24 DE MARZO

El largo viaje hacia la muerte de Agustín Goiburú

24/03/2022

El Plan Cóndor fue diseñado por las dictaduras latinoamericanas para perseguir a quienes luchaban contra ellas y se escondían en otros países. La historia del médico paraguayo Agustín Goiburú está ligada a Paraná, donde fue secuestrado por policías argentinos y paraguayos, el 9 de febrero de 1977. Página Judicial accedió a documentos de inteligencia y fotografías que revelan las órdenes de seguimiento, espionaje y los intercambios de información entre organismos de ambos países.

El largo viaje hacia la muerte de Agustín Goiburú

Juan Cruz Varela
De la Redacción de Página Judicial

 

Ese día, el último que pasaría en libertad, el doctor se levantó temprano. La casa era todavía una suave penumbra, apenas dorada por los primeros rayos de sol de la mañana, que se colaban por los ventanales de la casa y anticipaban un calor que se presumía indomable. Antes de salir, el doctor tomó el maletín, se cercioró de que el arma estuviera dentro y besó a su esposa sin saber que lo hacía por última vez.

Era un hombre enjuto, de extraordinaria simpatía, fuerte presencia política y dueño de una inteligencia lúcida y despierta. Podría pasar por un profesor envejecido y, sin embargo, Agustín Goiburú no era profesor ni era viejo; era médico traumatólogo y el más tenaz de los opositores que tenía la dictadura paraguaya.

Goiburú era una piedra en el zapato de Alfredo Sroessner desde que fundó el Movimiento Popular Colorado (Mopoco), una línea interna del Partido Colorado, que era el sostén político del dictador que mantenía al Paraguay bajo el terror, la persecución y el aislamiento.

Las alas de cóndor

Cuando llegó a Paraná, en enero de 1975, Goiburú era el principal articulador de diferentes grupos de opositores a la dictadura y blanco permanente de seguimientos, controles telefónicos, de correos y todo tipo de hostigamientos. Unos años antes había sido secuestrado mientras pescaba en el río Paraná, fue incomunicado durante un año en una comisaría de Asunción y allí protagonizó una fuga cinematográfica a través de un túnel de setenta metros que hizo con una cuchara; y el año anterior quisieron secuestrarlo nuevamente en Posadas. Apenas arribado a la capital entrerriana logró construir relaciones de afinidad con algunos referentes del peronismo que lo llevaron a convertirse en jefe de traumatología del Hospital San Martín, se incorporó al staff médico del Sanatorio Rivadavia y había montado un consultorio en su casa, en calle Rivadavia 429 (actualmente Alameda de la Federación), al mismo tiempo que sostenía su actividad militante.

Un informe de la inteligencia paraguaya, fechado el 8 de octubre de 1975 en Buenos Aires, revela que Stroessner había ordenado la “localización y detención” de Goiburú, calificado como un “hombre importante, escurridizo y peligroso” y el responsable de la coordinación de grupos de opositores paraguayos que operaban en la Argentina.

Desde entonces, la vigilancia fue permanente, sobre todo a partir del golpe del 24 de marzo de 1976 en Argentina, cuando se puso en marcha esa especie de internacional del terror que los dictadores latinoamericanos dieron en llamar Operación Cóndor.

Rogelio, uno de los hijos de Goiburú, fue detenido en Corrientes por pedido de las autoridades paraguayas, que lo tildaron como hijo de un “peligroso subversivo”; y el policía provincial Oscar Duré, que reportaba como personal civil de inteligencia a la Fuerza Aérea y al Destacamento de Inteligencia 122, asistía a clases en el colegio secundario nocturno con Rolando, otro de los hijos del médico.

En un cable confidencial posterior, el jefe del Departamento de Investigaciones de Paraguay, Pastor Coronel, le informa directamente a Stroessner que dos altos delegados de la Policía Federal Argentina habían llegado a Asunción a “buscar la forma de coordinar labores” y que luego de las reuniones que mantuvo con ellos se estableció que “con mucho gusto intercambiaríamos informaciones e incluso detenidos” y menciona “que elementos subversivos de conocida militancia comunista (…) como Agustín Goiburú, trabajaron y trabajan libremente, en la Argentina”. Pastor Coronel lo dice sin ambages: “Que no tendríamos probablemente ningún inconveniente de entregarlo a (Amílcar) Santucho (hermano del líder del PRT-ERP, capturado y detenido en Asunción desde mayo de 1975) siempre y cuando también de parte de ellos tengamos la misma respuesta sobre algunos subversivos nuestros”.

Operación Safari

A mediados de enero de 1977, un documento elaborado por la inteligencia argentina enumera información detallada sobre los antecedentes de Goiburú, su familia, cuentas bancarias, sus horarios, actividades, datos de las personas con quienes trabajaba, amistades y sus actividades cotidianas.

Se trata de un informe con una descripción detallada de sus actividades diarias en base un seguimiento durante cinco días consecutivos, entre el viernes 7 y el martes 11 de enero, probablemente realizado por la Delegación Paraná de la Policía Federal; y además contiene ocho fotografías que muestran a Goiburú caminando con su hijo, frente al Hospital San Martín, en su casa, en el Sanatorio Rivadavia y otra de su automóvil.

