La víctima de Alfonzo contó que fue drogada, prostituida y golpeada
21/02/2017
De la Redacción de Página Judicial El Tribunal Oral Federal de Paraná comenzó a juzgar el productor publicitario, autopostulado “periodista” y locutor Gustavo Darío Alfonzo, por el delito de trata de personas con fines de explotación sexual de una menor de 16 años. Es el caso de trata de personas que más repercusión pública ha
De la Redacción de Página Judicial
El Tribunal Oral Federal de Paraná comenzó a juzgar el productor publicitario, autopostulado “periodista” y locutor Gustavo Darío Alfonzo, por el delito de trata de personas con fines de explotación sexual de una menor de 16 años.
Es el caso de trata de personas que más repercusión pública ha tenido de los que han sido juzgados en la provincia.
La historia comenzó a desentrañarse el 30 de octubre de 2014. Ese día, María Cristina Escobar se presentó en la Comisaría del Menor y la Mujer de Concordia para denunciar que su hija de 16 años llevaba veinte días cautiva en un dúplex en calle Monseñor Rösch 3523, departamento “B”. Según dijo, la tenía retenida contra su voluntad una persona a quien identificó por su apodo de Pelado y que estaba bajo los efectos de drogas que esa misma persona le suministraba; también dijo saber que su hija estaba amenazada, que la habían golpeado y que muchos hombres habían abusado sexualmente de ella en forma reiterada, en ese departamento y en otros lugares a los que era trasladada.
Ha corrido mucha agua bajo el puente. Alfonzo está detenido aunque con prisión domiciliaria. Llega al juicio acusado por el delito de trata de personas, en la modalidad de captación y recepción, de una menor de edad con fines de explotación sexual, y por el hecho de promover y facilitar la prostitución abusando de su situación de vulnerabilidad.
El juicio se inició de manera inusual, no con la lectura de la acusación, sino con la declaración de la víctima en Cámara Gesell, ante una psicóloga y con el propio Alfonzo, escuchando detrás de un vidrio. La joven –llamémosla María– contó su martirio: dijo que Alfonzo la captó a través de la red social Facebook para que trabajara con él en una radio y luego le ofreció hacer promociones en boliches; que la amenazaba para obligarla prostituirse, que a veces la golpeaban Alfonzo o su pareja –una enfermera del Hospital Masvernat que también ejercía la prostitución– y que ellos le suministraban cocaína.
Durante dos horas y media, la joven hizo un preciso y detallado relato sobre las fiestas privadas a las que era trasladada y dio nombres de algunas personas que participaban de esas “reuniones”, de acuerdo a lo que pudo reconstruir Página Judicial.
En el inicio del juicio, Alfonzo se abstuvo de declarar. Pero se leyó la declaración que hizo durante la instrucción de la causa. Aquella vez negó el hecho, dijo que “es una gran mentira para hacerme daño”, hizo gala de sus vinculaciones con el poder y también explicitó su intención de desligar a Mauro Urribarri y Enrique Cresto, mencionados como partícipes de las fiestas privadas a las que dice haber sido llevada la víctima.
El calvario de una madre
Después declaró María Cristina Escobar, la madre de la víctima: “Esos veinte días fueron un calvario para mí; salía con otro de mis hijos a ver si la encontraba en algún boliche y nadie nos decía nada porque tenían miedo”, recordó en un estremecedor testimonio, que por momentos interrumpió por el llanto.
La mujer recordó que encontró a su hija a partir del dato que le aportó un “arrepentido”, cuya identidad quiso preservar, aunque terminó develándola ante la advertencia del presidente del tribunal, Roberto López Arango. Primero habló de “un joven alto, morocho”, que vestía jeans. Terminó diciendo que se trataba del dueño del boliche My Way, de Concordia, Miguel Pietrantueno.
–Prestá atención… te voy a dar la dirección… y andate ya a buscarla porque te la van a vender o te la van a matar –le dijo el hombre, el 30 de octubre, pasado el mediodía, cuando se le acercó a la pareada donde ella esperaba el colectivo para volver del trabajo a su casa.
