REFLEXIONES

Hacia la recolonización de los derechos humanos por parte de las derechas

12/10/2020

El abogado Marcelo Boeykens introduce un debate sobre la noción de los derechos humanos y la condena a Venezuela en las Naciones Unidas. En la siguiente columna, realiza un análisis con perspectiva histórica al respecto de los derechos humanos y la tensión que subyace a los mismos.

Hacia la recolonización de los derechos humanos por parte de las derechas

Marcelo Boeykens (*)

 

En estas horas estamos asistiendo a debates propios de principios del siglo XX en torno a derechos individuales versus derechos colectivos, como también a la supremacía de ciertos derechos humanos sobre otros. Debates propios del contractualismo que inspiraron las ideas iluministas de la Revolución Francesa, pretendiendo pasar por alto más de un siglo de luchas sociales que lograron el reconocimiento de derechos a las minorías, derechos a los pueblos, derechos sociales, económicos y culturales. Debates que pretenden obviar la enorme construcción de derechos humanos que ha tenido nuestro país en el pasado reciente y en el presente. Por lo cual resulta imperioso reflexionar con perspectiva histórica al respecto de los derechos humanos y la tensión que subyace a los mismos.

La noción de los derechos humanos –como categoría– surge con el nacimiento de los Estados Nación, al calor de las denominadas revoluciones burguesas, fundamentalmente de la Revolución Francesa que la cristaliza y plasma en la histórica “Declaración Universal de los Derechos del Hombre y del Ciudadano de 1789”, si bien la expresión “Derechos Humanos” comenzó a utilizarse de manera generalmente aceptada a partir de la Declaración Universal de los Derechos Humanos de la Asamblea General de Naciones Unidas de 1948.

Los derechos humanos surgen así de la lucha por los derechos individuales –liberales, son los derechos que reclama la burguesía creciente, en el auge del capitalismo– en contra del poder absoluto de los monarcas europeos. Estas luchas estuvieron basadas en la ideología liberal-burguesa y su consecuencia inmediata fue la formación del Estado liberal. Primigeniamente, el término liberal encarnaba la idea del individuo libre de las trabas feudales y del Estado monárquico absoluto. Desde el punto de vista económico, implicaba el libre mercado; en lo político, significaba la libertad de elegir y ser elegido; y el sufragio (no universal en principio, vedado a las mujeres) como la materialización de ello. En lo ideológico, era la libertad de pensar y de expresar sus propias opiniones. Y en lo religioso, la libertad de creer o no creer y de adoptar la religión de su elección, con la indiferencia del Estado en relación con las religiones. Los derechos individuales obtenidos en estas luchas son los que conocemos hoy día, como Derechos de Primera Generación.

La llamada Revolución Industrial, que al decir de Eric Hobsbawm (1964) se dio un día entre 1760-1780, cambió radicalmente la producción de bienes y la introducción de nuevas máquinas fueron creando nuevas realidades en la sociedad y su economía. Se desarrolló la industria metalúrgica y el ferrocarril fue una punta de lanza del naciente capitalismo industrial. Paralelamente al surgimiento de las fábricas y empresas, se produjo una emigración masiva del campo a las ciudades; comenzaron a surgir y crecer en Inglaterra y en el continente europeo las grandes ciudades hacia donde se dirigía la gente en busca de trabajo y se convirtieron así en el nuevo proletariado industrial. Las condiciones de los obreros que emigraban del campo a la ciudad eran miserables y sufrían una explotación salvaje como nunca se había visto.

Bajo estas paupérrimas condiciones de vida, no tardó en surgir la protesta social para quienes los derechos humanos no tenían sentido si no se garantizaban condiciones dignas de vida y de trabajo. Todo ello que fue canalizado por grandes pensadores y revolucionarios de la época, como Roberto Owen, Luis Blanc, Federico Engels y Carlos Marx.

Los obreros se van nucleando para luchar por sus derechos y de esta manera se forman los primeros sindicatos y se crean nuevos movimientos políticos, como los anarquistas, los socialistas y los comunistas, dando nacimiento a la Asociación Internacional de los Trabajadores.

