Las escuchas comprometen a los integrantes de una banda narco
13/08/2015
Juan Cruz Varela Lo que primero surgió como una sospecha, luego se fue robusteciendo a partir de tareas de inteligencia: en un barrio de Gualeguaychú había una organización que vendía drogas al menudeo desde distintas casas que oficiaban de kiosquitos. Pero lo que permitió tener una verdadera dimensión de la organización fueron las escuchas telefónicas
Juan Cruz Varela
Lo que primero surgió como una sospecha, luego se fue robusteciendo a partir de tareas de inteligencia: en un barrio de Gualeguaychú había una organización que vendía drogas al menudeo desde distintas casas que oficiaban de kiosquitos. Pero lo que permitió tener una verdadera dimensión de la organización fueron las escuchas telefónicas que durante varios meses se realizaron sobre las comunicaciones que se cruzaban sus integrantes.
“Todos hablaban de compra y venta de estupefacientes, cómo se iban a trasladar y cómo se hacía la venta en Gualeguaychú”, detalló la gendarme que tenía a su cargo la desgrabación de las escuchas. “Siempre el triángulo era Braun-Gómez-Ludueña”, explicitó una de las personas que entre marzo y octubre de 2013 escuchó horas y horas de conversaciones para la investigación.
En el esquema de la organización, Pablo Martín Ludueña (foto), que vivía en Avellaneda, provincia de Buenos Aires, era el proveedor de la cocaína que luego se comercializaba al menudeo en Gualeguaychú; Miguel Ángel Braun y la abogada Elena Cecilia Gómez recibían la droga de Ludueña y la distribuían en la ciudad para su reventa al menudeo. Otro integrante de la cadena era Miguel Exequiel Braun, alias Pata, que fungía como lugarteniente de su padre en la estructura delictiva.
Sus voces son las que se escuchan en las intervenciones telefónicas.
–Ecuchame, Martincho, por qué no puedo ir antes del jueves, yo, o sea, la plata la tengo, o sea, comprale el kilo tranquilo que yo lo tengo aparte, como te dije, en verde, y no te voy a dar otra cosa que no sea verde –dice Gómez un día.
–Está bien, Ceci. El tema es que yo me tengo que manejar el día antes, yo ir por lo tuyo con lo mío; es más, si vos venís por uno y a mí de acá al jueves me salen las cosas de otra forma, voy por dos y nos ahorramos una moneda, viste –le responde Ludueña.
El 2 de noviembre de 2013, cuando los gendarmes irrumpieron en el departamento de la abogada Gómez en Capital Federal, encontraron un pan de 1,079 kilos de cocaína. “La conversación hace referencia al ‘verde’, necesitaban dólares”, interpretó la gendarme, aludiendo a que la cocaína se pagaba en moneda extranjera.
Braun padre también tenía contacto fluido con Ludueña. Pero, según la gendarme, “una vez, Pata (apodo que se le atribuye a Braun hijo) habló con Ludueña por el teléfono del padre. Se refirió a la plata, dólares que tenía o podía conseguir”, recordó.
Tres paquetes, tres kilos
Luego de varios meses de investigación, la banda fue desbaratada el 2 de noviembre de 2013. A pocos kilómetros de Gualeguaychú, efectivos de Gendarmería interceptaron un colectivo de la empresa Nuevo Expreso en el que viajaba Diego Maximiliano Barreto, transportando tres paquetes rectangulares de cocaína, cuyo peso total era de 3,190 kilos. “Tenían la particularidad de que no eran los ladrillos comunes, sino que estaban embalados con otra cinta y eran tipo bochones”, recordó Edgardo Fernández, uno de los gendarmes que participó del procedimiento.
Fernández había estado en Capital Federal realizando tareas de inteligencia y venía siguiendo al colectivo en un automóvil. “El estupefaciente lo había pagado Miguel Ángel Braun”, dijo ayer ante el tribunal. Sus dichos también se sostienen en las escuchas.
La droga estaba en un bolso de cuero que había sido depositado en los gabinetes sobre los asientos. “Al principio, nadie reconocía el bolso”, recordó Ramón Ruiz, otro gendarme. Llegados a este punto surgió una controversia: Ruiz dijo que el bolso fue señalado por otro gendarme que viajaba encubierto en el colectivo; mientras que Fernández afirmó que “nadie reconocía el bolso, hasta que Barreto admitió que era suyo”. El dilema quedó irresuelto, a pesar del esfuerzo por dilucidarlo de los abogados defensores.
Luego se sucedieron allanamientos en la fastuosa mansión de Ludueña, donde se secuestraron 88.100 pesos, 12.400 dólares, un Mini Cooper, un Peugeot 308 modelo Feline y una moto Yamaha de alta cilindrada, entre otras cosas; en el departamento de Gómez en Capital Federal; en la vivienda de Braun padre, donde se incautó un envoltorio que contenía cocaína, una bolsa de nylon con cortes circulares, una trincheta con vestigios de cocaína y una balanza; a la vuelta, en la casa de Braun hijo, donde se secuestró dinero en efectivo; y al lado, en la casa de Olga Gladys Sosa, la madre de Exequiel y ex esposa de Miguel Braun, donde se secuestraron 121 “cebollines” de cocaína.
La casa de Sosa está señalada como un punto de venta de estupefacientes y durante la jornada de ayer declararon los gendarmes que realizaron el allanamiento en ese lugar. “La droga estaba en la cartera, dentro de un ropero, era un paquete armadito, todo con bolsas de nylon, se contabilizó “Había una cartera con cebollines… estaban dentro de la cartera, en un ropero, armaditos en bolsas de nylon. Se contabilizaron 121 bochitas”, dijo José Daniel García, el gendarme que hizo el hallazgo. “Estaba fraccionado en bolsitas blancas y el test dio positivo de cocaína”, acotó Gustavo Lubo. “También se secuestraron celulares, dinero y en otra pieza, monedas”, apuntó Diego Cepeda.
Un policía bajo investigación
La importancia de esta causa judicial radica en que tiene como acusados a distintos eslabones de la cadena del tráfico y hasta una complicidad policial.
En la causa estuvo imputado Abel Antonio Salva, fallecido antes del juicio oral. El hombre trabajaba como ordenanza en una escuela, vendía drogas en su domicilio y hacía repartos a domicilio, como si fuera un delivery.
De la investigación surgió que los Braun y la abogada Gómez abastecían a Salva de la cocaína que revendía. En la actividad de tráfico también colaboraba Rodrigo Salva, el hijo, integrante de la Policía de Entre Ríos.
La voz de Salva aparece en las escuchas. En una de ellas, por ejemplo, se queja de la calidad de la cocaína que le proveía Braun:
–Está medio floja ahora –le dice en una oportunidad.
También su hijo policía aparece en los registros: “El hijo de Salva habló por teléfono con Braun por una diferencia por el dinero que le cobraron a su padre. Rodrigo, como había estado en (la Dirección) Investigaciones, sabía cómo era la metodología (de intervención de teléfonos) y cambiaba continuamente de número”, reveló el martes el jefe de la investigación en su declaración ante el tribunal.
Fuente: El Diario.