Le mintió al fisco para importar una Ferrari y un año después la vendió

13/05/2017

Juan Cruz Varela El caso remite enseguida al de aquel presidente que conducía una joya de un rojo furioso con el símbolo del cavallino rampante. Un hombre, que no es aquel jefe de Estado, está siendo investigado por el contrabando de una Ferrari 360 convertible valuada en 100 mil dólares, en principio, bajo el amparo


Juan Cruz Varela

El caso remite enseguida al de aquel presidente que conducía una joya de un rojo furioso con el símbolo del cavallino rampante.

Un hombre, que no es aquel jefe de Estado, está siendo investigado por el contrabando de una Ferrari 360 convertible valuada en 100 mil dólares, en principio, bajo el amparo de un régimen de importación de automotores usados, que luego se determinó que no era sino una artimaña para evadir impuestos.

Por el hecho fue procesado Santos Diego Funes y en los próximos días también podría serlo su padre, Julio César. El delito que se les achaca es haber impedido o dificultado el servicio aduanero, con el propósito de someter el automóvil a un régimen distinto al que correspondía.

Para decirlo en términos coloquiales, Funes padre ingresó la Ferrari al país acogiéndose a beneficios impositivos contemplados para quienes vuelven a residir definitivamente; pero no cumplió de forma fehaciente con ese retorno para vivir de forma permanente. Su hijo, en tanto, fue quien realizó la nacionalización del automóvil de alta gama en los registros públicos, lo inscribió a su nombre y terminó vendiéndolo a una tercera persona, beneficiándose de ese modo de la nacionalización de la Ferrari e infringiendo la normativa aduanera.

Las patas de la mentira

La importación de vehículos usados se autoriza si los propietarios son ciudadanos argentinos con una residencia en el exterior no menor a un año y que retornen para vivir definitivamente en el país o si los automotores pertenecen a ciudadanos extranjeros que obtengan su derecho de radicación en el país.

Aparentemente, Julio César Funes cumplía con esos requisitos y por eso la Administración Federal de Ingresos Públicos (AFIP) autorizó el trámite. Pero el hombre solo estuvo dos días en el país y delegó las diligencias posteriores en su hijo: Diego fue el apoderado, realizó la inscripción del automóvil y abonó los impuestos.

Finalmente, el 15 de diciembre de 2010, la Aduana Paraná le concedió el permiso para la nacionalización de la Ferrari.

Ahora bien, la normativa aduanera establece que una vez nacionalizado un vehículo no puede ser transferido hasta un año después de su ingreso al país y el beneficiario es el único autorizado a conducirlo durante la vigencia de dicho plazo.

La Justicia Federal acreditó además que Diego Funes gestionó dos cédulas azules para la conducción de la Ferrari –una de ellas para él mismo–, a pesar de que sabía que en el período de la solicitud el automóvil solo podía ser conducido por su titular, es decir, por su padre. Y pasado el año que establecía la normativa, el Funes hijo realizó la verificación técnica del vehículo, firmó el Formulario 08 y le vendió la Ferrari convertible 360 F1 Spider a una tercera persona.

Hace unos días, la Cámara Federal de Apelaciones confirmó el procesamiento de Funes hijo. “Se encuentra acreditade, con grado de probabilidad propio de esta etapa, la responsabilidad de Santos Diego Funes en el ilícito investigado”, expuso el tribunal integrado por Daniel Alonso, Cintia Gómez y David Chaulet.

La sospecha, a estas alturas, es que Julio César Funes en realidad nunca tuvo intenciones de radicarse definitivamente en el país. Así lo explicitó el fiscal Ricardo Álvarez. El hombre, en su defensa, dice que debió viajar de urgencia a Estados Unidos por la detección de un cáncer, del que milagrosamente se recuperó. Unas semanas atrás fue citado por la justicia a dar explicaciones. Podría correr la misma suerte que su hijo.

Fuente: El Diario.