NARCOTRÁFICO

La curiosa relación entre Tavi Celis y un diplomático

10/01/2020

Los ladrillos de la cocaína que vendían Gonzalo Caudana y Daniel Celis tenían impreso el sello de un delfín. El mismo logo apareció en los paquetes que transportaba el ex cónsul boliviano Diego Fernando Vega Ibarra. Qué significa y a quién remite ese misterioso logo.

La curiosa relación entre Tavi Celis y un diplomático

Juan Cruz Varela
De la Redacción de Página Judicial

 

¿Qué podría vincular a un narcotraficante con un funcionario diplomático? La respuesta es tramposa: un delfín.

El 8 de octubre de 2016, fue detenido Gonzalo Caudana cuando viajaba desde Paraná a Concordia, manejando un Volkswagen Up!, en el que transportaba diez ladrillos de cocaína escondidos en los paneles de la parte trasera del automóvil.

El 2 de mayo de 2018, policías sorprendieron a Lucina Lemos, entonces la pareja de Daniel Celis, cuando se aprestaba a entregar tres panes de cocaína que tenía sobre una mesa redonda en el quincho de su casa, en la zona oeste de Paraná.

El 17 de diciembre de 2019, en un control fronterizo, fue detenido Diego Fernando Vega Ibarra, ex cónsul boliviano en la Argentina, cuando pretendía ingresar al país con ocho ladrillos de cocaína en el baúl de su camioneta. Veintiún días después, el ex funcionario diplomático fue condenado a cinco años de prisión.

Los tres episodios tienen un denominador común: los ladrillos de la sustancia eran similares y tenían impreso el sello de un simpático delfín.

El sello de bajo relieve se ha convertido en la marca que permite identificar a las organizaciones narcocriminales: una conejita, una manzana, escudos de equipos de fútbol, símbolos de superhéroes, una esvástica, un reloj, logos de automotrices, animales o simplemente letras específicas, son algunos ejemplos de marcas que se realizan con la misma prensa con la que se arma el ladrillo de cocaína.

Los panes marcados con bajorrelieve salen así del laboratorio y esa marca no necesariamente corresponde a la calidad de la sustancia, sino más bien indica quién es el productor y, por lo tanto, remite al origen de la cocaína.

En Paraná no es común la detección de marcas porque los ladrillos, generalmente, llegan desarmados; en cambio, es usual encontrar esos sellos en los grandes cargamentos importados de países productores, como Colombia, Perú o Bolivia.

Una hipótesis sobre el origen de la cocaína que comercializaban Caudana y Celis –y también Vega Ibarra– es que hubiera sido producida en laboratorios de Reynaldo Delfín Castedo, detenido, líder de un clan familiar que opera en la frontera argentino-boliviana.

Delfín Castedo enfrenta causas por narcotráfico, asociación ilícita, lavado de activos y está acusado de ser el autor intelectual del homicidio de una pequeña productora rural y comerciante, Liliana Ledesma, el 21 de de septiembre de 2006, luego de que la mujer denunciara el cierre de caminos vecinales en la frontera entre Argentina y Bolivia para dejar la zona liberada al narcotráfico y el contrabando.

El poder económico del clan es incalculable para la justicia argentina. Delfín Castedo era dueño, hasta que fueron decomisadas por la justicia, de dos propiedades linderas que en conjunto suman 28 mil hectáreas en Salta, en el límite con Bolivia, libres de controles aduaneros y con paso directo al país vecino, precisamente, a un extenso campo de 20 mil hectáreas que pertenece a una hermana.

Fue, por ejemplo, el proveedor del mayor contrabando de cocaína de la historia, con cargamentos de droga camuflados en carbón vegetal que salían desde Chaco y llegaban a España y Portugal, a través de través de los puertos de Rosario y Zárate.

También protagonizó una historia increíble hasta el ridículo: un día se presentó un falso Delfín Castedo en el Juzgado Federal de Orán, a cargo de Raúl Reynoso –condenado por encubrir a narcotraficantes a campo de dinero–, declaró en indagatoria y logró que el juez le concediera la eximición de prisión al verdadero Castedo.

Castedo está detenido, al igual que otros integrantes de su familia, pero su marca, el delfín, sigue circulando por varias provincias argentinas.

Delfines en Concordia

Como se dijo, los panes marcados con bajorrelieve salen así del laboratorio y el logo no necesariamente corresponde a la calidad de la sustancia, sino que indica más bien quién es el productor y, por lo tanto, remite al origen de la cocaína. Los hay sobre los envoltorios, como una identificación del distribuidor.

Sin embargo, investigadores admiten a Página Judicial que la marca del delfín es un sello de calidad, cocaína de altísima pureza que luego las organizaciones locales estiran y fraccionan para su reventa al menudeo. Es a lo que se dedicaban Caudana y Celis.

Ya en 2013 se detectaron vínculos de Caudana con el norte argentino. La noche del 15 de febrero, en un procedimiento realizado por Gendarmería en un colectivo que cubre el trayecto que va desde la provincia de Buenos Aires hacia Capital Federal, fue detenido un hombre que transportaba diez ladrillos de cocaína en una mochila. La droga tenía una pureza del 85 por ciento.

