Un jefe narco tenía 61.000 pesos en un extractor de aire en su cocina

18/05/2017

Juan Cruz Varela La investigación que permitió desarticular a una importante banda de narcotraficantes que operaba en las localidades de Concordia, Colón y Concepción del Uruguay –en complicidad con integrantes de fuerzas policiales y de seguridad– se inició casi de casualidad, una mañana desapacible en la costanera de Colón. Juan Cruz Varela La investigación que


Juan Cruz Varela

La investigación que permitió desarticular a una importante banda de narcotraficantes que operaba en las localidades de Concordia, Colón y Concepción del Uruguay –en complicidad con integrantes de fuerzas policiales y de seguridad– se inició casi de casualidad, una mañana desapacible en la costanera de Colón.

Dos agentes de Prefectura que patrullaban el río se acercaron hasta el lugar donde un hombre completaba las tareas de desamarre, comenzaron a hacerle preguntas y terminaron detectando un cargamento de 42,92 kilos de marihuana y 3,36 kilos de clorhidrato de cocaína que Carlos Antonio Callero, alias Pelado o Churo, pretendía llevar en lancha hasta la República Oriental del Uruguay.

Ese 27 de septiembre de 2013 comenzó a gestarse la caída de la banda que lideraban Mario Roberto González y Alejandro Javier Caire, aunque habría que esperar dos años para que eso se concrete.

Ambos están siendo juzgados, junto con otras trece personas, entre las que hay familiares suyos, un policía provincial, policías federales y un gendarme, como integrantes de una asociación ilícita dedicada a la venta de cocaína y marihuana.

La punta del ovillo

Tras el arresto fortuito de Callero surgió su vinculación con Javier Alejandro Caire, a quien la Policía conocía del negocio de desarmaderos y comercio de autopartes en Concepción del Uruguay.

En principio, el automóvil Fiat Duna que conducía Callero, al cual estaba enganchado el tráiler con la lancha donde escondía la droga, estaba a nombre de Nicolás Alberto Stur, primo de Caire, y éste había sido el propietario anterior del vehículo. Además, Callero y Caire eran concuñados, ya que las parejas de ambos son hermanas entre sí. En la continuidad de la investigación se pudo determinar que Stur y Néstor Javier Neuvirth tenían contacto directo con Caire, trabajaban con él en un taller mecánico y eran los encargados de transportar la droga desde Buenos Aires hasta Concepción del Uruguay, para luego distribuirla en las distintas bocas de expendio; y Neuvirth, además, era una especie de presta-nombre de Caire para ocultar la compra de bienes con el dinero del narcotráfico.

Las escuchas telefónicas posteriores permitieron reconstruir el organigrama de la banda. González y Caire fungían como organizadores, es decir, quienes detentaban el liderazgo operativo, aportaban la infraestructura, medios económicos, logística y asignaban funciones al resto de la organización. Eran socios en partes iguales en la venta de drogas y se distribuían geográficamente el territorio: González manejaba el negocio en Concordia y Caire lo hacía en Colón y Concepción del Uruguay.

Una casa bien

La capacidad económica de la organización era tal que Caire, que se presenta como dueño de un taller mecánico y dedicado a la compra y venta de repuestos, tenía un BMW a su nombre; un Chevrolet Onix a nombre de su pareja, Nadia Soledad Maidana, para el que contaba con una cédula azul que lo autorizaba a conducirlo; un Ford T de colección y una lancha, entre otros vehículos.

Caire vivía en una especie de cabaña de dos plantas, con “varios plasmas”, según dijo un testigo, con un amplio parque en el barrio La Escondida, en las afueras de Concepción del Uruguay, en medio de otras “casas de buena pinta”, como diría el testigo.

Allí, la Policía encontró 61.000 pesos escondidos en una campana extractora de aire de la cocina. Un testigo de aquel procedimiento contó este miércoles ante el tribunal oral que “el policía que buscaba alumbró con una linterna dentro de la campana, llamó a todos y mostró lo que había; después lo sacaron”. El hombre dijo que le llamó la atención que “la campana no tenía salida al exterior” y recordó que los billetes estaban acondicionados “en fajos”. Otro testigo ratificó que la plata “era bastante, mucha, y estaba toda ahí dentro”.

En el procedimiento también se encontraron “una pistola en una mesa del luz y una escopeta debajo de la cama”, y un documento de identidad a nombre de Pablo Alejandro Almada pero con la foto de Caire. Un testigo dijo que el DNI “estaba en la parte superior de la casa” y que cuando se lo mostraron a la novia de Caire, que estaba en ese momento allí, “ella dijo que la persona del DNI era su pareja” y lo identificó por su nombre completo.

Caire, que unas horas antes de aquel allanamiento había sido demorado en la ruta volviendo de Buenos Aires, fue detenido dos días después, el 14 de mayo de 2015.

La fábrica de helados

Otra característica era que la estructura organizacional estaba constituida por grupos familiares. Se cree, por ejemplo, que Orlando Daniel Caire, el padre de Javier, dueño de una distribuidora de helados, prestaba los galpones de su negocio para el almacenamiento la droga, aunque en el allanamiento no se encontraron vestigios de estupefacientes.

Los testigos de aquel procedimiento contaron que la Policía recorrió el extenso galpón con un perro adiestrado en la detección de narcóticos y el único sobresalto lo tuvo en el automóvil BMW, que estaba allí guardado. “El perro empezó a rasquetear y marcó un olor muerto en la parte trasera, detrás del asiento del acompañante”, explicaron dos testigos, casi con palabras calcadas.

Lo que sí encontraron en el galpón fue algo no menos importante y revelador: en el compartimento donde se aloja el motor de un freezer estaban las llaves del BMW y dos fajos de dinero, uno que totalizó 70.000 pesos y otro de 22.000 pesos.

Una misa inconclusa

Además, en la audiencia de este miércoles declararon testigos del procedimiento realizado en la casa de María Isabel González, la madre del Gordo, donde también vivía Rosana Tenis, que es hermana del jefe narco. Ambas están acusadas de integrar la asociación ilícita.

En rigor, eran tres casas que compartían el mismo terreno y en el procedimiento se secuestró cocaína, dinero en efectivo y dos balanzas de precisión, entre otros elementos. La droga y el dinero, según contaron los testigos, estaban escondidos en un cajón de una mesa de luz del dormitorio de la madre de González, “envuelto en una media”.

Un dato curioso que aportaron los testigos fue que cuando la Policía irrumpió para hacer el allanamiento estaban celebrando una especie de misa umbanda, con un pai “que estaba descalzo y vestido con pantalón, camisa y sombrero”, según dijo uno de ellos.

Fuente: El Diario.