Núñez atribuyó su detención a una interna policial y apuntó al subjefe

20/04/2017

Juan Cruz Varela El policía provincial Mario Núñez rompió el silencio en la segunda jornada del juicio contra quince personas acusadas de integrar una asociación ilícita dedicada a la venta de cocaína y marihuana en Concordia, Colón y Concepción del Uruguay, y de contrabandear drogas hacia la República Oriental del Uruguay. Juan Cruz Varela El

Núñez atribuyó su detención a una interna policial y apuntó al subjefe


Juan Cruz Varela

El policía provincial Mario Núñez rompió el silencio en la segunda jornada del juicio contra quince personas acusadas de integrar una asociación ilícita dedicada a la venta de cocaína y marihuana en Concordia, Colón y Concepción del Uruguay, y de contrabandear drogas hacia la República Oriental del Uruguay.

Núñez –al igual que dos policías federales y un gendarme– está acusado de haberle brindado información y protección a los cabecillas de la organización a cambio de dinero; pero también de desarticular kioscos de droga que constituían una competencia con información que le suministraba el propio líder de la banda.

Lo primero que dijo Núñez en su declaración ante el Tribunal Oral Federal fue que no pertenece “a ninguna organización con el señor (Mario Roberto) González” y acto seguido habló de “irregularidades que se han cometido en estas actuaciones, no solo incumpliendo el principio fundamental que es el derecho a la inocencia y que fue avasallado desde el primer momento”, entre las cuales mencionó “amenazas” que sufrió su familia y el robo de su computadora personal en la oficina que ocupaba en la Dirección de Toxicología.

En su indagatoria, el ex jefe de la División Operaciones de Toxicología prendió el ventilador y aseguró que su detención fue una puesta en escena montada por quien entonces era su superior inmediato, José Lauman, actual subjefe de la Policía de Entre Ríos, con quien estaba enemistado desde la década del ochenta. “Van a tener que explicar todo lo que han dicho, van a tener que presentar las pruebas de todo eso que dijeron; y Lauman tendrá que explicar por qué dijo que yo era un delincuente, un narcopolicía, que me relacionaba con gente de Santa Fe y que era un tipo peligroso porque andaba con el arma reglamentaria cargada”, inquirió. “Lauman dijo a los medios que yo ganaba 300.000 pesos mensuales del narcotráfico; tendrá que traer pruebas de eso”, agregó en otro tramo de su declaración.

Lauman y el resto de los investigadores de la Dirección de Toxicología contra los que apuntó sus cañones Núñez están citados a declarar la semana próxima ante el Tribunal Oral Federal.

El informante

Núñez fue detenido el 12 de mayo de 2015 en la sede de la Dirección de Toxicología, en calle Villaguay 245 de Paraná, donde cumplía funciones. A través de escuchas telefónicas se determinó que tenía un intenso contacto telefónico con González, uno de los líderes de la organización, quien se encontraba prófugo desde 2008.

La explicación que dio el jefe policial es que lo tenía como un “informante” suyo, como otros, pero que no lo conocía ni sabía su nombre. “No es ninguna novedad que trabajaba con informantes identificables y anónimos; toda la vida fue así, siempre trabajé en la calle, siempre daba mi teléfono celular y recibía informaciones que daba a conocer a mis subalternos y a mis superiores”, aseveró. En todo momento insistió en que desconocía la identidad de su informante: “¿Cómo iba a saber yo que hablaba con González?”, se excusó ante la insistencia de los jueces.

La explicación pareció ingenua para un oficial con treinta años de servicio.

–¿Sabía usted que Mario González estaba prófugo de la justicia? –quiso saber el fiscal José Ignacio Candioti.
–Tenía un pedido de captura… Lo llevamos al Juzgado Federal (de Concepción del Uruguay), después lo liberan y más tarde largan el pedido de captura…

–¿Qué pensó cuando se enteró que la persona con la que usted hablaba era Mario González? –lo inquirió enseguida.
–Se me vino todo abajo… –le contestó escueto Núñez.

–¿Cuál cree usted que era la motivación de González para darle la información que le brindaba? –le insistió Candioti.
–No lo sé cuál sería su motivación, no estoy en la cabeza de González –fue la respuesta que ensayó el policía.

Aquella detención a la que aludió Núñez se produjo el 24 de agosto de 2006 y terminó con la condena de González el año pasado a cuatro años y seis meses de prisión.

Una voz en el teléfono

El 31 de marzo de 2015 se dio la siguiente entre Núñez y González. El jefe narco llama al policía a un teléfono oficial, provisto por la Dirección de Toxicología, para pasarle información sobre un lugar donde se vendía droga en Concordia.

–Hola –le dice González.
–Loco, ¿cómo te va? –contesta Nuñez al otro lado de la línea.
–¿Cómo andás pariente? –se anima entonces el Gordo.
–Bien viejo, bien. ¿Qué te pasó?
–Ayer, ¿recibiste el mensaje que te mandé o no?
–No.
–¿No recibiste?
–No, no.
–Por eso te llamo, porque me pareció raro. Ayer te mandé que si te servía algo de la Tica.
–Ah.
–Porque viste que la Tica tenía un marido que era uruguayo.
–Sí.
–Bueno, está en el barrio Salto Nuevo Oeste, en la calle Guabiyú y Treinta y tres, no sé bien la casa porque no dejó que el remís llegara hasta la puerta. El gurí se bajó a la vuelta y llevó ropa.
–Aja.
–Bueno, te tiro por las dudas, si te sirve. Me tiraron esa.
–Listo. Sí, yo tengo gente allá.