Quien llevaba la droga era Juan Víctor Condorí, salteño, entonces de 28 años. “De la compulsa de los mensajes de texto obrantes en uno de los celulares que el señor Condorí tenía en su poder, se desprende también que el mismo estaba en contacto con una persona identificada como ‘Laura’. Esta mujer le enviaba mensajes indicándole un domicilio en la calle Francisco de Bueno 157, Timbre A, Paraná, provincia de Entre Ríos, que se infiere sería el lugar de destino del material que transportaba”, consignó el juez Claudio Bonadío, en el auto de procesamiento de Condorí; sin embargo, no abundó en esa pista.

“Laura” es María Laura Spoturno, entonces pareja de Caudana.

Pasó el tiempo, Caudana entró y salió de prisión, pero siempre mantuvo activa su organización. Hasta aquel día de octubre de 2016 en que fue nuevamente detenido transportando diez paquetes de cocaína, envueltos en papel plateado, cinco de ellos en un papel gris más oscuro, tres con el dibujo de un caballo y dos con las letras KRZ. La droga tenía una concentración del 98,99 por ciento.

Caudana, en este caso, había pactado la entrega de la cocaína con una persona que lo llamó desde José Ingenieros, en la provincia de Buenos Aires; cuando la recibió, unos días después en la zona de El Talar de Pacheco, en cercanías de una planta automotriz; ya la tenía vendida.

Los investigadores no pudieron identificar al proveedor, pero mencionaron que se trataba de un grupo de nacionalidad peruana que operaba desde una villa de la Ciudad de Buenos Aires.

Caudana llevaría los diez kilos de cocaína a Concordia, donde los esperaba Natalia Bonassola, quien le pagaría 120.000 pesos por kilo. Pero la compradora tenía una exigencia:
–Quiero la buena, de la que tiene el delfín –le dijo por teléfono.
Caudana fue categórico en su respuesta:
–Yo siempre vendo de la buena.

Los delfines del Tavi

Tavi Celis perdió su buena estrella el día que decidió incursionar en la política. Fue detenido, perdió un cargamento de más de trescientos kilos de marihuana, buena parte de su organización quedó desarticulada y su economía quedó destartalada.

Su verdadero poder radicaba en que había logrado convertirse en proveedor de los principales emergentes del narcotráfico en la ciudad de Paraná: el Gordo Nico Castrogiovanni, Pokemón (Lisandro) Giménez, Cabeza de Fierro (Fabián González), el Negro (Oscar Aníbal) Siboldi, el Gordo Plástico (Rodolfo Martínez), Morrón (Germán) Herlein y tal vez algún otro.

Su proveedor era Johan Edgardo Arias Quintana, a quien llaman el Mayordomo o Tío, de nacionalidad peruana, a quien Celis dijo no haber conocido nunca y que, según su pareja de entonces, Luciana Lemos, contactó a través de un joven condenado por el tráfico de casi 70 mil pastillas de éxtasis.

Cuenta Lemos que mulas de Arias Quintana trasladaban la cocaína a Paraná, “cuando la droga llegaba se tenía que repartir inmediatamente, antes de las 12 de la noche que salía el colectivo de vuelta a Buenos Aires”, y que ella debía recaudar entre sus revendedores para pagar la carga. Mientras tanto, los enviados de Arias Quintana –en ocasiones su padrastro, su hermana u otras mujeres– esperaban en su casa, en calle Don Segundo Sombra, o en la carnicería Q’ Carne, una pantalla legal de Celis en el barrio Antártida Argentina.

La organización compraba cinco kilos de cocaína por semana y esa cantidad fue en aumento a partir de un acuerdo político con el intendente Sergio Varisco, relanzado en septiembre de 2017. Luciana Lemos dijo que después de eso, con un mayor flujo de dinero disponible, llegó a recibir quince o veinte kilos de cocaína; y un testigo de identidad reservada reveló que gente de Johan llegó a viajar dos veces por semana a la casa de Celis para llevarle estupefacientes.

La adquisición de la cocaína en esas cantidades y dada la forma en que se encontraba fraccionada cuando se produjo el allanamiento en la casa de Luciana Lemos, el 2 de mayo, en forma de panes, hace presumir que era para ser estirada y posteriormente fraccionada para su reventa.

El delfín, una vez más, representaba un sello de calidad, con una concentración mayor al resto de la droga que comercializaba la organización, por ejemplo, aquella que tenía la imagen de una “manzana”, las siglas “HD” o el león de Peugeot.

Así surge de un intercambio de mensajes entre Tavi Celis y su hermano Cholo:
–Son todos delfines los que mandó el hombre –le dice Cholo a su hermano detenido, en referencia a Johan, el proveedor.

Efectivamente, la cocaína hallada en la casa de la Luciana Lemos, “todos delfines”, tenía el sello de calidad y la concentración promedio era del 60,97 por ciento, por lo que la banda la ofrecía a un precio más elevado que el resto.

Buena parte de los miembros del clan Castedo están detenidos, pero el delfín, sello característico de la organización, sigue circulando y eso hace pensar que el negocio tiene sus herederos.