Se hará un reconocimiento por fotos para identificar a un represor

09/09/2016

Juan Cruz Varela La Cámara Federal de Apelaciones de Paraná convalidó la realización de un reconocimiento fotográfico para tratar de identificar a un represor a quien las víctimas de la dictadura mencionan por el apodo de Ramiro. Juan Cruz Varela La Cámara Federal de Apelaciones de Paraná convalidó la realización de un reconocimiento fotográfico para

Se hará un reconocimiento por fotos para identificar a un represor


Juan Cruz Varela

La Cámara Federal de Apelaciones de Paraná convalidó la realización de un reconocimiento fotográfico para tratar de identificar a un represor a quien las víctimas de la dictadura mencionan por el apodo de Ramiro.

La medida había sido dispuesta en noviembre del año pasado por el juez federal Leandro Ríos, a partir de los testimonios de ex detenidos políticos que mencionaron a Ramiro como una presencia constante en las sesiones de tortura. Si bien no pudieron identificarlo por su nombre, algunos de ellos señalaron a Héctor Marino González como el dueño de ese apodo. De allí que el magistrado dispuso que se haga el reconocimiento fotográfico. Pero la medida no se ha concretado por la objeción planteada por el defensor oficial ad-hoc, José Boxler, quien cuestiona que se pretenda utilizar una fotografía publicada en los medios para realizar el reconocimiento.

Hace unos días, el tribunal que integran Mateo Busaniche, Cintia Gómez y Daniel Alonso determinó que “la pertinencia y utilidad de la medida de prueba dispuesta por el magistrado (Ríos) no estaría sujeta a revisión judicial”, por lo que habilitó el reconocimiento por fotografías de González.

Ramiro y la patota

Héctor Marino González es un teniente coronel retirado de 70 años, detenido desde 2008 y condenado a prisión perpetua en 2013 por la privación ilegítima de libertad y aplicación de torturas contra 24 detenidos políticos y 16 homicidios calificados en los centros clandestinos de detención de Rosario. Entre otros casos, se le atribuyó haber integrado el grupo de tareas que secuestró a Raquel Negro y Tulio Valenzuela –y el hijo de ella, de un año y ocho meses–, el 2 de enero de 1978, en Mar del Plata.

En 2011, el represor fue juzgado en Paraná como integrante del grupo de tareas que trasladó a Raquel Negro para dar a luz en el Hospital Militar. En la patota utilizaba el alias de Pepe y se le atribuía el rol de nexo con la custodia que tenía la detenida política en el nosocomio. Pero el Tribunal Oral Federal dictó su sobreseimiento respecto de la sustracción y sustitución de identidad de los mellizos.

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Sin embargo, el nombre de Marino González volvió a surgir en el plenario de la megacausa Área Paraná, a partir del testimonio de sobrevivientes que aseguran que participaba de operativos de secuestros y sesiones de torturas bajo el apodo de Ramiro.

“Nosotros (los ex presos políticos) creemos que podría haber varios Ramiros, pero esa voz que estaba siempre cuando me interrogaban y me torturaban, presumo que podría ser la de Marino González”, dijo María Luz Piérola. Esa percepción le surgió en 2011 cuando lo escuchó hablar en el juicio por robo de bebés, y así lo explicitó en su declaración en el plenario de la megacausa Área Paraná.

Una voz en la tortura

Un dato común que dan algunos ex detenidos políticos sobre Ramiro es que se trataba de “un hombre robusto”, “de baja estatura”, “de tez morena”, “cabello negro” y recuerdan que “tenía un fuerte olor a whisky y voz ronca”.

Algunos ex detenidos dijeron que era “el que impartía órdenes” en las sesiones de tortura (“era el que mayormente dirigía los interrogatorios”, dijo Daniel Paduán); otros lo mencionan como “el que manejaba la picana” y como uno de los verdugos que los obligaba a firmar declaraciones autoinciminatorias; algunos recuerdan que fumaba y que tenía olor a alcohol y hay también testimonios que lo ubican comandando procedimientos de secuestro de personas.

María Luz Piérola no vio nunca a esa persona que se hacía llamar Ramiro o Raúl, a pesar de que estuvo “en todos lados” durante su cautiverio, porque estuvo siempre encapuchada. Sin embargo, lo describe como “una persona corpulenta, morrudo, con voz gruesa, que usaba perfume y estaba siempre, era el que hacía el interrogatorio y golpeaba” y recordó que en una ocasión le dijo: “Ahora vas a ver, hija de puta, vas a saber lo que es Enriqueta”, refiriéndose a la picana.

Lo cierto es que hay pocos sobrevivientes que pudieron ver a Ramiro a cara descubierta. Oliva Cáceres es una de ellas y lo describió como “una persona retacona, de 1,65 metros de altura, no gorda sino ‘fortachona’, de tez morocha y pelo renegrido, con marcas como de acné, voz de mando, gruesa, sin bigotes ni anteojos, ojos marrones”. Su esposo, Jorge Taleb, que también lo vio en los cuarteles, en una ocasión en que lo sacaron al baño, dijo que era un hombre “de estatura baja, robusto, morocho, con aparentes cicatrices de acné o marcada la cara, vestido de militar, con bombacha, sin insignias”, y pensó que sería quien antes lo había torturado “a partir de reconocer su voz, porque tenía un tono inconfundible, posiblemente la voz de un fumador”.

Para Leandro Molina, otro sobreviviente, fue su “más terrible torturador”. Lo recordó como alguien “morocho, no muy alto, cabello negro ondulado, de voz ronca y con aliento a alcohol” y contó que en una oportunidad el dueño de esa voz lo sometió a un simulacro de fusilamiento y le hizo cavar una fosa, diciéndole que sería su tumba.

Ese es Ramiro, a quien la justicia busca ponerle un nombre.

Fuente: El Diario.