NARCOTRÁFICO
La banda de Celis se aprovisionaba por aire, por tierra y por agua
23/09/2019
Lo dijo el comisario Víctor Chanenko, ex jefe de la delegación local de la Policía Federal, en el juicio donde se ventilan supuestas vinculaciones entre la política y el narcotráfico. También aseguró que se utilizaban camiones recolectores para trasladar la droga.
Juan Cruz Varela
De la Redacción de Página Judicial
La organización narcocriminal que lideraba Daniel Celis había preparado una pista de aterrizaje en un campo a ochenta kilómetros de Paraná para que pudiera aterrizar una avioneta cargada con marihuana. Pero no era esa la única opción: también hubo, se sospecha, un transporte terrestre y a través del río habría llegado otro cargamento a la capital entrerriana.
Los datos los aportó el comisario Víctor Alfonso Chanenko, ex jefe de la Delegación Paraná de la Policía Federal entre 2015 y 2016, que tuvo a su cargo buena parte de la investigación que puso fin a una empresa criminal que terminó de desmoronarse el 28 de mayo de 2017, cuando efectivos a su cargo irrumpieron en un campo de Colonia Avellaneda –no aquel que pensaron en primera instancia– en momentos en que los integrantes de la banda descargaban 317 kilos de marihuana de una avioneta. Aunque Página Judicial ya lo había contado hace dos años.
Pero la novela había comenzado a escribirse varios meses antes; y este lunes, ante el Tribunal Oral Federal, Chanenko hizo una radiografía de aquella investigación de varios meses que acabó con esa banda, aunque no con el propio Tavi Celis.
Chanenko fue el primer testigo de un juicio que empezó a levantar temperatura este lunes en la sala de audiencias de la Cámara Federal de Apelaciones de Paraná.
Más temprano, una de las protagonistas centrales de esta historia, Luciana Ernestina Lemos, ex pareja de Celis, cargó fuerte contra Sergio Varisco, al afirmar que hasta el momento en que fue detenida era contratada de la Municipalidad de Paraná, pero que no le asignaban funciones “por orden del señor intendente”.
Lemos fue contratada a partir del 14 de noviembre de 2016 y la contratación se extendió hasta el día que quedó detenida, el 2 de mayo de 2018, pero nunca cumplió funciones: “Pedí que me dieran un trabajo, pero nadie se hacía cargo, me mandaban de un lugar a otro y no me daban nada”, insistió.
La segunda bomba de la jornada provino del lado de Daniel Celis. Su abogado, Leopoldo Cappa, pidió autorización al tribunal para que dos medios de prensa que no identificó puedan ingresar a la unidad penal para entrevistar al jefe narco.
Radiografía de una investigación
Cuenta Chanenko que la investigación se inició entre agosto y septiembre de 2015, a partir de un llamado telefónico anónimo que recibieron en la delegación local de la Policía Federal. Unos días antes, el 26 de agosto de 2015, por casualidad, la Policía de Entre Ríos había encontró 1.772 kilos de marihuana en una caja térmica en el fondo de una vivienda de calle Alemanes del Volga, en el barrio Paracao. El mensaje decía que la droga hallada en la casa de Sergio Daniel Godoy, empleado municipal, había sido llevada hasta allí en un camión perteneciente a la flota de la Municipalidad de Paraná que manejaba una persona a la que solo identificaba por el apodo de Cebolla.
La tarea se centró entonces a chequear la verosimilitud de la información: “Se verificó que había una persona de apellido Leguizamón, apodada Cebolla, que tenía relación con el municipio; se establecieron las relaciones que tenía esta persona y las vinculaciones con Celis”, detalló el jefe policial. Cebolla es Miguel Carmelo Leguizamón, que cumplía funciones en la Unidad Municipal 2.
Al mismo tiempo, la Policía Federal estaba abocada a la búsqueda de Norberto Salvador Pérezlindo, sospechado de estar vinculado a un cargamento de 1.294 kilos de marihuana que la Policía de Entre Ríos había encontrado, también por casualidad, el 18 de agosto en un terreno ubicado en calle Churruarín al final, en cercanías del predio donde se desarrolla la tradicional fiesta de disfraces, dentro de una casilla de chapa que había sido denunciada como robada.
Pérezlindo recién se presentó en el Juzgado Federal el 14 de marzo de 2016, una semana después de que la Policía Federal allanara su domicilio; aunque tareas de inteligencia realizadas con anterioridad lo vinculaban con los hermanos Daniel y Miguel Ángel Celis: frente a su casa estaba estacionado un automóvil Fiat Siena que luego fue interceptado en Concepción del Uruguay transportando drogas, explicó Chanenko ante el tribunal oral.