Estas luchas y conquistas que se fueron obteniendo con mucho sacrificio; peleas sangrientas fueron las que sentaron las bases de lo que hoy conocemos como Derechos de Segunda Generación. En nuestro país, estos derechos económicos, sociales y culturales fueron plasmados en la abrogada Constitución Social Peronista de 1949, salvaguardados en el artículo 14 bis.

Desde ahí comienza a mirarse a los derechos humanos como derechos más vinculados a las luchas sociales, a las luchas de los pueblos y, actualmente, a las luchas socioambientales, como centro necesario de protección frente a las terribles consecuencias del capitalismo global en su actual fase de explotación extractivista que afecta de manera colectiva y global, siendo el caso más concreto la quema de islas y humedales.

Sumándose también aquí a las luchas por la descolonización, todos estos llamados Derechos de Tercera Generación.

Pero, paralelamente, la consolidación de los derechos humanos tomó importancia global como conquista de la humanidad toda durante el último siglo pasado y el comienzo de este, ante la posibilidad de juzgar las graves y masivas violaciones de los derechos humanos. La jurisdicción universal ante estos hechos de barbarie permitió la creación de tribunales internacionales para juzgar los hechos ocurridos en Alemania, en la Europa ocupada y en Japón (Núremberg y Tokio), también ante el genocidio de Ruanda; los tribunales mixtos en Timor Oriental o Sierra Leona; y la utilización de dichos principios en ordenamientos jurídicos nacionales, como el juzgamiento en España de los casos argentinos y chilenos o el juzgamiento de lo ocurrido en Argentina, Chile, Colombia y Uruguay por parte de sus propios justicias nacionales.

Sin embargo, estos intentos de concebir la noción de derechos humanos como herramienta para la trasformación de los pueblos están yendo gradual pero firmemente en el camino opuesto en lo que va en este siglo XXI, transformándose así en un modo de legitimar intervenciones neocoloniales e imperialistas y para volver a poner en debate derechos individuales sobre derechos sociales. Es así que desde las Naciones Unidas se condena a Venezuela por violaciones a los derechos humanos, sin mencionar la sistemáticas violaciones a los derechos humanos en Chile, Colombia, el golpe en Bolivia, los asesinatos de dos niñas en Paraguay por parte de ese Estado, la persecución a militantes sociales en Brasil y en Perú, la existencia aún de presos políticos en Argentina, como Milagro Sala, Fernando Esteche o Luis D’Elía, entre otres; o la desaparición forzada de Santiago Maldonado y Facundo Astudillo Castro, ambas seguidas de muerte.

Pero volviendo al desarrollo histórico de los derechos humanos, caído el muro de Berlín, en 1989, y terminada la guerra fría con el mentado “fin de la historia”, el sistema de pesos y contrapesos que teñía todo conflicto mundial, sucumbió y el hegemón aprovechó al máximo todos los resortes y por primera vez y única el consejo de seguridad de ONU autorizó la invasión a un país, Irak.

Luego, con el 11 de septiembre de 2011, tras la caída de las Torres Gemelas, comenzó un recorrido que llevó a que la propia ONU adoptara el concepto de “prevención”, sancionado en 2005 en las Naciones Unidas bajo el rótulo de la “responsabilidad de proteger” a las poblaciones civiles, es decir, la posibilidad de invadir un país soberano so pretexto de que allí eventualmente pueden llegar a violarse derechos humanos.

Es necesario comprender que las convenciones internacionales de las últimas décadas no han sido progresivas y que la preeminencia del derecho internacional de los derechos humanos no está favoreciendo a los pueblos sino, cada vez más, al poder real y al hegemón, con una regresión inusitada e inesperada de los derechos humanos a escala global. Véanse las intervenciones e injerencias en Irak, Afganistán, Libia, Siria y ahora en Venezuela. Es decir, se vuelve a una suerte de ponderación de derechos, donde los derechos individuales están por encima de los colectivos [1].

Esto pudo observarse en el ataque avalado por las Naciones Unidas contra Libia, en marzo de 2011, implementado bajo el argumento de haber recibido informes sobre la “posible” comisión de crímenes de lesa humanidad y la necesidad de aplicar las nuevas herramientas jurídicas que obligaban a “la comunidad internacional” a implementar su “responsabilidad de proteger” ante las “violaciones de derechos humanos”.

