JUSTICIA Y POLÍTICA
Las mujeres apuntan a un intocable del oficialismo: García
11/03/2020
El colectivo feminista puso en la persona del procurador general las mayores responsabilidades del femicidio Fátima Acevedo. El reclamo por la salida del experimentado jefe de los fiscales afecta más a la política que al Poder Judicial.
Federico Malvasio
De la Redacción de Página Judicial
El colectivo feminista, si se observa lo que sucede en las redes sociales, está direccionando sus armas. En las últimas horas, ante el silencio absoluto de la dirigencia política, muchas militantes depositaron los reclamos y las culpas en el procurador general de la provincia, Jorge García. El punto de llegada la convocatoria frente a los tribunales para este miércoles.
Lo más viral es un tramo de la conferencia de prensa del domingo, cuando apareció el cuerpo de la joven, en la que el jefe de los fiscales dijo que “cada perverso o psicópata que somete a su víctima es igual que en los casos de abuso sexual, hay víctimas que están predispuestas a estas situaciones”.
No es casualidad que el Poder Judicial sea, de los tres poderes del Estado, en el que menos se haya avanzado en capacitaciones sobre género. Una verdadera lástima que no aprovechen a la vocal Susana Medina, relacionada a organismos internacionales de mujeres juezas.
Que los dardos apunten a García no es un problema para el Poder Judicial, sino para la política. En rigor para el oficialismo. Del procurador dependen todas las causas que preocupan a la dirigencia política. De él depende si en una investigación se avanza, se archiva o, la nueva categoría: se recorta.
La renuncia de García que reclama el colectivo feminista – a la querse está sumando la política con la funcionaria provincial Guillermina Guastavino y el diputado radical Eduardo Solari – solo puede ser por voluntad del propio procurador o a través de un jury, procedimiento que difícilmente satisfaga a las peticionistas. En Casa de Gobierno estarían dispuestos a entregar tres o cuatro bancas de diputados o senadores si se llega a un punto extremo, pero jamás la cabeza del hombre que decide sobre la tranquilidad y el buen vivir de la dirigencia.
Así como a García no se lo toca, a quienes integraron la Legislatura en los últimos 10 años donde desaparecieron 2 mil millones a través de contratos truchos, tampoco. Un poco ahí radica el silencio de uno y otro lado de la Plaza Mansilla. El único que intentó enfrentarlo a él y la ministra Rosario Romero fue el vocal Emilio Castrillón. Voceros de García en la prensa quisieron instalar la posibilidad de un juicio político por las bravuconadas del entonces saliente presidente del Superior Tribunal de Justicia (STJ). Pero a la bomba que dejaron trascender se le mojó la mecha. En el medio empezaron asomar versiones que giraban en torno a negocios con el juego que salpicaba vaya saber a quién. El silencio, aunque un oxímoron, parece darle voz a las versiones.
En caso que se avance con el pedido de dimisiones, Leandro Dato podría ser el indicado. Suma todas las características para ser el chivo expiatorio. Es de origen radical, y como si fuera poco fue defensor de Sergio Montiel. Para avanzar en ese sentido, conversar con algunos radicales no sería una traba. Sacaron a Carlos Chiara Díaz y perdonaron a Claudia Mizawak en un proceso donde las denuncias y las pruebas coincidían. Dato fue defensor del ex gobernador radical cuando éste hacía kirchnerismo, entre otras cosas porque fundó una universidad como la Uader y enfrentó a la corporación judicial, en especial a la Sala Penal. Es una lástima que esa historia no esté en Google, sería un aporte importante para La Cámpora.
Dato es, en todo esto, una especie la Flavia Beckman en la causa de los contratos truchos. Tiene culpas, y muchas. A ambos la impericia los hundió, pero no son los peores del sistema del que tanto se habla por estos días. La causa de los contratos truchos como otras tantas de corrupción atraviesa a operadores de los tres poderes. Dato y Beckman son apenas los pies del monstruo. Son la parte que el sistema se come para sobrevivir.