A 40 años del golpe militar

24/03/2016

Rosario Romero (*) Ese marzo de 1976 quedó fatídicamente registrado en la sociedad argentina, por sus consecuencias de represión, muerte y cercenamiento de nuestras libertades de opinión, de lectura, de ciertos bienes culturales, de tránsito, de educación; en fin, un aparato estatal creado para imponer el terror. Rosario Romero (*) Ese marzo de 1976 quedó


Rosario Romero (*)

Ese marzo de 1976 quedó fatídicamente registrado en la sociedad argentina, por sus consecuencias de represión, muerte y cercenamiento de nuestras libertades de opinión, de lectura, de ciertos bienes culturales, de tránsito, de educación; en fin, un aparato estatal creado para imponer el terror.

Conjuntamente, en esos días, América Latina toda era asolada por regímenes dictatoriales que a sangre y fuego imponían un modelo “occidental y cristiano”, como para desalentar definitivamente cualquier intento de socialismo o de sistemas que implicasen para los pueblos tener más calidad de vida y mejor distribución de la riqueza.

De la mano del golpe militar vino un plan económico que endeudó al país, fulminó millones de puestos de trabajo e hizo desaparecer conquistas de derechos que había costado muchos años conseguir.

“Desaparecidos” fue una palabra que en el mundo se conoció por el caso argentino, ya que la dictadura optó por esa delincuencial metodología para suprimir cualquier intento opositor al régimen, además de aniquilar a quienes pudieran desde lo intelectual y desde la acción, discutirle a los dictadores su asalto al poder.

La de 1976 no fue una dictadura más. Fue la más cruel y dejó un saldo que hasta hoy sigue sintiéndose en el seno de nuestra sociedad. Aún hoy hay desaparecidos, abuelas que buscan a sus nietos, juicios pendientes a los autores del genocidio.

La democracia logró muchas cosas: masiva conquista, en nuestra Constitución y leyes, de los derechos humanos reconocidos por las naciones del mundo; juzgamiento de las juntas, derogación de las leyes de impunidad, derecho a la verdad y el real enjuiciamiento. Hubo avances y retrocesos desde 1983 en adelante, pero es indiscutible que Argentina ha logrado y está logrando aún, no saldar con olvido las heridas, sino con verdad, investigación y juicios.

Un reconocimiento especial debemos hacer a las organizaciones de derechos humanos, que no cejaron ni un momento en plantear la necesidad de no olvidar, de investigar y juzgar.

Hoy, a cuarenta años, queda trabajo pendiente, especialmente en educación, para que no sólo no se olvide, sino para que vayamos extendiendo nuestra mirada en no naturalizar ninguna violación a esa categoría especialísima de derechos, que son los derechos humanos.

(*) Diputada provincial, abogada e integrante de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos (APDH).