A comienzos de 2019 ha reaparecido un argumento similar con respecto a la situación en Venezuela que se ha ido acrecentando, con reiterados llamados a una intervención militar que no evalúan ni analizan las consecuencias de lo ocurrido en Libia, Irak, Afganistán o Siria.

En este sentido, se hace imprescindible, para no caer en falsos dilemas, contrastar las intervenciones y los focos mediáticos con los datos existentes sobre los conflictos con mayor número de víctimas civiles en la última década. Llama la atención su falta de correlación, no hay la misma información sobre las decenas de miles de muertos en México o en Colombia a manos de grupos paramilitares que lo que pasa en Venezuela, pero además siempre las vidas que se pierden bajo la pretensa salvaguardia son mayores que aquellas que dicen haber habido.

El año pasado hemos asistido a un golpe de Estado en Bolivia sostenido por la propia OEA, bajo el pretexto de que no había elecciones transparentes y hace más de medio año gobierna una presidenta de facto que nadie eligió, precisamente para garantizar la democracia en nuestro país hermano, cargándose ya bajo sus hombros a varias decenas de muertos en nombre de la democracia.

La transformación en el uso del discurso de los derechos humanos es, por lo tanto, preocupante. Los medios hegemónicos de comunicación reiteran y reiteran imágenes de supuestas víctimas en Caracas [2] y en Siria. Pero cabe preguntarse por qué se difunden esas imágenes, por qué esas víctimas merecen nuestra atención en tanto que otras (generalmente más numerosas e incluso en conflictos más antiguos) continúan ignoradas. Cualquiera que cuestione la prioridad es calificado de cómplice del régimen estigmatizado, sea Libia, Irán o Venezuela y esto lo vemos en la academia, pero lo más grave es verlo en compañeres del campo nacional y popular y de algunas izquierdas. Seguramente a ésta altura de la lectura ya seré un diktador (con k) castro-chavista, influenciado desde Irán.

No es casual la insistencia “Somos Venezuela” que repiten acríticamente formadores de opinión, académicos, militantes e incluso políticos, para pretender obturar cualquier discusión real.

Las “otras violaciones” se deben discutir e investigar, por supuesto, como lo son la desaparición forzada seguida de muerte de Facundo Astudillo Castro, pero la militancia, la política y la academia se ven obligados a tomar postura y condenar las violaciones estatales de los derechos humanos en los territorios que ocupan la escena mediática, y son inmediatamente silenciados cuando buscan señalar la desproporción entre dicho territorio y los desastres producidos en otro lugar del mapa, silenciado mediáticamente, incluso en medios que a prima facie se consideran “del palo”. Nadie discute Guantánamo, nadie discute Colombia, nadie discute Chile, Paraguay, Perú, Ecuador ni Bolivia.

Los “derechos humanos” en estas horas han logrado ser re-colonizados y apropiados por el poder hegemónico. Las marchas anticuarentena que se dan en estas horas en donde una porción de la población se manifestaba por el derecho a la libertad individual de circular, mientras la humanidad está luchando como nunca antes de manera global –aunque no coordinadamente ni cooperativamente– contra una pandemia , muestran el poder que aún conserva el poder real, el poder hegemónico, de transformar los derechos humanos en su propia bandera, de transformar símbolos patrios y frases célebres tan caras a nuestro sentir nacional como el “seamos libres” de cualquier atadura colonial para “seamos libres” de hacer lo que queramos, “seamos libres” de violar la cuarentena, de contagiar y ser contagiados de COVID-19.

Muchos son los mismos que nos hablan de los derechos humanos de los genocidas, para fundar que vayan a Campo de Mayo o que se beneficien con el dos por uno. Nos hablan de los derechos humanos, de las dos vidas, nos hablan de los derechos humanos de los “manicomializados” y el “derecho” que merecen los usuarios de los servicios de salud mental a estar internados.

