CONCEPCIÓN DEL URUGUAY

Condenan a policías por torturar a un hombre en la departamental

27/02/2019

Nueve policías provinciales fueron condenados por haber atacado salvajemente a un hombre en su casa y luego dentro de la Jefatura Departamental, en un hecho que ocurrió el 25 de mayo de 2015.

Condenan a policías por torturar a un hombre en la departamental

De la Redacción de Página Judicial

 

Algunos policías parecen extraídos de otro tiempo y repiten viejas prácticas. Es el caso de los nueve integrantes de la Policía de Entre Ríos, entre ellos un médico, que fueron condenados por el salvaje ataque a un hombre en la Jefatura Departamental de Concepción del Uruguay.

Los jueces Gervasio Labriola, Alejandro Grippo y Gustavo Díaz condenaron a los policías por los delitos de vejámenes –no admitieron que se tratara de torturas–, falsificación de actas e incumplimiento de los deberes de funcionario público, tal como habían solicitado los fiscales Fernando Lombardi y María Albertina Chichi, consignó El Miércoles Digital. Sin embargo, los efectivos continuarán en libertad hasta que la sentencia quede firme.

Las penas más graves recayeron sobre Francisco Celestino Borges, quien fue condenado a cinco años y tres meses de prisión e inhabilitación especial por once años para ejercer como policía; y José Antonio Arias, que recibió una pena cinco años de prisión e inhabilitación por el doble de tiempo de la condena.

Otros tres policías recibieron penas de prisión efectiva: Juan José Asín, Roberto Andrés Ocampo y Leonardo José Povorosnik fueron condenados a tres años y cuatro meses de prisión e inhabilitación por el doble del tiempo.

En tanto, Eloy Fernández y Leonardo Miguel Miño fueron condenados a dos años de prisión condicional –no efectiva– e inhabilitación por cuatro años; mientras que Eduardo Sebastián Troncoso recibió una pena de ocho meses de prisión condicional.

Por su parte, el médico Jorge Rafael Valdez fue condenado a dos años de prisión condicional e inhabilitación especial por cuatro años. En su caso, la inhabilitación, como accesoria de la pena, comprende la prohibición para el ejercicio de la medicina.

Por su parte, el policía Pablo Sebastián Benítez resultó absuelto.

Los abogados querellantes Adrián Cabrera y Manuela Aranda Fernández, que representaban a la víctima, habían solicitado que se condene a los policías por el delito de torturas, pero el tribunal decidió que se trataba de vejaciones, que prevé penas más leves.

Un día de furia

El 25 de mayo de 2015, policías provinciales atacaron en forma brutal a Jorge Adolfo López. Lo que hizo el hombre y que motivó que una horda de policías lo persiguiera, irrumpiera a los tiros en la casa de su hermano, Oscar Aníbal, y se los llevara a ambos detenidos fue filmar un complicado operativo en el que los efectivos pretendían detener a dos chicas menores de edad y un muchacho en un barrio de Concepción del Uruguay.

En el juicio, los policías señalaron a López por haber arrojado una piedra que hirió a uno de los policías que participaban del procedimiento en la plaza pública –algo que no quedó acreditado–, pero nada dicen sobre la violencia que descargaron contra el hombre.

López, en cambio, cuenta otra cosa sobre lo que ocurrió aquel día: “Primero estaba filmando cómo dos chicas menores maltrataban a los policías que se las querían llevar. Después, cuando llegaron otros patrulleros y motos policiales, salí a filmar de nuevo y uno de ellos me lo quiso impedir, pese a que estaba en la vereda”. Entonces comenzaron las agresiones: “Me tiraron gas pimienta en los ojos, me metí a la casa y cuando sentí las explosiones de balas de goma escondí el celular porque creía que estaban enojados por la filmación. Después entraron a la casa y me golpearon en todo el cuerpo estando en el suelo, hasta que me cargaron en la parte de atrás de una camioneta policial”. Un policía reconoció que el gas pimienta no es un elemento que la fuerza le provee a sus efectivos.

La paliza siguió en la camioneta. Entre los golpes e insultos le pedían que entregue el teléfono celular: “¿Dónde está, negro de mierda?”, le decían. Así hasta que llegaron a la Jefatura Departamental.

La camioneta ingresó por la parte de atrás a la sede policial y a los hermanos López los llevaron hasta un pasillo en el que no había cámaras de seguridad donde continuó la golpiza, delante de su hermano, en el piso y estando esposado. “Me ahogaba en mi propia sangre”, recordó López. “Pensé que me mataban. Después ya no sentía dolor en el cuerpo, tenía mucho frío y recuerdo que mi hermano les pedía que dejaran de pegarme”, contó.

Luego se le acercó un médico, Jorge Valdez, que alcanzó a decirle que solo tenía “heridas superficiales”, aseveró López. “Yo estaba todo roto”, acotó.

Al cabo de unos minutos, los policías lo llevaron hasta un patio, lo desnudaron delante de todos –incluso mujeres– y le tiraron agua con una hidrolavadora. En el juicio, un policía dijo que quien manipuló el artefacto habría sido Miguel del Valle, un efectivo que no estaba imputado en la causa. Después del baño le dieron una bolsa y un cartón para que se cubriera, mientras se burlaban de él: “Está linda la nena”, le decían. Hasta que lo subieron a otra camioneta y lo trasladaron a la Comisaría Primera, donde los propios compañeros de la celda pidieron que le brindaran asistencia. Entonces fue revisado nuevamente por el médico Valdez. “Se agarró la cabeza y salió corriendo cuando vio en el estado en que estaba”, recordó López. Recién ahí se dispuso que fuera internado en un hospital.

La situación fue más allá porque los policías, para encubrir su proceder, intentaron justificar la detención de López con una imputación por un delito que tenía como víctimas a menores de edad, del que finalmente fue sobreseído y motivó una imputación por falsificación de documentos públicos para los efectivos.

El calvario, sin embargo, persiste hasta estos días: López aseguró que todavía tiene pesadillas y sigue bajo tratamiento psicológico por aquella salvajada policial de hace cuatro años.

 

Informe y foto: Jorge Díaz, de El Miércoles Digital.