Los entrerrianos que engrosaron las listas negras de la última dictadura

24/03/2017

Escritores, pintores, dibujantes, periodistas y docentes aparecen en las listas negras de la dictadura. Juan José Manauta, Israel Hoffmann y Héctor Santángelo, son algunos de los entrerrianos que componen las nóminas de perseguidos políticos. También aparece un Etchevehere.

Los entrerrianos que engrosaron las listas negras de la última dictadura

Juan Cruz Varela
De la Redacción de Página Judicial

“En mi lista hay traidores, hay deudores, acreedores y rencores que una vez fueron amores. Hay fingidos salvadores vestidos de predicadores. Hay santos y pecadores, peores que los roedores. Mi lista no se cuece en dos hervores y si fuese vista, provocaría al más provocador de los provocadores”.

Mi lista negra, esa canción de los uruguayos de El Cuarteto de Nos, parece escrita para la ocasión.

En noviembre de 2013, en un subsuelo de la sede de la Fuerza Aérea, “aparecieron” bilbioratos con 280 actas originales de reuniones de la Junta Militar, listas de artistas perseguidos y otros archivos de la última dictadura cívico-militar.

Se trata de las listas negras que la dictadura usó para prohibir a actores, escritores, músicos, periodistas, cineastas, psicólogos y a todo intelectual catalogado por sus “antecedentes ideológicos marxistas”.

Lo que representan esas listas negras es una autopsia de las calamidades de un régimen que pretendía ya no sólo eliminar físicamente al disidente, sino directamente la supresión de la cultura; una forma de censura que muestra algo que va más allá de las dificultades de la dictadura para coexistir en forma civilizada con el pensamiento diferente: eran, ya sin eufemismos, brutos, brutalmente brutos.

Los más peligrosos

Desde el mismo 24 de marzo, la Junta Militar organizó un grupo de personas para analizar la aptitud ideológica de personalidades públicas. Para eso creó el Equipo Compatibilizador Interfuerzas (ECI), que tenía el deber de coordinar reuniones semanales donde confluían representantes de la Secretaría de Información Pública (SIP), la Secretaría de Inteligencia del Estado (SIDE) y representantes de cada una de las tres armas.

Si bien se encontraron varios listados, hay tres que resultan paradigmáticos, en los que aparecen 331 nombres de artistas e intelectuales, como Osvaldo Pugliese, Mercedes Sosa, Víctor Heredia, Julio Cortázar, Eduardo Galeano, Osvaldo Bayer, Paco Urondo, Eva Giberti, Noé Jitrik, Norma Aleandro y Alfredo Alcón, entre muchos otros.

En los documentos se advierte que los artistas, periodistas y escritores eran clasificados en cuatro grupos: Fórmula 1, para quienes no tenían “antecedentes ideológicos marxistas”; la Fórmula 2 comprendía a aquellos cuya escala de peligrosidad era mayor, pero sus antecedentes “no permiten calificarlo desfavorablemente desde el punto de vista ideológico marxista”; la Fórmula 3 comprendía a quienes registraban “algunos antecedentes ideológicos marxistas pero los mismos no son suficientes para que se constituyan en un elemento insalvable para su nombramiento, promoción, otorgamiento de beca, etcétera”; y en la Fórmula 4 estaban quienes tenían “antecedentes ideológicos marxistas que hacen aconsejable su no ingreso y/o permanencia en la administración pública. No se le proporcione colaboración”. Además, el ECI utilizaba dos sellos: uno de “Estrictamente Secreto y Confidencial” y el otro advertía que después de leídos los papeles debían ser incinerados.

Los escritores Juan José Manauta y Héctor Santángelo; los dramaturgos Samuel Eichelbaum (y su hijo Edmundo, poeta y periodista) y Osvaldo Dragún; el escultor Israel Hoffmann; el dibujante Derlis Oscar Maddonni; los periodistas Selear Mechetti Martínez e Ivar Etchevehere; y el músico Evar Ortiz Irazusta, hijo de Juan L., son los entrerrianos que figuran en las listas, todos catalogados bajo el sello F4, que comprendía a quienes revestían “el mayor nivel de peligrosidad”. En algunos casos, eran “doblemente peligrosos”, por comunistas y judíos, otro blanco de los brutos.

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Cada uno aparece con un detalle de su profesión, aunque los censores, incultos, no lograban hacerlo con exactitud en todos los casos. A Manauta, por ejemplo, lo presentan como “Profesor de Letras”, a pesar de que nunca llegó a ejercer como tal; a Maddonni lo apellidaron “Maddomri”; a Etchevehere lo llaman “Iván”; y tanto a Samuel Eichelbaum como a Mechetti Martínez y Hoffmann los incluyeron en las listas negras a pesar de que habían fallecido inclusive antes del golpe de Estado.

Es probable que ninguno de ellos supiera con certeza de su inclusión en las listas negras de la dictadura. Sin embargo, Manauta dijo alguna vez que por su ideología fue detenido, desterrado de Entre Ríos y nunca pudo ejercer como Profesor de Letras, por lo que tampoco se hubiera sorprendido de que su nombre apareciera entre los prohibidos. Junto con Amaro Villanueva y Juan L. Ortiz se mezcló en los grupos de intelectuales del Partido Comunista Argentino en la década de 1940. También Carlos Mastronardi y Emma Barrandeguy se entreveraron allí. Y aunque con el tiempo se alejaron del partido, Manauta siempre se reconoció como un “marxista por convicción”. Sin embargo, no deja de sorprender que el suyo sea el único nombre en la lista de “peligrosos”.

