Confirmaron las condenas en el caso de la cocina de cocaína de Paraná

26/12/2014

Juan Cruz Varela De la Redacción de Página Judicial La Cámara Federal de Casación Penal confirmó las condenas para los tres acusados por la instalación de un laboratorio clandestino de cocaína en un campo ubicado en el acceso norte de Paraná. Sin embargo, un nuevo tribunal deberá revisar las penas que les corresponden a Vicente


Juan Cruz Varela
De la Redacción de Página Judicial


La Cámara Federal de Casación Penal confirmó las condenas para los tres acusados por la instalación de un laboratorio clandestino de cocaína en un campo ubicado en el acceso norte de Paraná. Sin embargo, un nuevo tribunal deberá revisar las penas que les corresponden a Vicente Jesús Bioletti, dueño del campo; Ramón Palavecino, el cuidador; y José Roberto Sterz, un conocido narcotraficante de la provincia.

Se trata del caso de la más importante fábrica de cocaína que se descubriera en la provincia, que funcionaba en una “tapera” ubicada a unos quinientos metros del casco principal del campo. Allí, el 11 de agosto de 2011, se encontraron 26,7 kilos de clorhidrato de cocaína y 3,5 kilos de pasta base de cocaína, 134 kilos de material de corte, bidones y botellas de acetona; además de la infraestructura montada para la producción de estupefacientes: un quemador industrial, lámparas infrarrojas, coladores, espátulas, moldes, bolsas de nylon, guantes, barbijos, cintas de embalar, balanzas y otros elementos.

El hallazgo fue por casualidad. Lo admitieron los propios policías.

La historia se remonta al 8 de agosto. Esa tarde se precipitó a tierra y se incineró completamente una aeronave en el campo de Bioletti. Buscando restos de la avioneta, un policía se tropezó con un pozo abierto y sin tapa, al lado de la precaria construcción, en el que había varios bultos, envueltos en bolsas de consorcio color negro, sujetos con cinta de embalar y una botella de acetona. A partir de esa noche se dispusieron tareas de investigación e inteligencia en la zona y durante dos noches los policías apostados en las inmediaciones del campo vieron desfilar a varias personas, yendo de la tapera hasta el casco principal, con linternas, trasladando bultos.

El 22 de abril de 2013, el Tribunal Oral Federal de Paraná condenó a Sterz a diez años de prisión y dispuso su inmediata detención. En tanto, Bioletti fue condenado a seis años de cárcel y Palavecino recibió la pena de tres años, aunque siguen en libertad.

Para el tribunal de casación, los tres son culpables, pero otros jueces deberán revisar las penas. Se observa “un déficit en cuanto a la mensuración de la pena que amerita su invalidación”, dice el fallo. No significa que hayan sido mal impuestas, sino que los magistrados del juicio no fundamentaron correctamente cómo llegaron a esos montos.

En resumen, el tribunal de casación decidió anular parcialmente la sentencia –en lo que hace a los montos de las penas–, apartar a los magistrados que realizaron el debate oral y público y devolver el expediente al tribunal oral para que otros jueces realicen una audiencia con las partes y los imputados e imponga las sanciones pertinentes.

Todos culpables

Por lo demás, el tribunal de casación ratificó que “las conductas imputadas, así como las calificaciones jurídicas asignadas, recibieron adecuado tratamiento en la sentencia impugnada, en base a las pruebas producidas en el debate público”. Sterz fue condenado como autor del delito de fabricación de estupefacientes; mientras que a Bioletti y Palavecino se les atribuyó el delito de facilitación del lugar en el que se montó el laboratorio clandestino de cocaína, aunque al dueño del campo en calidad de autor y al casero como partícipe secundario, de allí la diferencia en la pena de cada uno.

Los jueces Ángela Ledesma, Alejandro Slokar y Pedro David, como el tribunal oral de Paraná, consideraron que Sterz “se encontraba adscripto a la cadena de comercialización-fabricación con el ánimo de diseminar y expandir la droga”. En el mismo rol ubicaron a Claudio Pascual Luna, su lugarteniente, que no llegó a ser juzgado porque en ese momento se encontraba prófugo.

