“El melli era un botín de guerra, era el hijo de Tucho Valenzuela”
06/08/2018
De la Redacción de Página Judicial El robo de bebés durante la dictadura tuvo en Paraná cómplices civiles, médicos que prestaron su colaboración para la sustracción y sustitución de identidad de los hijos mellizos de Raquel Negro y Tulio Valenzuela. La historia se remonta a cuarenta años atrás; y a partir de este lunes comenzará
De la Redacción de Página Judicial
El robo de bebés durante la dictadura tuvo en Paraná cómplices civiles, médicos que prestaron su colaboración para la sustracción y sustitución de identidad de los hijos mellizos de Raquel Negro y Tulio Valenzuela.
La historia se remonta a cuarenta años atrás; y a partir de este lunes comenzará a revivirse en el juicio a los médicos Miguel Alberto Torrealday, David Vainstub y Jorge Eduardo Rossi, propietarios del Instituto Privado de Pediatría (IPP).
El 2 de enero de 1978 Raquel Negro, con un embarazo avanzado, y Tucho Valenzuela fueron secuestrados en Mar del Plata y trasladados al centro clandestino de detención Quinta de Funes, en las afueras de Rosario.
El parto se produjo el 3 de marzo en el Hospital Militar de Paraná, fue atendido por médicos que no pertenecían al nosocomio y tras el alumbramiento del varón, la madre lo arropó durante unos instantes hasta que unos hombres se lo llevaron; luego nació la nena.
Enseguida, los mellizos fueron internados como NN en la sala de terapia intensiva, porque supuestamente presentaban problemas respiratorios y cardíacos. Al día siguiente la nena fue derivada al IPP y seis días más tarde ingresó el varón. Permanecieron hasta el 27 de marzo en que recibieron el alta. La nena fue dejada esa misma noche en el Hogar del Huérfano y luego dada en adopción legal. Hoy se sabe que se trata de Sabrina Gullino, que recuperó su identidad en 2008. El varón continúa desaparecido.
“Hay muchas pruebas para juzgar a los imputados, pero a nosotros como familia nos interesa que este proceso sirva para abrazar a nuestro hermano y de alguna manera reparar todo este daño”, se esperanzó Sabrina en diálogo con el programa 5 Esquinas, que se emite por Radio Costa Paraná.
El pacto de silencio
El rol de los médicos había surgido en el juicio celebrado en 2011, en el que fueron condenados los integrantes de la patota del Destacamento 121 de Rosario, a partir de los testimonios de las enfermeras del Hospital Militar y del Instituto Privado de Pediatría.
Los médicos fueron un engranaje central, los cómplices civiles del poder militar: se los acusa por de haber permitido el ingreso y permanencia de los mellizos en la sala de neonatología del IPP, donde estuvieron internados con nombre falso la niña (Soledad López) y sin nombre el varón (NN López); y también de haberles dado el alta médica, autorizar su egreso administrativo y la entrega a personas que no eran familiares ni ostentaban ningún poder legal sobre ellos sin dar aviso a un Juzgado de Menores.
“Las enfermeras permitieron reconstruir lo que ocurrió desde el nacimiento en el Hospital Militar hasta la derivación al IPP, y siempre fue la cúpula médica la que sostuvo el pacto de silencio”, aseguró Gullino. “Pero también hay huellas, registros, que hablan de lo que pasó, por ejemplo, el libro de ingresos y egresos del IPP, que nos permite pensar que los médicos tenían conocimiento de lo que pasaba y que la suya no era una clínica de puertas abiertas en la que cualquiera profesional iba e internaba un chico, como dicen”, acotó.
Según los libros, los mellizos fueron derivados desde Hospital Militar; la nena ingresó el 4 de marzo bajo el nombre de “Soledad López” y el varón fue ingresado el 10 de marzo y anotado como “NN López”. Permanecieron hasta el 27 de marzo en que fueron dados de alta. “¿Saben qué día era 27 de marzo? El lunes después del feriado largo de semana largo de Semana Santa. ¡Mira si ese alta no estaba planificada!”, resaltó Gullino. En los registros también quedó constancia de que el “Hospital Militar” pagó 72 mil pesos de esa época por la atención de la nena y la mitad por el varón. En cambio, no quedó asentado quien los ingresó ni quien los retiró.
“En todo ese año no hay ningún otro caso de niños provenientes del Hospital Militar, salvo otro par de otros mellizos; todos los otros niños provenían de otras clínicas y en los libros quedó asentada toda la información”, apuntó Gullino en otro tramo de la entrevista.
La hija de Raquel Negro y Tucho Valenzuela también hizo hincapié en una duda: dónde estuvo el mellizo varón en los seis días que pasaron hasta su internación en el IPP. “Eso siempre fue una incógnita, y en este último tiempo recibimos una información que indicaba que al melli lo habían regresado al Hospital Militar. En marzo 2013, en una entrevista con Torrealday (y también Vainstub, Rossi y Ángel Luis Schroeder, fallecido), para pedirles que nos ayuden en la búsqueda, dijo: ‘Tu hermanito entró descomplejizado (al IPP); a los seis días los bebés suelen tener apnea o se ponen amarillitos o se descompensan por algún problema de nutrición y seguramente lo han ingresado por ese tema al sexto día’. Cuando a mí me llega la información de que el melli había vuelto al Hospital Militar, pienso lo siguiente: nosotros nacimos en el Hospital Militar; a mi mamá la tuvieron secuestrada dos meses en la Quinta de Funes, dos meses para planificar a quién entregarle el bebé varón, nace el bebé varón, se lo entregan a una familia y esa familia queda por acá, cerca de Paraná. Cuando tienen esos problemitas menores, a los seis días vuelven al Hospital Militar, y ellos levantan el teléfono y lo mandan adonde estaba la nena. Ahí no hablan con cualquier médico, sino con los jefes, que son los que tienen el poder de decisión sobre todas las cosas que pasan ahí dentro”, reconstruyó.
Gullino sostuvo además que “la dictadura no inauguró nada nuevo con el plan sistemático de apropiación de menores. Era común decirles a los padres que el bebé había muerto y que ese bebé entrara en el tráfico de chicos. En este caso, dijeron eso mismo, pero el varón estaba recontra ubicado (…) porque era el botín de guerra que estaban esperando, era el hijo de Tucho Valenzuela, que era un jefe montonero en la zona”.