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Los entrerrianos prohibidos

La primera lista, fechada el 6 de abril de 1979, consta de 12 páginas mecanografiadas en las que se incluyen 285 nombres de todos los oficios posibles.

Entre los nombres peligrosos para los ojos del régimen, aparecen Dragún, el dramaturgo nacido en una colonia agrícola judía cerca de San Salvador, prohibido a partir del 14 de septiembre de 1978; Hoffmann, ese escultor genial al que tanto admiraba Juan L. Ortiz y a quien la dictadura prohibió desde el 5 de julio de 1979, cuando ya llevaba ocho años muerto; Maddonni, el dibujante gualeyo que supo ilustrar las tapas de los libros de Emma Barrandeguy y que ya venía prohibido desde el 19 de diciembre de 1969; Manauta, prohibido desde el 17 de marzo de 1977; Evar Ortiz, profesor de Historia, cantante lírico y apasionado de la música y la poesía, además de hijo de Juan L., prohibido desde el 16 de agosto de 1979; y el paranaense Santángelo, un autodidacta simpático, prohibido desde el 10 de diciembre de 1970.

Un caso particular es el de Selear Mechetti Martínez. Escultor y periodista, había sido corresponsal de la agencia Télam, cesanteado por la autodenominada Revolución Libertadora; fue director del Museo de Bellas Artes; participó del levantamiento de 1956 que dio origen a la resistencia peronista; fue cronista de guerra y entrevistó a líderes de la talla de Ho Chi Minh y Mao Tse-tung, en una gira que lo llevó durante un par de años a recorrer los países del campo socialista. Mechetti falleció en Paraná el 17 de junio de 1973, pero la dictadura no solo lo mantuvo entre los periodistas “peligrosos”, sino que persiguió y encarceló a su esposa e hijos por su militancia.

La segunda lista, fechada el 31 de enero de 1980, aumentaba la cantidad de “peligrosos” F4 a 331, con algunas recomendaciones sobre ellos: los nombres no debían ser difundidos y, en última instancia, debían “ser incinerados”. Allí se consignaba también la fecha a partir de la cual operaba la prohibición en cada caso.

En esta nómina se mantenían los nombres de Dragún, Maddonni, Manauta, Ortiz y Santángelo; pero se incorporaba a Samuel Eichelbaum, el hijo de un inmigrante judío ruso que supo reflejar en sus obras, crónicas y artículos periodísticos las difíciles condiciones del campesinado que lo habían conmovido en Villa Domínguez, prohibido desde el 6 de abril de 1967, aunque fallecido un mes después, el 4 de mayo.

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El último listado, fechado el 21 de septiembre de 1982, tuvo un carácter distinto: tras la Guerra de Malvinas, la SIP remitió una nota destacando la directiva del régimen de “marcar una transición hacia la vida institucional plena del país” y proponiendo “evitar medidas y actitudes oficiales que atenten contra esa imagen en el campo de la comunicación”. Es por eso que la Junta Militar decide “proceder en forma gradual a desafectar personas (del listado de Fórmula 4)”. Para eso se conformaron cuatro subgrupos. En el Anexo 2 aparecen Ivar Etchevehere y Evar Ortiz Irazusta, quienes debían pasar a “contratables” y, entonces, dejar de estar en el listado, en el primer semestre de 1983.

Como se dijo, es probable que ninguno supiera con certeza de su inclusión en las listas negras de la dictadura y solo uno de ellos vive para contarlo: Ivar Julio Etchevehere Bonazzola, nieto del fundador de El Diario y ex propietario del tradicional matutino.

A pesar de pertenecer a una familia tradicional y conservadora, siempre se le reconoció una formación más abierta; de hecho, gustaba de leer a autores marxistas y siendo un adolescente, en plena guerra fría, pasó una temporada en la Unión Soviética. Ese viaje lo marcó en su vida y, tal vez, el hecho que lo catapultó a la lista negra.

Lo cierto es que en su vida, ha sido un bon vivant, rebelde, contestatario, bohemio, que se dedicó con el mismo esmero a la lectura, las mujeres y los viajes.

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Fue juez durante el Gobierno de Carlos Contín (1963-1966), director del diario Concordia tras la última dictadura e integrante del Directorio de El Diario hasta que vendió su porción accionaria en septiembre de 2010. Sin embargo nunca tuvo una vinculación plena con el periodismo ni con el matutino paranaense, más allá de algunas colaboraciones en las que denotaba su buena pluma y el ensayo La ideología radical, que publicó en formato de libro en 1983.

Raucho –como todos le dicen– lleva desde hace mucho tiempo una vida casi ermitaña, lejos de cualquier tipo de exposición, en Salto, Uruguay.

En 2013, cuando se conocieron públicamente las listas, contestó por correo electrónico una requisitoria de este periodista: “Tomé contacto con ese material gracias a una entrevista con el presidente del SIDE a la que accedí por pedido de los doctores Jorge Washington Ferreira y (José Rafael) Cáceres Monié. El presidente del SIDE me aclaró que me recibía por haberlo conocido a mi abuelo Luis Lorenzo Etchevehere. Me permitió examinar el libelo y hacer una descarga con pruebas”, contó. “Todas las mentiras tenían como eje mi viaje a Moscú en 1957 a un Festival de la Juventud y los Estudiantes, al que concurrieron Los Fronterizos, Horacio Guarany, Juan Gelman, Manuel Mora y Araujo, Irene Saderman, etcétera. Que yo sepa, estamos por suerte vivos. La mentira la más de las veces es mucho más débil que la verdad. Somos caña pensante, dura pero flexible, como decía Pascal”.

(*) La versión original de la presente nota se publicó en la Revista Análisis el 14 de noviembre de 2013.