DERECHOS HUMANOS

Condenaron a dos represores de la Policía Federal

28/10/2022

Los ex policías Jorge Alberto Rodríguez, alias Manchado, y Luis Oscar Varela, apodado Cordobés, fueron condenados a siete años de prisión por delitos de lesa humanidad cometidos durante la última dictadura. Las víctimas eran estudiantes secundarios.

Condenaron a dos represores de la Policía Federal

Juan Cruz Varela
De la Redacción de Página Judicial

 

Dos ex policías federales fueron condenados a siete años de prisión por el secuestro y la aplicación de torturas a un grupo de estudiantes secundarios de Concepción del Uruguay durante la última dictadura cívico-militar. Se trata de Jorge Alberto Rodríguez, alias Manchado, y Luis Oscar Varela, apodado Cordobés, que integraban la patota de la delegación durante la última dictadura cívico-militar.

El Tribunal Oral Federal de Concepción del Uruguay, integrado en forma ad-hoc por Mariela Rojas, José María Escobar Cello y Mario Gambacorta, condenó a siete años de prisión a Rodríguez y Varela por la privación ilegítima de la libertad e imposición de tormentos a cuatro jóvenes en julio de 1976.

Los represores integraban un grupo de tareas que actuó en forma conjunta y coordinada con otras personas en Concepción del Uruguay durante la última dictadura y, en ese marco, allanaron ilegalmente el domicilio de cuatro estudiantes secundarios que fueron secuestrados y torturados en la sede de la Policía Federal: César Román, Juan Carlos Romero, Juan Carlos Rodríguez y Roque Minatta, militantes de la UES, quienes describieron con absoluta claridad las torturas más terribles que pueda soportar un ser humano y contaron cómo fueron los peores días de sus vidas.

Los policías habían sido señalados por las víctimas como integrantes de la patota en el juicio que terminó con la condena de Julio César Rodríguez, alias Moscardón Verde, y Francisco Crescenzo, en el año 2012; y también en otro debate, en 2017, en el que fue condenado José Darío Mazzaferri, que también integró el grupo de tareas.

César Román contó que fue abordado por dos integrantes de la Policía Federal, en la esquina de su casa, el 19 de julio de 1976. Los mencionó por sus apodos: Cordobés y Manchado –porque tenía una marca o cicatriz en el rostro–; dijo que lo tomaron de los brazos y del pelo, lo encañonaron y lo empujaron hacia el interior de un Dodge 1500 negro que estaba estacionado frente a donde vivía con su madre.

Ya en el auto comenzó la golpiza:
–Pendejo de mierda, empezá a cantar porque te vamos a matar. Decinos dónde está el mimeógrafo y dónde están las armas –le decían entre trompada y trompada.


Jorge Alberto Rodríguez (Foto: El Miércoles Digital).

Entre la tarde y las primeras horas de la madrugada del día siguiente también fueron secuestrados otros jóvenes que ingresaron a la sede policial: Juan Carlos Rodríguez, José Pedro Peluffo, después Víctor Baldunciel, Juan Carlos Romero, Miguel Ángel Zenit y Mario Hugo Maffei. Todos quedaron alojados en el Casino de Oficiales.

La patota estaba integrada por efectivos del área de inteligencia de la delegación, a la que llamaban “oficina técnica” o “servicio de informaciones”. Allí se concentraban los registros de antecedentes de las personas y desde esa estructura se coordinaban las operaciones de represión con otras fuerzas armadas, policiales y de seguridad.

Mazzaferri era una especie de jefe de la “oficina técnica”, secundado por Julio César Rodríguez, alias Moscardón Verde. En el primer juicio se pudo determinar que también participaban de los secuestros y torturas los agentes Américo Rodríguez, alias King Kong; Pedro Becker (fallecido), Eduardo Acuña (f), Pedro Páez (f), Nicolás García (f), Juan Luis Adán Doello (f), Francisco José Acosta (f), Jorge Aurelio Barreto (f) y José María Haidar; junto con otros de apellidos Guillén y Sastre; y otros apodados como Parche o Manchado y Cordobés, que luego fueron identificados como Jorge Alberto Rodríguez y Luis Oscar Varela, respectivamente.