Efectivamente, la joven estaba en el dúplex y de allí fue rescatada por policías provinciales. Fue Alfonzo quien los atendió en la puerta. Cristina Escobar lo describió como “morocho, alto, pelado, de unos 50 años”. Desde el patrullero, alcanzó a escuchar que Alfonzo les dijo a los policías que la joven era su empleada doméstica y que le pagaba 100 pesos por día.
Cuando María salió, “estaba toda desalineada, ojerosa, cansada y hambrienta; tenía el pelo grasoso y un gran hematoma en la pierna, desde la rodilla hasta la ingle”, contó su madre. Vestía un short y una remera.
En el lugar, se sospecha, también estaban en ese momento la pareja de Alfonzo, una hermana de ella y otras chicas víctimas de explotación. Pero los policías no requisaron el departamento. Eso ocurriría cinco días después.
En el ida y vuelta de su testimonio, mediado por el interrogatorio de las partes, Cristina Escobar mencionó a Fernando Rouger, entonces delegado local del Consejo Provincial del Niño, el Adolescente y la Familia (Copnaf). Contó que lo denunció por amenazas. Según dijo, un día Rouger llamó a Francisco Escobar, su hermano y tío de la víctima, para darle un mensaje: “Decile a tu hermana que cierre la boca porque le voy a romper la boca a sopapos; la voy a reventar; me tiene harto”. Rouger fue imputado por amenazas, pero luego se le dictó el sobreseimiento. La mujer dijo que no conocía al entonces funcionario, pero que lo nombró en su declaración porque su hija se lo había mencionado como una de las personas que asistía a las fiestas privadas que organizaba Alfonzo.
Cristina Escobar también tuvo expresiones críticas para la actuación de la justicia provincial y, particularmente, para el fiscal Darío Mautone, que tuvo a su cargo las primeras actuaciones, luego de que María fuera rescatada de la casa de Alfonzo.
La mujer recordó las palabras que le dijo el fiscal cuando la recibió:
–Mire señora, su hija es menor de edad, su hija estaba drogada y acá hay involucradas personas del poder. Cómo se anima usted. Esto no va a prosperar, así que vaya tranquila nomás, busque a su hija y deje todo así.
Alfonzo y sus amigos
De acuerdo con la acusación, Alfonzo organizaba fiestas donde ofrecía servicios sexuales de un grupo de chicas a las que explotaba, entre las que se encontraba su propia novia. Era él quien pactaba las formas en que se realizarían los pases, les ofrecía a los clientes chicas con determinadas características físicas; pautaba las horas de cada encuentro, las tarifas por cada “servicio” y la cantidad de clientes con las que debía estar cada chica; también acordaba con los clientes el traslado desde el departamento hasta los lugares donde se llevaría a cabo el “servicio” y el horario en que las chicas debían estar de vuelta.
Según el caso, Alfonzo percibía entre 600 pesos y 2.000 pesos y hasta compensaba a las chicas “por su excelente desempeño con los clientes” con una línea de cocaína, regalos de ropas o accesorios, peluquería o celulares.
Durante la primera jornada del juicio se mencionaron, por ejemplo, una fiesta en la quinta del empresario Roberto Pietroboni, en cercanías del autódromo de Concordia, el 25 de octubre, donde había una fiesta de despedida de soltero con veinte a treinta hombres. María contó que le ordenaron que tuviera relaciones sexuales con dos hombres, pero no lo resistió y quiso escapar, pero fue perseguida y alcanzada en la ruta por cinco personas en autos, que la cargaron y la llevaron de vuelta a la quinta.
También se mencionó una fiesta privada en Puerto Yeruá y la víctima contó que en una ocasión la llevaron a la localidad de La Criolla, cercana a Concordia, para tener relaciones sexuales con el intendente.
En el primer día del juicio hubo algunas menciones a amigos de Alfonzo, como el policía provincial Matías Miguel Pereyra, alias Gordo, que habría participado en eventos organizados para que las chicas tuvieran sexo por dinero.