Once años de prisión por explotar a una niña detrás de Casa de Gobierno

07/09/2016

Juan Cruz Varela El Tribunal Oral Federal de Paraná condenó a Carlos José Martínez a 11 años de prisión por el delito de trata de personas, por la violación y explotación sexual de una nena salteña de 15 años en una carpa abandonada por ambientalistas que protestaban contra la ley de agrotóxicos. Juan Cruz Varela

Once años de prisión por explotar a una niña detrás de Casa de Gobierno


Juan Cruz Varela

El Tribunal Oral Federal de Paraná condenó a Carlos José Martínez a 11 años de prisión por el delito de trata de personas, por la violación y explotación sexual de una nena salteña de 15 años en una carpa abandonada por ambientalistas que protestaban contra la ley de agrotóxicos.

Martínez, de 39 años y oriundo de Granadero Baigorria, fue condenado por el delito de trata de personas con fines de explotación sexual, en las modalidades de captación, traslado y recepción; agravado por ser la víctima menor de edad; por haberse aprovechado de la situación de vulnerabilidad; por la utilización de engaño, violencia y amenazas; y porque la explotación efectivamente se consumó.

Los 11 años que recibió constituyen la pena más alta que se haya impuesto por el delito de trata en la provincia y una de las más fuertes del país –hay solo cinco antecedentes de condenas más severas–, entre las casi doscientas sentencias que se han dictado desde 2008.

En el juicio, se probó que Martínez reclutó a Ele, una niña de 15 años, en la localidad salteña de El Quebrachal, el 20 de agosto de 2014; de allí la trasladó hasta una especie de inquilinato en la ciudad de Santa Fe, donde había otras niñas y adolescentes que eran explotadas sexualmente por la organización; y luego nuevamente a Paraná, donde el propio Martínez la sometió en una carpa ubicada en la Plaza Carbó, detrás de la Casa de Gobierno, hasta que fue rescatada por la Policía, el 10 de septiembre.

En su alegato, el fiscal José Ignacio Candioti había calificado el caso como de “trata dura”, por el uso de amenazas y extrema violencia para quebrar la voluntad de la víctima, ya que era obligada a consumir pastillas y alcohol y sufrió feroces palizas con golpes de puño, cintazos en distintas partes del cuerpo e incluso quemaduras con cigarrillos.

También quedó acreditado que la organización que integraba Martínez estaba formada por otras personas y, tal como había solicitado el fiscal, los jueces Lilia Carnero, Roberto López Arango y Noemí Berros dispusieron que se investigue a Gladys Graciela Ibáñez, que también se hacía llamar como “Gladys Díaz” o “Gladys Rodríguez”, quien se encuentra prófuga desde el 10 de septiembre de 2014.

Luego de la lectura del veredicto, Candioti se mostró satisfecho con la condena, aunque fue menor a la que había solicitado. “Lo principal es que haya sido condenado porque eso estableció también que la versión de la víctima no era falsa, como sostenía el imputado, sino que los hechos existieron; y también es importante que el tribunal haya dispuesto que se siga investigando la ruta Santa Fe-Paraná de la trata de personas, porque Martínez no actuó solo sino que había otra mujer santafesina que llevó a la nena desde Salta hasta Santa Fe, que está identificada con nombre y apellido y se sabe su domicilio”, resaltó.

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El fiscal destacó además que “este caso debe hacernos reflexionar a todos, en muchas aristas, por ejemplo, cómo es posible que como sociedad no advirtiéramos de lo que pasaba en una carpa, en una plaza, donde había una nena con una persona mayor de edad, que hoy quedó acreditado que la explotaba sexualmente; también es necesario repensar el tema de los controles que hacen las fuerzas de seguridad en las rutas o en los colectivos”.

El reclutador y su víctima

El caso es emblemático, no solo por la pena que recibió Martínez sino porque deja al descubierto el perverso esquema de las mafias que se aprovechan de la vulnerabilidad social de familias pobres para reclutar a adolescentes. Martínez es uno de tantos reclutadores que transitan por barrios pobres de todo el país en busca de posibles víctimas que luego son esclavizadas.

Ele contó que fue secuestrada en El Quebrachal, provincia de Salta, por un hombre y una mujer, Martínez e Ibáñez, el 20 de agosto de 2014.

