En la casa de un narcotraficante hallaron una pistola de la Policía

15/06/2016

Juan Cruz Varela De la Redacción de Página Judicial La trama parece extraída de una película. Juan Cruz Varela De la Redacción de Página Judicial La trama parece extraída de una película. El 30 de abril pasado, la justicia federal desbarató una violenta organización dedicada a la venta de cocaína al menudeo en los barrios

En la casa de un narcotraficante hallaron una pistola de la Policía


Juan Cruz Varela
De la Redacción de Página Judicial


La trama parece extraída de una película.

El 30 de abril pasado, la justicia federal desbarató una violenta organización dedicada a la venta de cocaína al menudeo en los barrios Consejo y Lomas del Mirador II de Paraná. Doce personas fueron detenidas –y una más que dirigía las acciones desde su celda en la unidad penal–. Pero lo que conmovió a los investigadores fue el hallazgo de un arma perteneciente a la Compañía de Operaciones Especiales (COE), el grupo de elite de la Policía de Entre Ríos, en poder de uno de los integrantes de la banda.

La pistola marca Bersa Thunder Pro calibre 9 milímetros estaba dentro de una bolsa de nylon negra escondida en un montículo de arena frente a la vivienda de Kevin Páez, en San Benito. En el mismo envoltorio había un cargador con capacidad para 30 cartuchos, al que le faltaban dos, y una caja con otros 36 cartuchos.

Se trata de una pistola semiautomática, de fabricación nacional, que la Policía de Entre Ríos utiliza desde el año 2014. La empresa que la produce la destaca como una de las más “modernas”, “segura, cómoda, precisa y confiable” entre las que utilizan las fuerzas de seguridad, con un gatillo que funciona como de doble acción solamente para el primer disparo y permite efectuar los siguientes en acción simple.

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El hallazgo se mantuvo en secreto puertas adentro de la Policía, pero generó preocupación entre la cúpula de la institución. Lo primero que encendió las alarmas fue que el arma no estaba registrada como robada ni desaparecida.

Además, la División Asuntos Internos, a cargo del comisario Guillermo Rondán, instruyó un sumario para tratar de determinar cómo es que la pistola que debía estar en la armería de la Dirección Operaciones y Seguridad estaba en manos de una violenta banda dedicada a la venta de estupefacientes y si hubo una venta ilegal, según pudo saber Página Judicial.

Rondán confirmó que el sumario se inició hace algunas semanas. Según dijo, “es una cuestión normal en este tipo de casos (sic) y se busca establecer la responsabilidad de quien tenía el deber de control en el hecho y, si es posible, determinar también quién fue el autor de la sustracción”. Aunque evitó los detalles, explicó que el procedimiento administrativo “involucra al responsable del área o quien tiene la responsabilidad del control y custodia de la armería”.

En principio, se pudo determinar que el arma “no tenía asignación personal”, es decir, no estaba asignada a ningún agente en particular e incluso los peritos policiales están tratando de determinar si había disparada alguna vez, para lo cual realizarán un cotejo de los líquidos que se utilizan para la limpieza y lubricación del arma, entre los originales de fábrica y otros que pudieran haberse utilizado con posterioridad.

Además, la propia fuerza formalizó una denuncia en sede judicial, que recayó en manos del fiscal Martín Abrahán, de la Unidad de Atención Primaria.

Detrás de todo, el negocio narco

El hallazgo del arma en manos de Kevin Páez tiene características escandalosamente similares a la causa en la que se investiga la supuesta venta de armas que habían sido secuestradas y debían estar bajo resguardo judicial, que involucra a empleados de tribunales –entre ellos, el perito balístico del Superior Tribunal de Justicia, Antonio Daniel Vitali–. No obstante, el fiscal Ignacio Aramberry aclaró a Página Judicial que, más allá de las similitudes, no existe ninguna vinculación entre ambos casos.

Lo cierto es que este caso revela de manera estremecedora cómo las estructuras del narcotráfico, crecieron subestimadas por los gobiernos, se dividieron los barrios, corrompieron el entramado social y ahora han penetrado también en el aparato estatal.

Kevin Páez integraba una organización cuya característica principal era la violencia. Ni la comisaría ni la escuela se salvaron de los tiros. La Policía cree que estuvo detrás de un tiroteo contra la Comisaría 12 hace poco más de un año.

Y en el centro de ese cuadro de violencia creciente en la zona este de la ciudad siempre está el negocio narco: detrás de cada bala que rebota en un paredón, de aquellas que se pierden en el aire o de las se roban las vidas de los jóvenes, está la droga.

La banda que integraba Páez estaba constituida a través de lazos familiares y afectivos. Hasta que fue desbaratada, a fines de abril, después de ocho meses de investigación, en la punta de la pirámide están Germán Herlein y Estefanía Nores, como organizadores. Ellos proveían la droga y el armamento a los organizadores y distribuidores, entre los que se contaba Brian Páez, hermano de Kevin. El portador de la pistola policial, por su parte, era su asistente y colaborador, especialmente para el traslado de la droga y para garantizar el funcionamiento de la banda. La cocaína que vendían les era proveída por Pamela Díaz, por indicaciones que le enviaba su hermano, Nazareth Ezequiel Díaz, desde la cárcel de Paraná, donde se encontraba detenido. Había, además, otros eslabones que se ocupaban de la distribución, aprovisionamiento, almacenamiento, fraccionamiento y venta al menudeo de la droga; y también de las armas.