 solicitaron un vehículo con caja para trasladarlo, presumiblemente, a un hospital. Para ese momento ya le habían precintado los pies. Vázquez y Romero persistían encima del joven. Hasta que uno de ellos dijo: “Por fin se quedó quieto; se durmió”, según refirió el policía motorizado. Tenía la cabeza de costado y los ojos abiertos. Tras constatar que el joven estaba inconsciente, los policías iniciaron las maniobras de reanimación y a las 6.25 llamaron a la ambulancia, que llegó nueve minutos después.

Los testimonios y las filmaciones incorporadas al legajo muestran que los policías Vázquez y Romero estuvieron alrededor de veinte minutos encima de Ariel, uno de ellos presionándole la espalda con sus rodillas y el otro sosteniéndole las piernas.

Si algo resulta revelador sobre la percepción que había en esos momentos sobre cómo habían actuado los policías de la Comisaría Segunda es el último mensaje que recibió el efectivo de la Sección Motorizada:
–Vos fuiste al colador solo, nadie te mandó, así que necesito que ya despegues de ahí –le ordenaron desde la central de la División 911.

En la jerga policial, meterse en el colador es, lisa y llanamente, haber estado en el momento justo en el lugar menos indicado.