Hace años desde distintas organizaciones, pero fundamentalmente de la mano de luchadores sociales como Daniel Verzeñassi [3], se viene cuestionando la compra de voluntades y de cerebros de la mano becas y subsidios de gobiernos y fundaciones internacionales y muchas organizaciones y la academia han comprado esa agenda de prevención de la violencia contra población civil, perdiendo todo carácter crítico y construcción contra-hegemónica. Conscientemente o no, muches han aceptado jugar este juego.

En este nuevo escenario, es necesario comprender y hacerse cargo de estos cambios, renegar de los subsidios contaminados de algunas fundaciones y embajadas, también de fundaciones que reportan a determinados gobiernos, y recuperar la lucha por los derechos humanos como una herramienta de los pueblos, para lo cual resulta necesario dudar de aquello que nos señalan como políticamente correcto para recuperar el pensamiento crítico que nos permita evaluar no sólo la distinta gravedad de las situaciones sino las intencionalidades que, disfrazadas bajo un discurso de los derechos humanos y la “responsabilidad de proteger” a los civiles, hoy solamente buscan un nuevo modo de legitimar el saqueo histórico de los recursos de nuestraamérica y de otros pueblos del tercer mundo, sea por petróleo, litio, agua o biodiversidad, que hoy buscan nuevamente socavar la legitimidad de un gobierno que, con aciertos y errores, asumió el gobierno en medio de una crisis económica y de la deuda sin precedentes, magnificado todo con la pandemia, pero no por ello tampoco abandonar la batalla de las ideas.

Por todo ello, hago un llamamiento a realizar el esfuerzo de ejercer el pensamiento crítico y así dudar cuando señalan que en Nicaragua se violan derechos humanos, que en Venezuela se violan derechos humanos, que en Cuba se violan derechos humanos.

Permítanse dudar críticamente cuando señalan que ha habido un avanece sobre las libertades individuales y se soslayen los avances y conquistas sociales.

Y ahora sí, una vez que lo hagamos, podremos decir “seamos libres que lo demás no imparta nada”.

Notas:

1- Al respeto, luce ilustrativa la actual catástrofe ambiental que sufre nuestra región con los incendios intencionales de humedales, en donde el derecho a la propiedad individual y a la producción pretenden estar por encima del derecho a la salud socio-ambiental (derecho colectivo) de millones de argentinos y argentinas. En tal sentido, la magister en derecho ambiental María Aldana Sasia ha señalado que los derechos humanos son complementarios, pero si insisten en la ponderación de derechos, surge a las claras que el derecho a un ambiente sano contempla a todos los demás, pues sin un ambiente sano los demás derechos devienen impracticables; sin un ambiente sano no hay ejercicio posible del derecho a la salud, a la vida, al trabajo.

2- Al respecto recomiendo el documental irlandés “La revolución no será transmitida”.

3- Daniel Verzeñassi es un histórico político-militante y referente ecologista de Paraná, pionero en denunciar la injerencia de los subsidios envenenados de ciertas fundaciones y embajadas a las organizaciones de la sociedad civil.

Bibliografía de referencia:

–Eric J. E. Hobsbawm: “Las Revoluciones Burguesas”, Editorial Guadarrama / Punto Omega, España 1964.

–Michel Foucault: “Curso del 14 de enero de 1976”, en Microfísica del poder, La Piqueta, Madrid, 1978, página 140.

–Michel Foucault: “Vigilar y castigar. Nacimiento de la prisión”, Siglo XXI, Madrid, 2005, pp. 227

Jürgen Habermas: “La Constelación posnacional”. Ensayos Politicos. Editorial Paidos, 1990.

–Daniel Feierstein: en línea: http://espoiler.sociales.uba.ar/2019/03/22/la-colonizacion-de-los-derechos-humanos/, 2019.

–Stella Calloni – Víctor Hugo Ducrot: “Recolonización o independencia”, América Latina en el Siglo XXI.

–Francis Fukuyama: “El fin de la Historia y el último hombre” (“The end of History and the last man”), Editorial Planeta, Buenos Aires, 1992.

–Enrique Del Percio: “Política o Destino”, Coppal-Argentina, Ediciones Sudamericana, Buenos Aires, 2009.

(*) Abogado. Coordinador del Registro Único de la Verdad de la Provincia de Entre Ríos y miembro de la Liga Argentina por los Derechos Humanos.