Cuatro días antes, la Policía había allanado la casa de Gladys Beatriz Miño, alias Tica, pero la mujer no se encontraba allí, y para el día de la comunicación telefónica permanecía prófuga. En cambio, fue detenida su hija. Ambas terminaron condenadas el año pasado a cuatro años y dos meses de prisión por delitos de narcotráfico.

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Luego la conversación continúa y González le aporta a Núñez información sobre otro punto de venta de droga.

–Bueno, escuchá, bien enfrente del Carrillo, por si te sirve, hay una minita nueva. Vos te acordás de aquellos bolivianos que tienen ahí el Martín Fierro –continúa González.
–Aja.
–En Guabiyú y Sargento Cabral, bien en la esquina.
–Sí, sí, sí.
–Si pasas por ahí te vas a dar cuenta porque está lleno de albañiles trabajando, están agrandando la casa, haciendo muros toda la vuelta.
–Aja.
–Bueno, ahí, posta está todo guardado de lo que el hombre de allá de Lamadrid y Espejo…
–¡A la mierda!
–Y escuchá. Hay un poli de la (Comisaría) Segunda que tiene un Gol gris que va todos los días ahí a buscar.
–Bueno, está bien.
–Esta es la minita, no sé si vos fuiste en Salto uruguayo, cuando pasás la vía cerca del polideportivo, yendo desde acá hasta el Club Hípico, del lado del río, cuando llegás a la vía te metés así, doblás y está el eucaliptal, ¿te acordás?
–Ah, sí…
–Qué está la vieja Holace…
–Sí, sí, 347, sí.
–Bueno, esa, esa. Se mudó acá y sabés de quién es todo eso, le dicen Lobo feroz, ya sabés
–Aja.
–Pero te digo, tengo uno que entra y sale ahí, posta. Tiene ahora en este momento dos ladrillitos, porque el loco bajó a guardar ahí. Si te sirve, bien, cualquier cosa te tiro.
–Listo, gracias loco.
–Bueno, carnal.
–¿Vos andás por acá por la zona o qué? –le pregunta entonces Núñez, abandonando por primera vez los monosílabos.
–Si, por tus pagos –le responde González.
–Ah, listo, está
–Si me necesitas para algo, avísame –se anima el jefe narco.
–Sí, sí, está. Al pelo.
–Dale, un abrazo.
–Chau viejo, un abrazo.

Núñez insiste en que no sabía el nombre de su “informante” y se escuda en que “sólo escucho”. Respecto de la aseveración que le hace a González sobre si “andás por acá”, ensaya una explicación diciendo que lo intuyó “por la característica del teléfono que era 0345” y luego agrega que González le aporta información que él mismo “había estado buscando en el barrio Martín Fierro, por eso la referencia a si estaba en Concordia”.

El Aveo blanco

Más adelante en su indagatoria, Núñez volvió a la carga contra los investigadores policiales, a los que acusó de “inventar” una vinculación con el jefe narco. “Como no hay pruebas para comprobar que tenía una relación con González me relacionan con la señora de González (Elsa Cristina Caram), diciendo que ella era mi informante, y no solo eso, dicen también que era mi amante; después van más allá todavía con esta burrada y dicen que como mi señora es de apellido González está vinculada con Mario Roberto González, que son familiares, y la confirmación de eso sería que mi nucleo familiar vive cerca del barrio donde vive la madre de González (María Isabel González). Todo sin corroborar nada. Pero fueron más allá todavía y dijeron que yo tenía una amante y que le había comprado una casa y un auto”, enumeró Núñez en su monólogo defensista.

Durante la investigación también se captaron conversaciones entre González y Javier Alejandro Caire, el otro jefe de la organización, quienes hablaban de Núñez como “el amigo Mario”, “el amigo de Paraná” o “el del Aveo blanco”, en referencia al automóvil que la Policía le proveía al jefe policial para que se movilice.

Núñez aseguró que nunca manejó un Chevrolet Aveo de color blanco –contra los dichos de varios policías que trabajaban con él– y presentó como prueba el sumario administrativo que le hizo la División Asuntos Internos de la Policía, tras su detención, donde consta que en la Dirección de Toxicología había dos Chevrolet Aveo de color blanco que eran utilizados por Fernando Alsina y José Lauman, director y subdirector de Toxicología, e incluso dijo que “el chofer de Alsina se llamaba Mario”.

“Desde marzo de 2012 hasta la fecha de mi detención no se encontró que haya usado el famoso Aveo blanco; yo tenía un Renault Symbol y cuando iba en comisión andaba en una Ford Courier”, aseguró Núñez.

A partir del próximo martes comenzará el desfile de testigos, pero la causa estuvo a punto de resolverse por la vía de un juicio abreviado, ya que el martes hubo gestiones hasta minutos antes del inicio del debate y las tratativas de los defensores continuaron este miércoles, pero fueron rechazadas.

Fuente: Página Judicial y El Diario.