Impusieron las mismas penas en el caso de la cocina de cocaína
28/04/2015
Juan Cruz Varela El Tribunal Oral Federal ratificó las penas para los condenados por la instalación de un laboratorio clandestino de cocaína en un campo del acceso norte de Paraná. Juan Cruz Varela El Tribunal Oral Federal ratificó las penas para los condenados por la instalación de un laboratorio clandestino de cocaína en un campo
Juan Cruz Varela
El Tribunal Oral Federal ratificó las penas para los condenados por la instalación de un laboratorio clandestino de cocaína en un campo del acceso norte de Paraná.
Otros jueces dieron un fallo casi calcado al que se dictó hace dos años: José Roberto Sterz recibió la pena de diez años de prisión, más una multa de 5.000 pesos, por el delito de fabricación de estupefacientes; al empresario Vicente Jesús Bioletti se le impuso una pena de seis años de prisión y una multa de 1.800 pesos, como autor del delito de facilitación del lugar para la instalación de la cocina de cocaína. Hasta ahí no hubo cambios. Quién sí recibió una morigeración fue Ramón Ángel Palavecino, el cuidador del campo, que resultó condenado por el mismo delito que Bioletti pero como partícipe secundario, y recibió una pena de tres años de prisión condicional –antes había sido de cumplimiento efectivo– y multa de 150 pesos.
Los jueces ordenaron, además, el decomiso de las prensas hidráulicas que fueron utilizadas para la confección de los “panes” de cocaína y, una vez que la sentencia quede firme, deberán ser entregadas a escuelas con orientación técnica o industrial.
El fiscal Candioti consideró que “en este caso se hizo una importante inversión económica para el montado de la cocina, que no era una cocina rudimentaria”. Destacó el rol de Sterz como cabecilla de la organización y encargado de la fabricación del estupefaciente, y dijo que Bioletti facilitó el lugar para que se ponga en funcionamiento el laboratorio de cocaína. “Estaba en absoluto conocimiento de todo”, enfatizó respecto del rol del ex empresario de transporte devenido en productor agropecuario. “Con todas las posibilidades que tuvo de adecuar su conducta a la norma, por la educación que recibió, porque no sufrió privaciones económicas ni tuvo problemas de socialización, eligió violarla”, agregó acerca de Bioletti. Y en cuanto a Palavecino, dijo que “conocía perfectamente lo que se hacía allí”. Así justificó las penas que pidió, que fueron las que el tribunal impuso finalmente. “Estuvieron impulsados por un ánimo de lucro”, acotó en otro tramo de su alegato.
Los defensores, en tanto, expresaron la “absoluta inocencia” de los tres imputados, a pesar de que su culpabilidad había sido señalada por el tribunal de juicio, ratificada por los jueces de casación y no estaba en discusión en esta instancia. Ante ese cuadro de situación, reclamaron al nuevo tribunal que imponga el mínimo, en cada caso.
Lo cierto es que los jueces Ricardo Vázquez, Otmar Paulucci y David Chaulet casi no se apartaron de lo que hace dos años había fallado el tribunal de juicio. En cambio, tendrán que esforzarse respecto de los por qué, en cada caso, aunque los fundamentos recién se conocerán en ocho días.
Es caprichoso el azar
El hallazgo de la cocina de cocaína fue obra de la casualidad. El 8 de agosto de 2011, temprano por la mañana, se precipitó a tierra y se incineró completamente una aeronave en el campo de Bioletti. Buscando restos de la avioneta, un policía se tropezó con un pozo abierto y sin tapa, al lado de la precaria construcción. Allí había varios bultos, envueltos en bolsas de consorcio color negro, sujetos con cinta de embalar, y una botella de acetona.
Eso llamó la atención y a los policías de la Dirección Toxicología se les ocurrió montar una vigilancia en la zona. Durante dos noches, los agentes apostados en las inmediaciones del campo vieron desfilar a varias personas, yendo desde la tapera hasta el casco principal, con linternas, trasladando bultos.
Al tercer día, el 10 de agosto, allanaron la estancia. En la tapera encontraron 26,7 kilos de clorhidrato de cocaína y 3,5 kilos de pasta base de cocaína, 134 kilos de material de corte, 80 litros de acetona; además de la infraestructura montada para la producción de estupefacientes: un quemador industrial, dos prensas hidráulicas, coladores, un rayador, espátulas, moldes, bolsas de nylon, guantes, barbijos, máscaras, cintas de embalar, balanzas digitales y otros elementos; también restos de pasta base y polvo blanco diseminados en los distintos ambientes de la tapera.
El laboratorio clandestino que funcionaba en la estancia de Bioletti es la más importante cocina de cocaína que se haya descubierto en la provincia de Entre Ríos, y “no es para nada una cocina rudimentaria”, enfatizó ayer el fiscal Candioti en su alegato.
Los tres imputados fueron condenados el 22 de abril de 2013 por los jueces Lilia Carnero, Roberto López Arango y Noemí Berros. Sin embargo, la sentencia fue apelada y, en agosto del año pasado, la Cámara Federal de Casación Penal confirmó las condenas, pero pidió revisar “la mensuración de la pena” por considerar que no había fundamentos suficientes.
En resumen, el tribunal de casación decidió confirmar las condenas, anular parcialmente la sentencia en lo que hace a los montos de las penas, apartar a los magistrados que realizaron el debate oral y público y devolver el expediente al tribunal oral para que otros jueces escuchen a las partes e impongan las sanciones pertinentes. Eso es lo que ocurrió ayer.
Un juicio pendiente
Lejos de estar concluida, a la historia de la cocina de cocaína le quedan varios capítulos por escribir. Para empezar, los defensores adelantaron ayer que apelarán nuevamente el fallo una vez que se conozcan los fundamentos. Y, además, está pendiente el juicio contra Claudio Pascual Luna, lugarteniente de Sterz en la estructura dedicada a la producción y venta de estupefacientes.
Según pudieron determinar los investigadores policiales, Luna estuvo en el campo la noche anterior al allanamiento. De hecho, en la tapera donde se encontró la cocina de cocaína estaban sus huellas dactilares. Alrededor de las 20.30 del 9 de agosto, se detectó la llegada de un Peugeot 206 que estacionó en la zona de la parrilla, donde había un fuego y un asado en marcha. A poco de llegar, el conductor del automóvil (Luna) se dirigió hasta la tapera y volvió, unos minutos después, acompañado por otra persona (Sterz).
El vehículo, conducido por Luna, volvió a salir una hora después, luego de que el propio conductor cargara unos paquetes en el asiento trasero. A los pocos metros recibió la voz de alto e intentó darse a la fuga, pero fue detenido antes de llegar al asfalto y el conductor quedó demorado por unas horas, hasta que lo liberaron.
Al día siguiente, con el allanamiento en marcha, en un rastrillaje por el camino de broza que había transitado el automóvil, a través de calle Walter Grand hacia el acceso norte, los policías encontraron los paquetes con cocaína que habría arrojado en su fuga.
Sin embargo, cuando la Policía fue a buscar a Luna con la orden de detención, ya no estaba.
Luna recién fue detenido el 15 de mayo de 2013, en Rosario. Actualmente permanece alojado en la cárcel de Paraná. Iba a ser juzgado a fines del año pasado, pero el defensor oficial, Mario Franchi, recusó a los integrantes del tribunal oral porque habían intervenido en el primer juicio y en la sentencia emitieron valoraciones sobre el rol que creían tenía Luna en el funcionamiento de la estructura delictiva. Ahora debe conformarse un nuevo tribunal para juzgar a Luna.
Fuente: El Diario.