MISTERIO

Se declaró la “ausencia” de Fernanda Aguirre

28/08/2019

La medida fue solicitada por su padre al solo efecto de continuar con el trámite sucesorio de María Inés Cabrol, la madre de la joven, fallecida en 2010. La medida no genera ningún efecto en la investigación para dar con su paradero.

Se declaró la “ausencia” de Fernanda Aguirre

De la Redacción de Página Judicial

 

La desaparición de Fernanda Aguirre sigue envuelta en un misterio.

Pero hace unos días se produjo una novedad: la jueza de familia María Eleonora Murga declaró la ausencia de Fernanda Aguirre y designó como “curador” a su padre, Julio Domingo Aguirre, a los efectos de la conservación y administración de sus bienes, aunque la medida, de ningún modo produce efectos en la investigación que continúa abierta para dar con el paradero de la joven que hoy tendría 29 años.

La medida fue adoptada ante la presentación realizada por el padre de la joven, quien sostuvo, por medio de sus abogados, que “hasta la actualidad no existen rastros certeros de la ubicación de Fernanda, por lo que se solicita se lo designe como curador de los bienes de su hija a los fines de poder intervenir en el sucesorio de su esposa, y madre de Fernanda, María Inés Cabrol, quien falleciera en fecha 11 de mayo de 2010”.

Es por eso que los operadores judiciales aclararon que la resolución de la jueza Murga no produce ningún efecto en cuanto a la investigación penal del caso ni a la continuidad de las tareas de búsqueda de Fernanda, sino que es únicamente al efecto de proteger sus derechos.

Fernanda Aguirre fue secuestrada el 25 de julio de 2004.

Miguel Ángel Lencina y su sobrino de 14 años estaban en la esquina del acceso a los cementerios, en calle Federación y San Martín cuando Fernanda pasó por allí.

Lencina estaba de paso en el pueblo y a las pocas horas debía volver a la cárcel de Concepción del Uruguay, donde purgaba una condena de veinte años de prisión por un doble homicidio. Esa tarde había salido a pasear con su pareja y su sobrino por el cementerio Parque de la Paz. Ambos contarían que intentó asaltar una florería con un arma, pero ellos lo convencieron de que no lo hiciera.

Algo le dijo a Fernanda cuando pasó y algo le habrá contestado ella:
–Ya vas a ver lo que le pasa a ésta cuando vuelva –se dijo Lencina en voz alta, según contaría luego su sobrino.

Fernanda vestía un pantalón negro, una camperita marrón y zapatillas azules con blanco, llevaba su largo cabello rubio y lacio mojado pero atado, y con una sensación que mezclaba miedo y timidez caminó unos pocos metros hasta el puesto de flores de su madre, que estaba apenas doblando una esquina. María Inés la había llamado para que le llevara tres claveles a una vecina que quería regalárselos a una amiga.

Atemorizada, le pidió a su madre que la llevara en el auto, pero emprendió la vuelta tranquila y confiada en que ella y su hermana María Emilia, que también atendía el puesto de flores, estarían observándola.

Cuando volvió a pasar frente a Lencina, éste se abalanzó sobre ella. La tomó del cuello y la obligó a cruzar desde la esquina hasta un predio abandonado, a media cuadra, donde la geografía está dominada por sembradíos de soja, grandes y añejos árboles y altos pastizales. Lencina le preguntó si sus padres tenían dinero. Lo que pasó después con Fernanda, es parte de una historia desconocida.

Por el secuestro fue condenada Mirta Analía Chaves, que recibió una pena de 17 años de prisión como coautora. Fue ella quien realizó las llamadas a los padres pidiendo el pago de un rescate por la liberación de Fernanda:
–Mire señora, no se preocupe, la nena está bien pero la secuestramos. Debe pagar 2.000 pesos. Déjelos en el Puente de Hierro. Nosotros la volvemos a llamar en una hora –le dijo Chaves a María Inés cuando atendió el teléfono de su casa unas horas más tarde.

Luego llamó otras dos veces y fue Julio Aguirre, el padre, quien entregó el dinero ya entrada la noche en cercanías del Puente de Hierro, sobre Avenida Almafuerte. Lo dejó envuelto en una remera y se quedó un rato esperando en el auto. Lencina y su mujer tomaron el dinero, pasaron por la casa de su familia y se marcharon.

Aguirre llegó a su casa ya en la madrugada del lunes, y a la media hora atendió el último llamado:
–Ya largamos a la chica, ya debe estar llegando a la casa –le dijo Cháves.

Pero Fernanda nunca llegó.

Lencina y Chaves fueron detenidos cinco días después. El hombre negó haber estado en Paraná, pero el 6 de agosto de ese mismo año apareció sospechosamente ahorcado en la celda que ocupaba en la Comisaría Quinta antes de declarar.