Genocidio: un debate pendiente

24/03/2016

Marcelo Boeykens (*) A 40 años del último golpe de Estado es insoslayable hacer un balance de lo que se ha hecho y de lo que falta en relación con los juicios de lesa humanidad. Marcelo Boeykens (*) A 40 años del último golpe de Estado es insoslayable hacer un balance de lo que se


Marcelo Boeykens (*)

A 40 años del último golpe de Estado es insoslayable hacer un balance de lo que se ha hecho y de lo que falta en relación con los juicios de lesa humanidad.

En todos estos años, fundamentalmente cuando se reabren las causas en todo el país, tras la anulación de las leyes de obediencia y punto final y de la nulidad de los indultos, mucha agua ha corrido y mucho se ha logrado. Se avanzó firmemente en la investigación de los delitos perpetrados por el terrorismo de Estado, traduciéndose en cientos de condenas contra los responsables, en lo que es la retribución penal por el obrar lesivo de los responsables. Ahora bien, estos juicios han dejado de tener esa única finalidad y se han convertido en juicios por la verdad, la memoria y la justicia.

En este sentido, se ha avanzado, por ejemplo, en la contextualización histórica de los crímenes del terrorismo de Estado.

También se ha intentado profundizar en esa contextualización y en la calificación de los delitos de acuerdo a la normativa internacional, por eso decimos, siguiendo a Michel Foucault, que el derecho es constructor de la verdad y que, por tanto, es necesario que las sentencias en estos juicios reconozcan que en la Argentino hubo algo más que un plan sistemático criminal contra víctimas indiscriminadas, y es imperioso calificar y encuadrar ese plan sistemático de exterminio (discriminado) en el delito internacional de genocidio.

Existían y existen prejuicios en los jueces a la hora de receptar esta figura, y esos perjuicios no eran ni son sólo jurídicos, sino del orden ideológico, puesto que reconocer que hubo un genocidio, nos lleva a replantear el sujeto que fue objeto del genocidio, el pueblo todo, el bien agredido, las formas de organización social, económica, cultural y política de la Argentina y la cuestión de la reparación que no podrá ser ya una cuestión individual sino social, que no se termina en la condena de los represores sino que obligaría a discutir la continuidad del modelo impuesto a sangre y fuego por los genocidas.

El debate no es inocente ni meramente jurídico; como todo debate jurídico, es cultural, económico, político, filosófico y sociológico.

Hoy más que nunca, ante la coyuntura local y regional, y cuando el “juicio y castigo” no tiene marcha atrás, a pesar de válidas preocupaciones al respecto, el debate en torno al genocidio cobra mayor relevancia, y es lo que queda en el debe de éstos juicios.

La discusión sobre el modelo económico que se impuso el 24 de marzo de 1976 y que sin solución de continuidad perdura hasta hoy, no puede seguir siendo obviada, no sólo revisando la legitimidad de la deuda externa, que se triplicó durante la dictadura, sino también en un debate sincero sobre el acuerdo con los fondos buitre, sobre la distribución de la renta nacional, los procesos de concentración y la extranjerización de la riqueza y la propiedad, entre tantas cuestiones pendientes en torno al modelo genocida.

Recién cuando comprendamos, y los tribunales también lo hagan, que el terrorismo de Estado no sólo se llevó a nuestros 30.000 sino que también vino a instalar un modelo económico, filosófico, social y cultural y que a raíz de ese modelo vigente, han muerto y siguen muriendo miles y miles de argentinos sumidos en el hambre y la miseria, podremos avanzar en los cambios estructurales que nuestro país y nuestra sociedad necesitan.

El debate en torno al genocidio, entonces, está abierto.

(*) Coordinador del Registro Único de la Verdad y abogado en las causas por delitos de lesa humanidad.

Nota publicada en la edición de la Revista Análisis del 17 de marzo.