NARCOTRÁFICO
Uno de los dueños del campo dice que la pista era para un avión fumigador
21/10/2019
Omar Horacio Ghibaudo aseguró que una de las personas acusadas de integrar la banda de Daniel Celis le propuso que alquilara un campo de su propiedad para hacer fumigaciones en zonas de monte y que también le prestó un tanque de combustible. Página Judicial reproduce las escuchas telefónicas.
Juan Cruz Varela
De la Redacción de Página Judicial
El narcotráfico tiene rutas consolidadas por el litoral y hay provincias bien podrían ser calificadas como portaaviones, por la cantidad de pistas clandestinas que proliferan en los campos.
Se ha dicho que antes de hacer aterrizar un avión cargado con marihuana en Colonia Avellaneda, los hermanos Daniel y Miguel Celis exploraron otras latitudes para montar pistas de aterrizaje clandestinas: Aldea Brasilera, Aldea Salto, Sauce de Luna, Bovril, Alcaraz y Villa Urquiza fueron algunas opciones; y en ese devenir surgió el contacto de los hermanos Omar y José Ghibaudo, que un miembro de la organización, Luis Orlando Céparo, le habría acercado a Miguel Titi Celis.
Omar Horacio Ghiabudo tiene 53 años, el rostro ajado por haber vivido y trabajado tantos años en el campo, el andar achacoso y algunos problemas de salud que lo hacen parecer mayor que eso; viste como si estuviera en el campo y habla con modismos de tierra adentro. Está acusado, al igual que su hermano José Raúl, de haber aportado a una organización dedicada al narcotráfico la logística para el transporte aéreo de estupefacientes, por haber alquilado sus campos para el aterrizaje de una avioneta cargada con más de trescientos kilos de marihuana; y una manera de colaborar fue mediante la provisión de combustible de alto octanaje que habrían adquirido para hacer la recarga necesaria para el retorno de la aeronave a Paraguay.
Ghibaudo niega terminantemente esa hipótesis y asegura que nunca supo que bajarían droga. Este lunes declaró ante el Tribunal Oral Federal de Paraná, que tiene a su cargo el juicio a los miembros de la organización encabezada por Daniel Celis, con quien supuestamente colaboraba el productor, y al intendente Sergio Varisco, entre otros.
Según dijo, fue Céparo quien estableció el contacto ellos: les propuso alquilarles el campo para hacer una pista que utilizarían para fumigar plantaciones de trigo y montes, tal la versión que había dado antes. “Un día llegó a casa, vio un tanque de combustible y nos dijo se lo alquilemos o se lo prestemos para llevar gasoil para una avioneta que iba a fumigar unos montes en María Grande”, relató ahora ante el tribunal oral.
Se trata de un tanque de combustible de color rojo que, según dijo, habían comprado “dos o tres años antes” y que habían utilizado “dos veces para el tractor” que tenían para realizar tareas en el campo. Lo tenían en un galpón en María Grande, Céparo se los pidió y los hermanos Ghibaudo se lo prestaron porque necesitaban el dinero.
“Otro día volvió Céparo con otro hombre que no conozco. Llegaron en una camioneta pero como no tenían enganche (para el tráiler) nos pidieron que llevemos el tanque a María Grande en nuestra camioneta. Le dije que sí porque me serviría para ver unos animales. Después fuimos a una estación de servicio, cargaron nafta, Céparo pagó en la oficina y volvimos al campo”, relató Ghibaudo. El tanque tenía capacidad para 1.500 litros, pero lo cargaron con 450 litros y habrían pagado unos 10 mil pesos. “El hombre que andaba con Céparo me quiso dar la plata para que cargara el combustible, pero no se la acepté porque no lo conozco. Por eso en la estación de servicio pagó Céparo. Me dijo de hacer una boleta a nombre nuestro pero le dije que no porque no teníamos cómo justificar esa compra de combustible”, acotó el productor agropecuario ante el tribunal.
Ghibaudo no identificó al acompañante. Dijo que no lo conocía, que no volvió a verlo y que no está entre los acusados de integrar la banda de los hermanos Celis.
Cuando se acercaba la fecha de aterrizaje de la aeronave volvió Céparo a hablar con los Ghibaudo, esta vez para pedirles “dejar el portón sin candado para que pudieran entrar porque la avioneta podía llegar en cualquier momento”. El clima retrasó el aterrizaje. “Como llovía guardamos el tanque dentro de un galpón; a nosotros nos gusta cuidar las cosas”, acotó. Ahí fue encontrado el día que aterrizó la avioneta.
Ghibaudo asegura que nunca supo que bajarían droga en el campo, pero en una conversación que mantuvo con María Esther Márquez, una especie de asesora espiritual, acusada de haberlos inducido a alquilar su campo para recibir una avioneta cargada con marihuana, expresa sus temores:
–Ayer vino el muchacho que nos hace el contacto con los aviones… Y sí, pero ha denunciado… bah, ha puesto en vista que vamos a bajar droga allá, el primo que está pegando… –comenta Ghibaudo sobre un primo suyo, Roberto, de María Grande.
–Aja…
–Y bueno, le han avisado a la Policía, le han avisado a los muchachos del avión para que pararan. No sé cómo se han enterado ellos… –continúa Ghibaudo– Como el policía de la comisaría le ha avisado que pararan, que no asentaran el avión todavía…
–¿Y por qué? –se inquieta Márquez.
–Porque tienen miedo de que asienten droga, Doña Esther… y ahora vinieron a ver si podían asentar acá para traer los productos…
–¿En el campo de ustedes?
–Ajá, acá en la casa… –en Colonia Avellaneda, refiere Ghibaudo.
–Y bueno, díganle que sí, no comenten a nadie y que vengan, lo asienten y ya está… –le sugiere Márquez.