Respecto de Bioletti, los jueces Ledesma, Slokar y David señalaron que “tenía pleno conocimiento de todos los sucesos ilícitos que ocurrían en su hacienda”; hablan de la “tapera” como “laboratorio” de droga; y citando otra vez al tribunal oral señalan que “la ubicación geográfica del inmueble y la posición social de Bioletti garantizaban cierta cobertura, solo un hecho fortuito y la curiosidad del preventor (un policía de la Dirección de Toxicología de la Policía) sacaron a la luz la empresa ilícita”.

El fallo –al que accedió Página Judicial– se extiende bastante respecto de la responsabilidad de Bioletti, perteneciente a una familia dedicada al transporte de pasajeros, ex dueño de la empresa San José y reconvertido en productor agropecuario: “Quedó acreditado sin contradicciones que Bioletti era quien autorizaba cualquier actividad que se emprendiera en el predio, ya sea plantaciones de verduras, aloe, stevia o colocación de colmenares, reparación de instalaciones o preparativos para fiestas, como así también la guarda de cosas” y que “siempre que facilitó un espacio, para cualquier actividad, obtuvo una compensación”, consignaron los jueces de Paraná y así lo retomó el tribunal de casación.

Si bien Palavecino participaba del negocio, los jueces ratificaron que “no era posible que el casero haya podido asumir una empresa ilícita de tal envergadura –incluyendo la inversión monetaria, concurrencia de personas, utilización del material secuestrado– y todo ello haya podido pasar desapercibido al control de Bioletti”.

Así las cosas, para los jueces de casación, el fallo “aparece como derivación lógica y razonada de las pruebas allí evaluadas”, y consideraron que “los agravios de los recurrentes (defensores de Bioletti, Palavecino y Sterz) solo evidencian una opinión diversa sobre la cuestión debatida y resuelta”, por lo que rechazaron las apelaciones.

El eslabón perdido

Claudio Pascual Luna está sindicado como lugarteniente de Sterz en el tráfico de estupefacientes y fue imputado desde el inicio de las investigaciones, ya que estuvo en el campo la noche anterior al allanamiento. De hecho, en la tapera donde se encontró la cocina de cocaína estaban sus huellas dactilares.

La noche anterior al allanamiento en el campo del acceso norte, alrededor de las 20.30, se detectó la llegada de un Peugeot 206 que estacionó en la zona de la parrilla, donde había un fuego y un asado en marcha. A poco de llegar, el conductor del automóvil (Luna) se dirigió hasta la tapera y volvió, unos minutos después, acompañado por otra persona (Sterz).

El vehículo, conducido por Luna, volvió a salir, una hora después, luego de que el propio conductor cargara unos paquetes en el asiento trasero. A los pocos metros recibió la voz de alto e intentó darse a la fuga, pero fue detenido antes de llegar al asfalto y el conductor quedó demorado por unas horas. Al día siguiente, en un rastrillaje por el camino de broza, los policías encontraron los paquetes con cocaína que habría arrojado en su fuga. En el juicio, los testigos del procedimiento aseguraron ante el Tribunal Oral Federal de Paraná que el hombre “estaba tranquilo” y que “no dijo ni una palabra”.

Esa noche, Luna fue trasladado a la Dirección de Toxicología, luego a la Comisaría Quinta y finalmente fue liberado, en horas de la madrugada, previo al allanamiento del campo. Cuando la Policía fue a buscarlo con la orden de detención, ya no estaba.

Luna se mantuvo prófugo hasta el 15 de mayo de 2013, cuando fue detenido en Rosario. Actualmente permanece detenido en la cárcel de Paraná. Iba a ser juzgado el mes pasado, pero su defensor oficial, Mario Franchi, recusó a los integrantes del tribunal oral porque habían intervenido en el primer juicio y en la sentencia emitieron valoraciones sobre el rol que creían tenía Luna en el funcionamiento de la estructura delictiva.