TRATA DE PERSONAS

Un empresario forestal fue condenado por trata laboral

15/10/2021

José Manuel Gutiérrez, un ex policía federal devenido empresario con negocios forestales en Entre Ríos, empleaba a hacheros en condiciones inhumanas en un campo en el departamento Colón. No tenían agua potable, luz eléctrica ni baño. Recibió una pena de cuatro años de cárcel. Una historia de trabajadores explotados que parece extraída de la literatura.

Un empresario forestal fue condenado por trata laboral

Juan Cruz Varela
De la Redacción de Página Judicial

 

El Tribunal Oral Federal de Paraná, con una integración ad-hoc, condenó al empresario forestal José Manuel Gutiérrez a la pena de cuatro años de prisión por la explotación laboral de seis obreros que realizaban tareas de desmonte de eucaliptos y limpieza de bosques en un campo en el departamento Colón, a un costado del río Uruguay.

Gutiérrez, un ex policía federal, nacido en la Ciudad de Buenos Aires, radicado en Corrientes y con negocios forestales en Entre Ríos, había sido absuelto en 2016, pero el fallo fue recurrido por el fiscal José Ignacio Candioti y la Cámara Federal de Casación Penal ordenó la realización de un nuevo juicio, que ahora terminó con su condena por trata de personas con fines de explotación laboral, en la modalidad de acogimiento, y por haberse valido de la situación de vulnerabilidad de los hacheros. Sin embargo, los jueces José María Escobar Cello, Luciano Lauría y Jorge Sebastián Gallino dispusieron que Gutiérrez continúe en libertad hasta que la sentencia quede firme.

Lo que se descubrió en ese campo ubicado en Colonia San Anselmo, a unos veinte kilómetros de Colón, es apenas la punta del iceberg de una situación de barbarie de sobra conocida, e irresponsablemente despreciada, sobre el modo en que viven miles de trabajadores explotados y sin derechos.

La historia de estos hacheros explotados en la provincia de Entre Ríos no ha sido extraída de la literatura. No es la que narra Horacio Quiroga en Los mensú ni la que describe el periodista y escritor comunista Alfredo Varela en El río oscuro. Sin embargo, como aquellas, expone la idea de que la esclavización neutraliza la humanidad de los trabajadores y los equipara con los animales.

Esclavos en el monte entrerriano

El hecho se descubrió el 5 de julio de 2011, cuando inspectores de la Administración Federal de Ingresos Públicos (AFIP), junto con agentes de la Dirección Provincial del Trabajo, con el auxilio de Prefectura, realizaron un operativo en un predio denominado “Establecimiento La Providencia”.

El cuadro que se encontraron era horroroso: los obreros –siete correntinos, cuatro misioneros y un paraguayo– sobrevivían en el monte, en un predio de difícil acceso, hacinados en una pieza con paredes de material, techos de chapa agujereadas y cubiertas con lonas, sin puerta ni ventanas, desprotegidos de las inclemencias climáticas, sin agua potable (que se proveían desde el casco del campo, a unos dos kilómetros del campamento), ni luz eléctrica ni baño (Gutiérrez llegó a decir que los hacheros “quisieron ir a ese lugar aún a costo de no tenerlo”). Como no tenían donde higienizarse, lo hacían “en el río”, en pleno invierno. Dormían en colchones deteriorados, con sábanas y mantas rotas. La comida también era escasa, se las proveía Gutiérrez “cada tres o cuatro días”, según dijeron, y se las descontaba de la paga. Cocinaban a la intemperie, con leña, y utilizaban chapas y troncos improvisando mesas y sillas.

También refirieron que pasaban períodos de veinte días a un mes en esas condiciones, hasta que el “patrón” u otra persona los trasladaba en una camioneta hasta la terminal de ómnibus para que viajaran a ver a sus familias. Era el mismo Gutiérrez quien les compraba los pasajes y se los descontaba de la paga. En el caso de los trabajadores misioneros, sin embargo, el viaje era más espaciado.

La situación laboral tampoco estaba regularizada: tenían registración irregular ante la AFIP (uno de ellos estaba inscripto como monotributista y era una especie de capataz); cumplían interminables jornadas laborales y hasta debían continuar trabajando en caso de enfermedad, para no perder el día, o recuperar los días perdidos en caso de lluvia agregando horas en las jornadas posteriores. El “patrón” tampoco les proporcionaba elementos de seguridad ni ropa de trabajo adecuada para la tarea que desarrollaban.

En una declaración, Gutiérrez dijo que “se pagaba de acuerdo a los convenios colectivos de trabajo”, pero el fiscal Candioti logró demostrar que eso no era así e incluso la paga era disímil, a pesar de que todos desarrollaban la misma tarea. Según expuso en su alegato, los obreros percibían una parte del salario en blanco y otra parte en negro, pero el total era inferior al monto que figuraba en los recibos que les hacía firmar.

Sueños de libertad

Es probable que Gutiérrez no haya leído El río oscuro ni Los mensú. Pero es notable el parentesco entre la explotación que hacía de los hacheros y una escena que describe Horacio Quiroga: “En el mismo pajonal, sitiado siete días por el bosque, el río y la lluvia, el superviviente agotó las raíces y gusanos posibles, perdió poco a poco sus fuerzas, hasta quedar sentado, muriéndose de frío y hambre, con los ojos fijos en el Paraná”. Entre ambas historias hay un abismo de apenas cien años.

La literatura incluso se permite jugar con una idílica huida del obraje. Pero en el campo la realidad es mucho más compleja. La libertad es un concepto que no se limita solamente a la libertad ambulatoria sino que está asociado a la posibilidad que una persona tenga autodeterminación para elegir un plan de vida. La libertad entonces aparece enlazada al concepto de dignidad y al principio de igualdad.

La Cámara Federal de Casación Penal, al analizar la situación de los obreros en el campo de Colonia San Anselmo, dijo que “en cuanto a la posibilidad de salir o no del predio, resulta clara la situación de aislamiento de los trabajadores a los fines de procurarse para sí alimentos, más allá de la cantidad de kilómetros que separaba al paraje de un centro poblado o que eventualmente pudieran requerir la camioneta del capataz por una urgencia médica o para ir a la terminal de ómnibus de la ciudad de Colón para regresar a sus casas de visita cada treinta o cuarenta días”.

El fiscal Candioti resaltó en su alegato que en el caso estaban presentes todos los indicadores de la explotación laboral: los trabajadores percibían un salario por debajo del que establecía el convenio colectivo, debían cumplir extensas jornadas laborales y Gutiérrez les generaba deudas a los obreros por los alimentos que esporádicamente les llevaba o por los pasajes para que viajaran a ver a sus familias. Y destacó que las condiciones de trabajo vulneraban la dignidad de las personas.