Las escuchas telefónicas complican a policías que hablaban con narcos

11/05/2017

De la Redacción de Página Judicial Las escuchas telefónicas constituyen un elemento central para investigar delitos, y fueron clave en la causa que permitió desarticular una banda que manejaba buena parte del negocio del narcotráfico en Concordia, Colón y Concepción del Uruguay e incluso también exportaba drogas a la República Oriental del Uruguay. De la


De la Redacción de Página Judicial

Las escuchas telefónicas constituyen un elemento central para investigar delitos, y fueron clave en la causa que permitió desarticular una banda que manejaba buena parte del negocio del narcotráfico en Concordia, Colón y Concepción del Uruguay e incluso también exportaba drogas a la República Oriental del Uruguay.

Mario Roberto González, uno de los cabecillas de la organización, se movía entre Concordia y Buenos Aires. Vivía con su esposa, Elsa Cristina Caram, en un departamento primer piso de la calle Pilar 747, en el barrio porteño de Liniers. Su socio era Javier Alejandro Caire, que regenteaba un taller mecánico en Concepción del Uruguay como fachada de un negocio en expansión. Debajo de ellos, había una estructura constituida por grupos familiares, lo que daba la característica de ser un grupo cerrado.

El policía Hugo Llanes, que trabajó en la investigación, contó este miércoles ante el Tribunal Oral Federal que las escuchas telefónicas permitieron reconstruir el organigrama de la banda, identificar nombres, determinar vínculos y roles de los integrantes.

Así también se pudo determinar que el Gordo González, como le dicen, había establecido una red de protección a partir de los vínculos que, se sospecha, tenía con el policía provincial Mario Alberto Núñez, uno de los jefes de la Dirección de Toxicología; los policías federales José María Gómez y Sergio Andrés García; y el gendarme Carlos Francisco Acosta, que están sentados en el banquillo de los acusados.

Llanes explicó cómo fue el proceso para obtener los números telefónicos de las personas bajo investigación: “Lo de González fue complicado, pero lo terminamos sacando porque en las conversaciones se decían apellidos, él le decía Cris o Cristina a su esposa, tratamos de chequear apodos y contrastarlo con la información que estaba en las redes sociales; a los funcionarios de las fuerzas policiales y de seguridad los identificamos porque muchos hablaban por líneas de teléfonos que tenían a su nombre; a Caire lo identificamos porque había publicado su número personal en Facebook cuando quería vender un vehículo”

El policía contó que “González hablaba con cuatro números con característica de Concordia” y que el trato difería según las personas con las que se comunicaba.

La relación con su socio era distinta: “Las conversaciones con Caire eran en otro tono, hablaban muy puntualmente y era evidente que se referían a droga y dólares”, describió el policía. Cuando hablaban entre ellos se nombraban como “ey man” o “mancito”, acotó.

La tercera pata de la organización eran los policías que están sospechados de haberle brindado protección. El policía contó que “con los funcionarios de las fuerzas de seguridad, González intercambiaba información; y manejaba esa información a gusto y piacere” y agregó que el narcotraficante “sacaba datos de un lado y otro y se los pasaba a los integrantes de las fuerzas, al margen de cualquier relación”.

En la audiencia se transmitieron conversaciones entre los integrantes de la banda luego de que el gendarme Acosta le advirtiera a González sobre una serie de allanamientos que habría el 16 de abril de 2015, que en principio pensaron que podría tener vinculación con el narcotráfico.

Después de recibir el alerta, González avisó a sus allegados:
–Me llamó el Cholo (como le dicen a Acosta) y me dijo que me quedara tranquilo por lo de mañana. Pero te aviso para que saques todo, plata y vehículos. Me dijo que es por enriquecimiento ilícito, por la ley 23.737 –le advierte González a su esposa, Caram.
–Eso es para mí, papá –se asusta ella.
–Es un allanamiento nomás, no es para vos; si vos trabajás todo el día mi amor. Es para que tengas cuidado nomás. Yo le dije que estaba acá y él me dijo que no me largue.

Luego, González llamó a Caire para ponerlo en alerta:
–Hacé desaparecer todos los autos y quedate con un cachivache nomás. El Cholo no sabe si es para nosotros. Yo le dije a mi mujer que guarde la plata –le dijo González.
–¿Cómo es? Si vienen y no encuentran nada, no pasa nada, ¿no? –le pregunta Caire.
–No tienen que encontrar nada, porque si no, te sacan todo.

La misma advertencia le hace luego el Gordo a María Isabel González y Rosana Isabel Tenis, su madre y su hermana, quienes regenteaban kioscos de venta de droga al menudeo en sus domicilios de Concordia.

Las escuchas telefónicas también develan el esquema de protección que tenía González a partir de sus vinculaciones con los funcionarios públicos. En un momento, por ejemplo, los policías federales le advirtieron al Gordo que desde el Juzgado Federal de Concepción del Uruguay habían dado órdenes de profundizar las investigaciones para su captura e intentó chequearlo con el gendarme Acosta:
–Escuché esta misma versión que me contó el Negro Gómez, dice que Barraza me pidió, quiere que me busquen, que estuvieron espiándome a ver si salía. Eso mismo le contó el Negro Gómez al Guau la otra vuelta. No sé si será verdad o será para sondearme, porque lo mismo le dijo al Guau. Para mí que es un palazo que están tirando –le dice González.
–¿Y por qué no lo hizo entonces? ¿Por qué no te agarró?
–Pero claro, ¿por qué no lo hizo? Para mí que están tirando palos –insistió González.

El aludido “Negro Gómez” es el policía federal José María Gómez; a quien mencionan como “Guau” es el otro policía federal, Sergio Andrés García, apodado Perro; y la persona a la que mencionan como quien instó a la detención de González es José María Barraza, el secretario penal del Juzgado Federal de Concepción del Uruguay.

Fuente: Análisis Digital.