COMO EN UNA PELÍCULA

La trama oculta detrás del robo a un casino en Paraná

05/03/2024

El 19 de octubre de 2021, una banda armada sustrajo dos millones de pesos de una sala de juegos en el barrio San Agustín. La historia parece extraída de una película, con una trama de traiciones, delaciones, la misteriosa desaparición del botín y un camino judicial que empieza a resolverse por capítulos.

La trama oculta detrás del robo a un casino en Paraná

Juan Cruz Varela
De la Redacción de Página Judicial

 

Robar un casino no es una tarea fácil. Las salas de juego tienen el dinero muy bien protegido con sofisticados sistemas de seguridad, cientos de cámaras de circuito cerrado y personal con los ojos bien puestos en las mesas de juego.

Sin embargo, cada tanto, se convierten en noticia pretendidos émulos de Danny Ocean, el arquetípico estafador de casinos interpretado por George Clooney; desde contadores de cartas, tramposos y fulleros hasta criminales a punta de pistola. Esto último ocurrió en Paraná, el 19 de octubre de 2021, cuando una banda armada se llevó dos millones de pesos de una sala de juegos ubicada en la zona sudoeste de la ciudad.

En este caso, hasta el éxito del plan es discutible: las dos personas que ingresaron a punta de pistola, un tercero que hacía de campana y un empleado del casino que facilitó los datos fueron detenidos; pero el dinero nunca apareció.

La historia tiene la trama de una novela, que incluye traiciones, delaciones y la misteriosa desaparición de un botín millonario.

El 19 de octubre de 2021, exactamente a las 10.43, dos personas ingresaron a punta de pistola en una sala de juegos ubicada en la calle General Galán 1447 de Paraná. Uno de ellos, Eric Molina, tenía un arma de utilería; y creía que también su cómplice llevaba un juguete. Pero Héctor Emanuel Cejas portaba un revólver calibre 22 corto de color gris y con la numeración limada. Aprovecharon la llegada de un empleado, a quien encañonaron y lo forzaron a que les facilitara el ingreso. O al menos eso hicieron creer. En realidad, Alfonso Martín Mildenberger, encargado de la sala de juegos, era su cómplice. Pero eso se sabría tiempo después.

–¡Esto es un robo! –gritaron al unísono una vez dentro del casino.

Otro de los asaltantes, Gustavo Adrián Cabrera, un ex policía que había sido exonerado de la fuerza tras recibir una condena por detener a un hombre sin razón e inventarle una causa, quedó en la vereda, haciendo las veces de campana.

Una vez en las oficinas, los asaltantes redujeron a un empleado de maestranza que intentó resistir el robo y se dirigieron al lugar en que estaba el dinero, donde el propio Mildenberger le pidió al tesorero que abriera la puerta, mientras uno de ellos le apuntaba con un arma que creía de juguete.

Al ingresar a la administración, con violencia constante hacia el empleado de maestranza y el tesorero, los asaltantes tomaron el dinero de la recaudación de los días anteriores, unos dos millones de pesos entre los billetes que empleados del casino contaban en ese mismo instante y los que había en la caja fuerte.

Con el dinero en bolsas de consorcio, los ladrones huyeron a pie y se refugiaron en la casa de Cabrera, casi enfrente de la sala de juegos. Es probable que allí se repartieran el dinero, aunque no se conocen los detalles.

Los asaltantes fueron identificados y a las pocas horas estuvieron detenidos. El gran enigma que los investigadores nunca pudieron resolver es qué pasó con el botín. Recuperaron apenas unos pocos billetes de 50 pesos que Cabrera tenía en su negocio, seguramente para blanquearlos.

Los cuatro fueron juzgados y condenados por un juzgado popular en 2022. Pero la Cámara de Casación Penal de Paraná anuló esa sentencia y ordenó que se realice un nuevo juicio que tendrá lugar en los próximos meses.

En aquel primer juicio, Molina, asistido por los abogados Jorge Barbagelata Xavier y Boris Cohen, recibió la misma pena que el resto de sus cómplices, a pesar de que había sido acusado por un delito menor y que la jueza valorara que el joven había colaborado con la investigación, al contar los detalles de la planificación y ejecución del robo.

A lo largo del proceso, el joven contó que durante la planificación le habían dicho que no se utilizarían armas de fuego y que, previo a ingresar al casino, efectivamente le habían entregado una réplica, como luego pudo corroborarse en las cámaras de seguridad. Con todo, hace unos días, Molina se declaró culpable en un juicio abreviado en el que aceptó purgar una condena de tres años de prisión efectiva como autor de un robo agravado por el uso de arma de utilería o de arma de fuego cuya aptitud para el disparo no se ha podido acreditar. Así lo consignó el juez Alejandro Grippo en la sentencia: “En efecto, el imputado, al ejercer su derecho de defensa material durante la Investigación Penal Preparatoria expresó que quienes le dieron la réplica del arma de fuego que él blandió durante el hecho le dijeron que el arma de fuego que llevaba la otra persona que ingresó al local no funcionaba”.

Hay razones que explican la morigeración en la responsabilidad. El uso de un arma durante un asalto tiene como motivación infundir temor; pero un arma con aptitud para el disparo conlleva, además, un peligro para la vida o la integridad física de las personas, a diferencia de una réplica. En este caso, es claro que Molina no habría infligido un daño aunque hubiese apretado el gatillo porque un arma de juguete tiene forma de arma y simula serlo, pero no lo es. Y eso determinó su destino.

Mientras tanto, y allende discusiones leguleyas, una pregunta sigue sin respuesta: ¿dónde está el botín?