El derrotero la llevó por las localidades de Nuestra Señora de Talavera (Salta) y Monte Quemado (Santiago del Estero), antes de terminar en un burdel en la ciudad de Santa Fe, donde había otras niñas y adolescentes que eran explotadas sexualmente por la organización.

El lugar era una casa grande, “con muchas habitaciones”, donde había mujeres de distintas edades, algunas de ellas niñas y adolescentes. Ele contó que en la puerta de los dormitorios había carteles con números que indicaban la edad de quienes estaban ahí dentro, por ejemplo, de 12 a 15 o de 15 a 17 años, y que a las más pequeñas les decían “Florcitas”. La casa era regenteada por un tal Polaco y “Gladys”, aunque pertenecía a Cristian Gusano Vera, conocido proxeneta santafesino, que en esa época estaba detenido en la cárcel de Coronda, acusado por el crimen de su pareja, a quien también obligaba a prostituirse.

En su declaración en Cámara Gesell, la adolescente contó que mientras estuvieron en Santa Fe, Martínez la trasladó hasta distintos hoteles de la ciudad donde la ofrecía como esclava sexual a hombres mayores de edad; también relató que la obligaba a fumar marihuana e ingerir sedantes que la debilitaban y le provocaban mareos, logrando así vencer su resistencia. “Siempre que tenía que salir de la casa, me vendaban la cara y me llevaban a los hoteles; ahí me esperaban hombres de 40 años. Esto pasó muchas veces, más de diez”, detalló. “Me daban pastillas, pero no eran para calmar el dolor; me mareaban, me daban ganas de vomitar, me ponían débil, un montón de cosas; por ahí me hacía fumar porro también, y si no fumaba me pegaba con el cinto”, agregó.

La adolescente dijo que en ese lugar también fue revisada por una profesional o alguien con conocimientos de medicina que le aplicaba inyecciones y le entregaba una pastilla blanca que, se presume, eran anticonceptivos.

La joven supo que el dinero que pagaban los “clientes” se lo repartían en partes iguales entre Martínez y un tal Chileno. Ella no recibía ni un peso.

La ruta Santa Fe-Paraná

La explotación continuó en los días siguientes en Paraná. “(Martínez) me dijo que era para conocer la ciudad, pero yo me daba cuenta de que no me había traído a conocer, me iba a entregar a cualquiera”, contó Ele.

La primera vez, el 1 de septiembre, se alojaron en un hotel cercano a la terminal, donde Martínez le dijo que ante cualquiera que le preguntara debía presentarse como su hija, con el nombre de Soledad. “Al llegar al hotel, subimos a dormir y ahí me ató las piernas y las manos y me hizo cosas”, dijo la niña.

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Una semana después volvieron a Paraná, pero se instalaron en una carpa en la Plaza Carbó. En ese lugar Martínez volvió a abusarla sexualmente, a entregarla para que otros la sometan a cambio de dinero, obligándola a consumir pastillas y alcohol; y le dio feroces palizas con puñetazos y cintazos en distintas partes del cuerpo e incluso llegó a quemarla con cigarrillos. “Me entregaba a cualquiera, quería que yo me entregue a hombres por plata, y lo tenía que hacer sí o sí, porque si no lo hacía me pegaba o me cortaba”, declaró ella.

El drama que vivió la adolescente salteña quedó expuesto a partir de una denuncia por el robo en una vivienda, en inmediaciones de la Plaza Carbó. El dueño de casa señaló a su sobrino, lo llevó a la Comisaría del Menor y allí el chico admitió que le había entregado el maletín, una tablet y dinero a un hombre adulto que andaba con una niña. En la carpa hallaron algunas de las pertenencias sustraídas y, en la búsqueda de los sospechosos, los policías llegaron a la terminal de ómnibus, donde encontraron a Martínez y Ele antes de que se subieran a un colectivo rumbo a Rosario, para continuar con la esclavización.

Ante los policías que fueron a detenerlo, Martínez se presentó como el padre de la chica. En un bolso, le encontraron 119 preservativos, varios sobres de gel íntimo, cintos, calmantes, botellas plásticas y sachets de shampoo con identificaciones de un hotel de la ciudad. Ele sostuvo la mentira durante algunas horas, hasta que se quebró y confesó su pesadilla.

Fuente: El Diario.