Comenzó el juicio por explotación laboral en un campo de Concordia

19/08/2015

Juan Cruz Varela Era un día lluvioso en esa porción de montes que supo cobijar a indios charrúas. Loma Negra es apenas un paraje nacido al vapor del ferrocarril y desaparecido en el instante mismo en que dejó de oírse el afónico sonido de la vieja y latosa locomotora. Juan Cruz Varela Era un día


Juan Cruz Varela

Era un día lluvioso en esa porción de montes que supo cobijar a indios charrúas. Loma Negra es apenas un paraje nacido al vapor del ferrocarril y desaparecido en el instante mismo en que dejó de oírse el afónico sonido de la vieja y latosa locomotora.

Allí, en esa colonia olvidada que fue cobijo de laboriosos inmigrantes venidos con el propósito de progresar y trabajar la tierra, a unos treinta kilómetros de Concordia, transcurre esta historia que tiene a Javier José María Laner como el primer acusado por explotación laboral en la provincia de Entre Ríos.

El 23 de febrero de 2011, inspectores de la Administración Federal de Ingresos Públicos (AFIP), junto con agentes de la Dirección Provincial del Trabajo y policías provinciales, realizaron un operativo en el que detectaron a seis trabajadores misioneros que desarrollaban tareas de desmonte y raleo de troncos de eucaliptos en un campo perteneciente a la empresa Trimaderas SRL.

Los obreros no estaban regularizados, tampoco registraban aportes, no tenían ropa ni elementos de trabajo adecuados ni cobertura por accidentes. Pero lo grave de la situación, y que motivó luego una denuncia penal por parte de la Unidad Fiscal de de Asistencia en Secuestros Extorsivos y Trata de Personas (Ufase), a cargo de Marcelo Colombo, es que los seis trabajadores vivían en el monte, hacinados en una casilla de madera cubierta con bolsas de nylon, desprotegidos de las inclemencias climáticas, sin agua corriente, baño ni luz eléctrica.

Luego se determinó que los obreros estaban inscriptos en una tal Cooperativa de Trabajo “Tierra Colorada Limitada”, con la cual había contratado Laner unos días antes del operativo. Pero los obreros solo reconocían a Laner como su “patrón” y ellos mismos dijeron en sede judicial que la relación laboral continuó (en las mismas condiciones) hasta unos siete meses después del procedimiento.

Esclavos en el siglo 21

Javier José María Laner, concordiense, 29 años, contratista forestal y apicultor, está acusado por el delito de trata de personas con fines de explotación laboral mediante el abuso de una situación de vulnerabilidad de los trabajadores, dada su escasa instrucción, cultura de trabajo irregular, extensas jornadas laborales, situación laboral y socioeconómica precaria y aislamiento de su lugar de residencia.

Los trabajadores contaron en sede judicial que vivían en el monte, hacinados en una casilla de madera cubierta con bolsas de nylon, desprotegidos de las inclemencias climáticas, en condiciones de hacinamiento, sin agua corriente ni luz eléctrica. Cocinaban en un fogón y tenían que acarrear el agua para beber e higienizarse desde un campo vecino distante a dos kilómetros de donde estaba el rancho. Como no tenían baño, debían hacer sus necesidades en un pozo, al aire libre, solo cubierto por unos palos y bolsas. Por las noches se alumbraban con un fogón y antorchas que ellos mismos habían confeccionado.

Dijeron también que cada tres o cuatro días Laner les proveía los alimentos, pero se los descontaba, y con sobreprecio, de la suma que percibirían en concepto de salario.

Los mismos trabajadores admitieron que sus situaciones laborales no estaban regularizadas y que eran remuneradas de manera disímil: percibían 25 centavos por tronco pelado, aunque desconocían cuánto cobrarían en definitiva, dado que el conteo lo hacía “el patrón”. Uno de ellos dijo, además, que debían cargar los troncos a mano para no hacer ruido con el tractor y tenían que esconderse en el monte si veían algún “auto raro”.

En las planillas que llenaron los inspectores de AFIP quedó asentado que trabajaban de lunes a lunes, con una jornada laboral que se iniciaba a las 5.30 y se extendía hasta las 19.30, es decir, 14 horas diarias.

El día del operativo

En el inicio del juicio declararon los inspectores de la AFIP que participaron del operativo en el paraje Loma Negra. Coincidieron en describir la situación de los trabajadores como “precaria”, tanto en cuanto a las condiciones laborales, como al modo de vida que debían darse en el campamento. Los relatos son idénticos: había una casilla de madera cubierta con nylon, con unas tablas que oficiaban de camas, apenas cubiertas por finísimos colchones, sin luz eléctrica, ni heladera, ni cocina, ni baño.

Los inspectores del fisco llegaron luego de haber realizado tareas de inteligencia tendientes a detectar establecimientos donde pudiera haber trabajadores no registrados. Claudio Parisi, uno de ellos, recordó que en el campo fueron recibidos por un “encargado”, a quien no identificó pero sería el mayor de los trabajadores misioneros.

Los obreros estaban cocinando alrededor de un fogón en el piso. “La actividad estaba medio parada por la lluvia”, señaló Guillermo Salum, otro de los inspectores.

Marcos Gastaldi, que tuvo a su cargo la inteligencia previa, recordó que se hizo “un relevamiento de seis personas”. Recordó también que los trabajadores señalaron a Laner como su “empleador”, que el hombre no estaba en el campo (“fueron ellos quienes nos facilitaron el teléfono”, acotó la supervisora del procedimiento, Ana Milezzi), que llegó “enojado” casi sobre el final del operativo, a bordo de una camioneta Toyoya Hilux doble cabina, y asumió ante los inspectores el rol de “encargado”.

A la llegada de Laner se dio una tensa situación, porque el muchacho comenzó a increpar a los trabajadores:
–¡¿Quién fue?! ¡¿Vos hablaste?! –les gritó uno por uno, totalmente fuera de sí y en presencia de los inspectores.

Los trabajadores no respondieron y agacharon la cabeza en una actitud de sumisión con la cual “quisieron dar a entender como que no tenían nada que ver”, aseguró Gastaldi.

Ya más calmado, Laner habló luego con los inspectores, “preguntó cuál era el problema y qué tenía que hacer para estar en regla”, recordó Guillermo Casablanca, otro de los agentes de AFIP. “Lo asesoramos respecto de cuáles eran las condiciones correctas y le dijimos que había unos tráiler para que la gente viviera con mayor comodidad”, agregó.

Los obreros, por su parte, preguntaron “cuánto más debían percibir por el trabajo que realizaban si hubiesen estado registrados”, recordó Armando Pereyra, otro de los agentes del fisco. La paga oscilaba los 1.200 pesos mensuales, es decir, la mitad de lo que establecía el convenio laboral de la actividad, y “se las hacía Laner”, acotó Silvana Stronati, otra de las inspectoras, quien apuntó que luego corroboraron en el sistema informático que “los trabajadores no estaban registrados”.

El resumen de la jornada lo dio Sebastián Mundani, otro de los inspectores: “Al final del día quedé impresionado por lo que vi en los procedimientos; me pareció increíble que hubiera gente que trabajara en esas condiciones, con frío, sin ningún tipo de servicio básico, sin agua, sin luz. Su único contacto con el mundo exterior apenas era la radio que escuchaban” y no dudó en calificar las condiciones de vida como “infrahumanas”.

Fuente: El Diario.