La oficina de inteligencia funcionaba en el primer piso de la delegación, en una habitación a la que se accedía a través de una escalera caracol, según la descripción que hicieron las víctimas y también los ex policías. Eran dos habitaciones, una donde se guardaban la documentación y otra donde había unas camas y, según las víctimas, se torturaba.

Román recuerda que el día que fue secuestrado fue interrogado por el subjefe de la delegación, Alfonso Ceballos, y luego también lo hizo ingresaron el Moscardón Verde, que le pegó “una tremenda trompada”, Mazzaferri y otra persona. “Masaferro –como le decían– me pegó con la palma de la mano en los oídos y el Moscardón me pegó varias trompadas y una tremenda patada en los testículos que casi me desmayó, entonces quedé en el suelo, hecho un ovillo, con un dolor muy intenso, y recibí patadas de todos lados. Fue la paliza más grande que recibí en mi vida”, relató.

Al segundo día se repitieron los golpes y Mazzaferri le hizo un simulacro de fusilamiento; al tercer día, un miércoles de lluvia intensa, lo sacaron al patio, junto a Rodríguez y Romero, y los dejaron a la intemperie durante toda la noche. “El cuarto día fue el peor, no por lo que me pasó a mí, sino por lo que vi”, aseguró. Esa noche lo sacaron de la habitación donde estaba recluido, lo encapucharon y lo hicieron subir por una escalera caracol hasta un lugar al que denominaban “oficina técnica”, que era el área de inteligencia de la delegación. Ahí estaba Carlos Martínez Paiva, acostado sobre el elástico de una cama, desnudo y atado de pies y manos. Mazzaferri, con una picana en la mano, miró a Román y le dijo:
–Cantá, pendejo hijo de puta, porque si no sigo con vos –y le aplicó un pasaje de corriente eléctrica en los testículos a Martínez Paiva.

Los testimonios de Romero y Rodríguez son coincidentes.

Romero dijo que “las torturas se sucedían casi todas las noches: hacían simulacros de fusilamiento; otra vez me metieron la cabeza en un tacho mientras me pegaban en la planta de los pies” e identificó a sus verdugos: “Los que siempre estaban en las torturas eran Mazzaferri y el Moscardón Verde Rodríguez, también uno de apellido (Eduardo) Acuña y el Cordobés. Mazzaferri era el que les enseñaba y otro al que le decían Manchado era un aprendiz”.


Luis Oscar Varela (Foto: El Miércoles Digital).

Rodríguez contó que mientras duró su cautiverio en la sede de la Policía Federal recibió trompadas, patadas, golpes en los oídos y mientras era torturado le repetían frases como “te vamos a matar, subversivo de mierda”.

Minatta se presentó en la Policía Federal unos días después, cuando el resto de sus compañeros ya había sido liberado, porque estaba de viaje cuando la patota fue a buscarlo a su casa, y estuvo “tres o cuatro días solo” en la delegación.

Dijo que estuvo alojado en el Casino de Oficiales y que fue sometido a tormentos en una pieza en el piso superior, en la “oficina técnica”. “Lo único que les interesaba era que les dijera dónde estaba el mimeógrafo”, contó.

En su caso le hicieron el teléfono –un tipo de tortura que consiste en aplicar fuertes golpes con las manos abiertas en los oídos–, lo golpearon entre varias personas y otro tipo de vejámenes. “La tortura física la ejecutaban Mazzaferri y el Moscardón Verde; la tortura psíquica estaba a cargo de Crescenzo”, señaló.

Fotos: Gentileza El Miércoles Digital.