Goiburú sabía que no andaba solo. Sentía la sombra del largo brazo de Stroessner. Había notado en esos días la presencia de personas que eran inconfundiblemente paraguayos frente a su casa, llevaba registro de patentes de vehículos que creía que lo seguían. Se lo había dicho a su esposa y a sus amigos y a algunos de ellos les había esbozado la posibilidad de emigrar al sur del país.

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Pero al mismo tiempo continuaba con la organización de la resistencia, lo que también fue registrada por agentes de inteligencia argentinos y paraguayos.

A aquel informe de mediados de enero le sigue otro elaborado en días posteriores por el cónsul paraguayo en Posadas, Francisco Ortiz Téllez: “Conforme a informaciones recibidas por este Consulado a través del Servicio de Inteligencia del Ejército (SIE), los días sábado 29 y domingo 30 de enero en la ciudad de Paraná (provincia de Entre Ríos), calle Almafuerte 1751, se reunieron un grupo de aproximadamente 40 personas. Los mismos vinieron en vehículos con patente de la ciudad de Asunción (…) Entre las personas más conocidas se encontraba el Doctor Agustín Goiburú. Entre otros temas se trató cuanto sigue: a)- para el mes de julio de 1977 se iniciará una guerrilla armada en Paraguay; b)- que existe una gran cantidad de personas instaladas en Paraguay, listas para iniciar las acciones; c)- que existen depósitos de armas en Paraguay, llevadas de la Argentina por Luis Duarte”.

Unos días después, Goiburú fue citado por la Policía Federal. Según le dijeron, José Faustino Fernández, el jefe de la delegación quería hablarle. Una vez allí, lo tuvieron esperando en un pasillo mientas personas que no conocía pasaban y lo miraban, hasta que finalmente le comunicaron que la citación había sido un error.

El 9 de febrero, el último que pasaría en libertad, el doctor Goiburú se levantó temprano. Antes de salir, el doctor tomó el maletín, se cercioró de que el arma estuviera dentro y besó a su esposa sin saber que lo hacía por última vez.

Fue al hospital y alrededor de las diez y media de la mañana se retiró. A prudente distancia, un vehículo sin identificación lo siguió hasta una casa de calle Nogoyá, en la esquina de San Luis.

El Operativo Safari estaba en marcha.

Entre los numerosos informes cruzados por las dictaduras de ambos países, hay una nota fechada el día anterior, en la cual el capitán del ejército argentino Vicente Castex Laprida le comunicaba a Pastor Milcíades Coronel, el jefe de investigaciones de la policía paraguaya, que había tomado nota del personal que había destacado en la provincia de Formosa: “Me refiero al señor Juan Amarilla, agente de su más entera confianza y abocado a localizar, hacer su seguimiento y apresar al doctor (médico) de origen paraguayo que probablemente esté ejerciendo en la provincia de Entre Ríos”.

Eran las once cuando tres chicos que jugaban en la vereda le tocaron al timbre para avisarle que un Ford Falcon había chocado el Fiat 128 del médico y que el conductor quería disculparse. Cuando Goiburú salió a la calle, apareció otra camioneta carrozada, de la que bajaron dos personas, a la que se sumó otra que estaba en el lugar y, tras forcejear un instante con el médico, lo tomaron de los brazos y lo introdujeron en la parte trasera del Falcon.

La familia lo supo apenas pasado el mediodía, cuando policías provinciales se presentaron en la casa de calle Rivadavia 429, se lo dijeron a su esposa, Elba Benítez, y le entregaron las llaves del auto. A esa hora, Goiburú estaba en una casa operativa en cercanías de la Segunda Brigada Aérea.

Luego del procedimiento, Amarilla, el “agente destacado” para el procedimiento, le comunicó por teléfono a su jefe sobre el éxito de la operación:
–La presa fue localizada y chequeada –fueron sus palabras.

Amarilla habría recibido 8 mil dólares “en efectivo y en concepto de comisión y viático” para trasladarse con personal a su cargo hasta la provincia de Entre Ríos, “para tarea reservada”, según consta en un recibo firmado por él mismo.

Eso también lo supieron los familiares del médico. El teniente coronel Juan Ibarra, un agente de inteligencia que frecuentaba a Goiburú durante su estadía en Paraná, se lo dijo a su esposa sin muchos detalles.

Los documentos recuperados del archivo del horror revelaron que Goiburú fue subido a un avión Hércules y trasladado desde Paraná a Corrientes, donde permaneció en el regimiento a cargo de Cristino Nicolaides, un represor que tenía diálogo fluido con Stroessner; y una semana después lo cargaron en el baúl de un Ford Falcon verde y entregado por los represores argentinos a la dictadura paraguaya en Puerto Falcón, un pueblo formoseño de la frontera.

Por testimonios de ex detenidos políticos que declararon ante la Comisión de Verdad y Justicia se supo que fue torturado en el Departamento de Investigaciones de la policía paraguaya, luego habría sido trasladado por unos días al Policlínico Policial Rigoberto Caballero y de allí al Estado Mayor del Ejército, donde Stroessner lo habría interrogado en persona y presuntamente fue ejecutado. Sus restos nunca fueron hallados.

Referencias bibliográficas:

-Calloni, Stella. Operación Cóndor: pacto criminal. Editorial de Ciencias Sociales de La Habana, 2005.

-Enz, Daniel. Rebeldes y ejecutores. Paraná, 1995.

-Documentos en Archivos del Terror de Paraguay. Revisión del autor.

-Entrevistas realizadas por el autor.