“Los Hijos del Narco”, radiografía del verdadero poder en Entre Ríos

13/07/2015

De la Redacción de Página Judicial Cuenta Daniel Enz que hubo un momento, no hace mucho tiempo, en que desde las altas esferas casi le ordenaron al hijo del gobernador que dejara de comunicarse con el líder de la barrabrava del principal equipo de fútbol de la ciudad porque corría el riesgo de quedar pegado

“Los Hijos del Narco”, radiografía del verdadero poder en Entre Ríos


De la Redacción de Página Judicial

Cuenta Daniel Enz que hubo un momento, no hace mucho tiempo, en que desde las altas esferas casi le ordenaron al hijo del gobernador que dejara de comunicarse con el líder de la barrabrava del principal equipo de fútbol de la ciudad porque corría el riesgo de quedar pegado a las causas por droga que ya acechaban al hincha.

No hay nada de literatura en esto.

Tampoco sería justo encasillar a este libro en el género policial ni decir que es solo un libro de investigación periodística.

El ritmo vertiginoso que propone el autor convierte a Los Hijos del Narco en un thriller donde aparece una maraña de relaciones entre la policía, la política y el narcotráfico que abre una ventana para entender el crecimiento de la violencia en los barrios paranaenses.

Los Hijos del Narco, el último libro de Daniel Enz, el décimo, es una verdadera radiografía de un negocio que no para de crecer. Y al contarlo Enz vuelve a desafiar al poder, al verdadero poder, al que no amenaza ni dirime sus conflictos en los tribunales.

El narcotráfico está instalado en Entre Ríos: se han detectado cocinas de droga; ingresan estupefacientes por agua, por tierra y por aire; solo en Paraná existen ochocientos kioscos de droga; hay soldaditos que son adolescentes pobres, marginados, sin recursos ni esperanza, reclutados como mano de obra de bajo costo –a cambio reciben algún celular, armas y la droga que consumen–; existen sicarios, algunos con varias muertes encima. De eso se trata Los Hijos del Narco, y Enz no solo describe la estructura de cada organización, sino que les pone nombre y apellido a los dueños del negocio.

“Cuando un narco es asesinado, condenado o desplazado del circuito, siempre hay otro que lo reemplaza, y así sucesivamente. Por eso no es extraño que vayan apareciendo algunos otros jefes, más jóvenes y con otras ideas, para el desarrollo del negocio”, dice Enz.

Si lo sabrán Luis Chiro Lenzi o Julio Godoy, los primeros líderes narcos que hubo en Entre Ríos, en los últimos años de la década de 1980; o el boxeador Ricardo Mancuello, que a punto estuvo de llegar a disputar un juego olímpico y terminó acribillado a balazos dentro de un auto, antes de que pudiera abrir la puerta, siquiera, por viejas rencillas del negocio narco; y qué hay de Alberto Cuqui Velásquez, muerto en su ley, resistiendo a tiros una traición de sus socios en la Dirección de Toxicología de la Policía.

“Sáquese de la cabeza, sin embargo, que todos los narcos son unos sicarios tan adictos como embrutecidos”, advierte Hugo Alconada Mon a cualquier lector desprevenido desde el prólogo. “Así podrá ser, acaso la mano de obra barata que utilizan, sí. Pero los jefes máximos de esas redes de crímenes organizados suelen ser verdaderos profesionales que exhiben una notable capacidad estratégica y táctica para moverse y proteger sus operaciones e inversiones, con conocimientos avanzados de finanzas y de lavado, y con una larga lista de abogados y contadores a sus órdenes”, agrega.

Esa característica tienen los continuadores del negocio: El Viejo Sterz, pionero en la producción de cocaína en las dos costas, en Paraná y Concordia; Gonzalo Caudana, que antes de ser El Gordo, cuando era El Flaco, armó una estructura en la que incluyó a toda su familia; el intocable Daniel Celis o el barrabrava Petaco Barrientos, los primeros en el reclutamiento de chicos cada vez más jóvenes para que les hicieran el trabajo sucio.

Con minuciosa precisión, el libro describe cómo se desplegó el narcotráfico en las barriadas paranaenses: “Celis fue de los primeros –casi de modo simultáneo con Gustavo Petaco Barrientos, otro de los jefes de la droga en Paraná– en organizar grupos de soldaditos del narcotráfico, conformados por pibes de entre 14 y 20 años, que se dedican a trasladar estupefacientes en bicicletas o pequeñas motos, como así también custodiar algunas viviendas donde se esconde la mercadería que llega y nunca se debe saber dónde se esconde. O bien, tienen que estar preparados para trasladarla de un lado a otro, para evitar los estados de sospecha que la Justicia Federal les ordena a los policías que inician una investigación. Son jóvenes que trabajan solamente de eso, los que en su mayoría dejaron la escuela a poco de iniciar el ciclo secundario y que aportan los primeros dineros a su familia. El problema principal de estos pibes es cuando comienzan a tener contacto con la droga y caen rendidos a sus pies. Se transforman en consumidores y por ende tienen que ser desplazados de la estructura en la que estaban”.

Las estructuras del narcotráfico crecieron subestimadas por los gobiernos, se dividieron los barrios y corrompieron la estructura social; aunque testimonios, escuchas telefónicas y la consulta de expedientes judiciales revelan también la complicidad de los jefes narcos con dirigentes políticos, tanto del peronismo como del radicalismo.

Y por supuesto que no faltan colombianos y mexicanos en esta trama.

“En la última década hubo más de doscientas personas asesinadas en Paraná (con un alto número de jóvenes en el listado), como consecuencia de la droga. Vendettas, crímenes, excesos de alcohol y droga, locura callejera, violencia contenida, constituyeron un combo que derivó en demasiadas muertes, fundamentalmente en barrios humildes de la capital entrerriana, donde cada día se torna más difícil vivir y sobrevivir”, narra Enz.

Todo eso aparece en Los Hijos del Narco, contado sin resignar la didáctica para los desprevenidos en nombre de la rigurosa precisión de los datos. He ahí sus valores más importantes: el libro es una vuelta a las raíces del periodismo de investigación, no solo deteniéndose en los datos duros, sino también en las condiciones históricas que marcaron su aparición; y es, además, un ejercicio de valentía.

Ficha

Los Hijos del Narco. Narcotráfico, poder, violencia y muerte en Entre Ríos.
Daniel Enz. Prólogo de Hugo Alconada Mon.
Paraná, mayo de 2015.
311 páginas, 230 pesos.

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