Tras la denuncia por malos tratos, allanaron el convento de Nogoyá

25/08/2016

De la Redacción de Página Judicial Policías provinciales debieron romper una puerta para poder ingresar al convento de las carmelitas descalzas de Nogoyá, en cumplimiento de una orden judicial, tras la publicación de un informe periodístico en el que se consignaron situaciones de malos tratos, torturas físicas y psicológicas a que son sometidas las monjas


De la Redacción de Página Judicial

Policías provinciales debieron romper una puerta para poder ingresar al convento de las carmelitas descalzas de Nogoyá, en cumplimiento de una orden judicial, tras la publicación de un informe periodístico en el que se consignaron situaciones de malos tratos, torturas físicas y psicológicas a que son sometidas las monjas de clausura.

El procedimiento en el convento comenzó a las 5.30 de la mañana, a poco de que ganara la calle la Revista Análisis, cuya nota de tapa reveló que las monjas que vivían en el lugar eran sometidas a situaciones de desnutrición, obligadas a infligirse castigos mediante el uso de látigos, cilicios y mordazas, entre otras formas de castigo, que, según consignó la publicación, eran impuestos por la madre superiora Luisa Toledo, alias Madre María Isabel, y conocidos por el arzobispo Juan Alberto Puiggari y sus antecesores, Mario Maulión y Estanislao Esteban Karlic.

El fiscal Federico Uriburu, que ordenó los allanamientos, contó que la madre superiora “opuso resistencia” al procedimiento judicial y “no permitía el ingreso al convento”, por lo que los policías que llegaron de madrugada tuvieron que “utilizar la fuerza y romper una puerta del convento”, fundado en 1991.

Según trascendió, una vez vencida la resistencia, fueron las propias monjas quienes entregaron voluntariamente látigos y cilicios, pero los efectivos policiales continuaban con la requisa, en la búsqueda de los reglamentos del convento donde se establecen los modos de uso de cada uno de esos elementos.

Además, un médico forense revisó a las religiosas para constatar las lesiones provocadas por las torturas. “Se hizo una revisión muy superficial, respetando cuestiones religiosas y del modo de vida de cada una, pero no se profundizó en un examen para no provocar una invasión a la intimidad de cada una”, explicó el fiscal. Se trata de una inspección de las manos y rostro para acreditar si presentan lesiones, golpes u otros signos de tormentos y torturas.

El fiscal aclaró que la investigación se inició de oficio y que, en principio, la investigación preliminar quedó caratulada como privación ilegítima de la libertad agravada, aunque “no hay ninguna imputación” ni se dispusieron detenciones.

Las torturas

La investigación periodística está sustentada en testimonios de mujeres que fueron monjas de clausura en el convento de Nogoyá y reveló que todas las semanas las religiosas deben autoflagelarse, golpeándose en las nalgas con un instrumento parecido a un látigo pero con puntas metálicas, durante treinta minutos; también deben utilizar un cilicio en las piernas, a veces durante varios días, como sacrificio; y hasta llevar una mordaza en la boca, durante las 24 horas y por espacio de siete días, para cumplir un voto de silencio. Hubo tiempos en que solo les permitían bañarse una vez por semana y con agua fría, aunque eso ya no ocurre. El escarmiento por no cumplir con estas “reglas” es imponerles una dieta de pan y agua durante una semana.

Todas las cartas que les llegan a las religiosas son abiertas y leídas previamente –lo que constituye un delito penal–, y también hay un control sobre controlan las correspondencias enviadas desde el convento, e incluso algunas veces obligan a las monjas a volver a redactar algunos párrafos.

“Las cosas que allí pasaban eran propias de una película de terror, pero nadie habla. Nos lavaban el cerebro; las torturas mentales y físicas eran moneda corriente”, contó una mujer que fue monja en el convento y que después de años se animó a hablar.

Hubo mujeres que no soportaron estas torturas y llegaron a cometer intentos de suicidio, según lo expuesto en el informe periodístico.

La reacción de la Iglesia

Desde la Iglesia, en tanto, cuestionaron a la publicación y en un intento por despegar al arzobispo Puiggari, le apuntaron al Papa. En diálogo con LT 14, el vocero Ignacio Patat se quejó porque “se habla sin conocer o saber cómo funciona o cuál es el tratamiento del monasterio”; dijo que el uso de látigos, cilicios y mordazas no constituyen un “castigo” sino que “en la regla interna de los monasterios carmelitas, es la manera de la vida de disciplina” y que ese tipo de sometimientos “está permitido en las reglas carmelitas” (sic); a la vez que despegó de todo al Arzobispado al afirmar que “si bien (el convento) tiene jurisdicción en la Diócesis de Paraná, depende en forma directa de la Santa Sede”.

Más tarde, el propio Puiggari se quejó por el allanamiento dispuesto por la justicia al afirmar que “ante una denuncia de una revista ya se allana un convento como si fueran vendedores de droga. Hay instancias de diálogos que son mucho más fáciles. Podía ir el fiscal a tocar timbre y actuar de una manera más pacífica, tanto para las hermanas como la ciudad de Nogoyá”, dijo en una entrevista que dio a Radio Corazón.

No obstante, intentó minimizar lo expuesto por la revista en cuanto a que “la vida de las carmelitas es muy exigente. Ellas van libremente y viven una vida austera y de oración, rezan por la Iglesia y por el mundo” y acotó: “Si hay que corregir algo, se corregirá”.