Fueron esos dos episodios los que dieron origen a los hechos que hoy se están juzgando. En cuanto a Godoy y Pérezlindo, ambos cumplen condenas por el delito de almacenamiento de estupefacientes.
Voces en el teléfono
Las escuchas telefónicas que se sucedieron a partir de ese momento fueron la clave que permitieron desentrañar aquel negocio.
De allí surgieron conversaciones entre Celis y Cristian Javier Silva, un entrecho colaborador suyo y que trabajaba en la unidad municipal, en las que ambos hablaban sobre cuestiones sindicales pero también del negocio de la droga, aunque “elípticamente”, y Celis explicitaba su interés en utilizar “camiones municipales que no tuvieran GPS para trasladar cosas”, sostuvo Chanenko.
En las conversaciones “había menciones a funcionarios municipales” y así apareció el nombre de Griselda Bordeira, entonces al frente de la Subsecretaría de Seguridad y policía provincial.
Hasta que Celis fue detenido, el 9 de agosto de 2016, a raíz de un hecho que se presentó como un intento de asalto a mano armada en una estancia de Las Cuevas. El hecho había ocurrido cinco meses antes en una propiedad vinculada a Leonardo Airaldi, el dueño de la casilla donde estaba la marihuana de calle Churruarín al final. Entonces Bordeira mostró un especial interés por la situación del jefe narco: se contactó con policías de Diamante, hizo averiguaciones sobre el operativo e incluso exhibía un conocimiento de los hechos más preciso que lo que contaban las crónicas periodísticas, según dijo Chanenko, porque el propio Celis le había contado que aquello era un ajuste de cuentas entre narcos y que el dinero sustraído provenía de la venta de drogas, agregó. Por ese hecho, finalmente, Celis terminó condenado a siete años y medio de prisión.
Según dijo el jefe policial, en las conversaciones interceptadas surgía que “Bordeira no quería quedar como la única que hablaba con el narcotraficante”, es decir, la funcionaria “conocía la actividad ilícita de Celis, pero no quería quedar como la única que tenía que hacerse cargo, como la única que tenía vínculo con él” y agregó: “Hablaba del intendente, como que había una relación con Celis de la que no se hacía cargo”.
Un mensaje que Bordeira le envió por esos días al concejal Pablo Hernández resulta revelador:
–No te hagas el pajero que mucho tenés que ver vos también. Ahora te haces bien el pelotudito. No te hagas el pajero conmigo, porque si hay alguien que nos metió en el quilombo, fuiste vos. ¿Te acordás cuando fui y te dije: “Deja de romper las pelotas con Celis que es narcotraficante y nos va a llevar puestos a todos”. “No vende más”, me dijiste vos. ¿O no te acordás que vos lo trajiste al baile? Pedazo de pajero, y ahora te haces el desentendido, boludo…
“Llama la atención su actitud porque cuando un policía tiene conocimiento de un delito debe anoticiarlo a su superior”, acotó Chanenko al tribunal.
Los caminos de la droga
Por lo demás, una consecuencia directa de la detención de Tavi Celis fue que “empezó a tener más preponderancia el hermano”, Miguel Ángel Celis, alias Titi, y desde entonces cambiaron algunas normas de funcionamiento de la banda, explicó Chanenko.
Una novedad que llamó la atención de los investigadores fue “que estaban buscando combustible de avión y querían comprar muchos bidones”, comentó Chanenko. “La excusa era que querían darle mayor potencia a un karting; empezamos a averiguar si tenían karting o corrían carreras y no encontramos que hubieran desarrollado esa actividad”, acotó. “Hasta que surgió el dato de que estaban acondicionando una pista en un campo de María Grande”, agregó. Aunque esa pista no se utilizó y la banda hizo aterrizar la avioneta en el campo de los hermanos Omar Horacio y José Raúl Ghibaudo, en Colonia Avellaneda.
Incluso en las conversaciones interceptadas “hablaban de que podían disponer de maquinarias viales” de la Municipalidad para acondicionar las pistas de aterrizaje, resaltó el comisario Chanenko.
“Estamos seguros de que también hubo un transporte terrestre y en un mensaje de texto quedó registrada una referencia sobre un transporte fluvial”, aseguró el jefe policial.
Tal era el nivel de sofisticación que tenía la organización y, según los investigadores, operaba a gran escala en las ciudades de Paraná, San Benito, Viale, Hernandarias, Nogoyá y Seguí, como así también en Santa Fe, Santo Tomé y Alto Verde.