Condenaron a todos los miembros de la narcobanda de Gualeguaychú

21/08/2015

Juan Cruz Varela El Tribunal Oral Federal de Paraná condenó a seis personas por integrar una banda dedicada a la venta cocaína en Gualeguaychú. Tal es la trascendencia de la organización que comprende a distintos eslabones de la cadena del tráfico: el proveedor, la persona que transportaba la droga y los administradores de los distintos


Juan Cruz Varela

El Tribunal Oral Federal de Paraná condenó a seis personas por integrar una banda dedicada a la venta cocaína en Gualeguaychú. Tal es la trascendencia de la organización que comprende a distintos eslabones de la cadena del tráfico: el proveedor, la persona que transportaba la droga y los administradores de los distintos puntos de venta.

Pablo Martín Ludueña fue condenado a ocho años de prisión y se le impuso una multa de 16.000 pesos como organizador de actividades relacionadas con el narcotráfico, es decir, recibía el dinero en pesos, lo cambiaba por dólares, compraba la droga y la enviaba en colectivo a Gualeguaychú, para la reventa al menudeo.

En un escalón inferior estaban Miguel Ángel Braun y la abogada Elena Cecilia Gómez, que recibieron una pena de seis años de cárcel y multa de 13.000 pesos por el delito de tenencia de estupefacientes con fines de comercialización, dado que eran quienes compraban la droga, abastecían a distintas bocas de expendio y también revendían ellos mismos al menudeo. En el mismo nivel dentro de la organización estaba Miguel Exequiel Braun, aunque recibió una pena de cinco años de prisión y multa de 8.000 pesos.

Una boca de expendio era la casa de Olga Gladys Sosa, ex pareja de Miguel Ángel Braun y madre de Exequiel, en el barrio Pitter de Gualegueychú. La mujer fue condenada como partícipe secundaria del delito de tenencia de estupefacientes con fines de comercialización y recibió una pena de cuatro años de prisión y multa de 2.500 pesos.

El último eslabón de la cadena es Diego Maximiliano Barreto, condenado a cuatro años de prisión y multa de 2.500 pesos por el delito de transporte de estupefacientes, ya que era quien trasladaba la droga en un colectivo del transporte público, y fue sorprendido con tres ladrillos de cocaína que Ludueña les había vendido a los Braun. En su caso, el tribunal atendió la consideración del fiscal José Ignacio Candioti respecto de que correspondía atenuar su responsabilidad por haberse acogido a la figura del “arrepentido”, ya que luego de su detención mencionó a los gendarmes que la droga se la había dado un tal “Martín” y que debía entregársela a otra persona que identificó como “Miguel Ángel Braun”.

Otro aspecto fundamental es que el tribunal dispuso el decomiso de bienes y dinero en efectivo por más de un millón de pesos: un Mini Cooper, un Peugeot 308 Feline, una moto Yamaha de alta cilindrada –secuestradas en la casa de Ludueña– y un Citroën C3 –a nombre de Braun hijo–; además de 13.306 dólares, una moneda de 2 euros, una moneda de 500 liras italianas y 100.654,50 pesos, secuestrados en los distintos procedimientos.

Distintos roles

Cuando Gendarmería acabó con la organización, los investigadores llevaban seis meses juntando pruebas, desde que un testigo en el juicio por el homicidio de un joven de 17 años declaró que la casa de una mujer a la que identificó como Olga Sosa, en calle Los Alerces 1540 de Gualeguaychú, era un punto de venta de drogas.

El golpe se gestó el 2 de noviembre de 2013, cuando Gendarmería interceptó en cercanías de la localidad de Perdices, sobre la Ruta Nacional 14, un colectivo de la empresa Nuevo Expreso. Sentado en la butaca número 44 viajaba Barreto, la mula, portando un bolso de cuero en el que los gendarmes encontraron tres paquetes rectangulares de cocaína, cuyo peso total era de 3,190 kilos, y otro envoltorio más pequeño con la misma sustancia.

El tal “Martín” que mencionó Barreto ante los gendarmes era Ludueña. De la investigación ya habían surgido vinculaciones de Ludueña con los Braun y la abogada Gómez, y también las órdenes que unos y otros impartían a Barreto en cuanto al transporte de la droga desde la provincia de Buenos Aires hasta Gualeguaychú.

El fiscal Candioti describió con precisión el rol de Ludueña en la estructura narco: “Es el organizador. Primero se contactaba por teléfono con los Braun y con Cecilia Gómez, establecían cuál era el precio del estupefaciente y después hacía que viajen a Buenos Aires para que le entregaran el efectivo que previamente habían convenido. Luego de que recibía el dinero, conseguía el estupefaciente, se comunicaba con Barreto para que lo traslade y monitoreaba el traslado”, detalló.

Ese mismo día se realizaron doce allanamientos en forma simultánea: en el departamento de Gómez en Capital Federal se encontró un pan de cocaína de 1,079 kilos que Ludueña le había entregado unas horas antes, como quedó registrado en los videos de vigilancia del edificio; en la vivienda de Braun padre se incautó un envoltorio que contenía cocaína, una bolsa de nylon con cortes circulares, una trincheta con vestigios de cocaína y una balanza; a la vuelta, en la casa de Braun hijo, se secuestró dinero en efectivo; y al lado, en la casa de Olga Sosa, se secuestraron 121 “cebollines” de cocaína.

Pero es el allanamiento en la fastuosa casa de Ludueña, en la localidad bonaerense de Avellaneda, el que permite dimensionar la magnitud de la organización, porque además de la imponencia del inmueble se incautaron vehículos de alta gama y gran cantidad de dinero.

Complicidad policial

De los informes de inteligencia, fotografías, filmaciones y escuchas telefónicas surgieron también indicios de una complicidad policial. Uno de los puntos de venta de la organización era la casa de Abel Antonio Salva, fallecido antes del juicio oral. El hombre trabajaba como ordenanza en una escuela, vendía drogas en su domicilio y hacía repartos a domicilio, como si fuera un delivery.

De la investigación surgió que los Braun y la abogada Gómez abastecían a Salva de la cocaína que revendía. En la actividad de tráfico también colaboraba Rodrigo Salva, el hijo, integrante de la Policía de Entre Ríos.

De hecho, la voz del policía aparece en algunas escuchas y, según los gendarmes, Rodrigo Salva colaboraba con el padre aportando dinero para la compra de la droga que luego era vendida al menudeo, aunque no llegó a ser imputado.

Fuente: El Diario.