Ex agentes reconstruyeron el rol de la patota de la Policía Federal

26/11/2014

Juan Cruz Varela A lo largo de los años se ha logrado probar que la Policía Federal desempeñó un rol activo y fundamental en el plan sistemático de exterminio. Cuando los militares asaltaron el poder el 24 de marzo de 1976, la Delegación Paraná tenía una estructura importante en cuanto a cantidad de hombres, aunque


Juan Cruz Varela

A lo largo de los años se ha logrado probar que la Policía Federal desempeñó un rol activo y fundamental en el plan sistemático de exterminio. Cuando los militares asaltaron el poder el 24 de marzo de 1976, la Delegación Paraná tenía una estructura importante en cuanto a cantidad de hombres, aunque solo un puñado de ellos habría desempeñado un papel preponderante en la represión ilegal.

Al menos quince sobrevivientes de la dictadura señalan haber sido secuestrados en la vía pública, detenidos ilegalmente a la vista de sus compañeros de trabajo o arrancados de sus casas por la patota de la Policía Federal en Entre Ríos.

Pero el aporte al aparato represivo no se limitó a la experiencia que ese puñado de oficiales ofreció por su formación en cuanto a la práctica de llevar a cabo allanamientos y detenciones ilegales, sino que se extendió también a las tareas de inteligencia que desarrollaba el personal de la delegación.

Y está claro que las técnicas de represión ilegal no constituyeron hechos aislados, tampoco que fueron ejecutados por grupos anárquicos ni obedeciendo impulsos individuales; sino que por el contrario se generaron como consecuencia de la aplicación sistemática de una política de exterminio y terror impuesta desde la cúpula del poder. A la cabeza de esa estructura estaba el jefe de la delegación, José Faustino Fernández (fallecido), quien puso esa maquinaria a disposición de la autoridad militar.

Cosme Ignacio Marino Demonte, el único policía federal imputado en la denominada megacausa Área Paraná, ha sido señalado hasta por sus propios compañeros de armas como un engranaje central en la oficina de inteligencia.

Oficina de inteligencia

Ayer, en una nueva audiencia del juicio escrito –que se desarrolló en un inusual horario vespertino– declararon dos ex policías que comprometieron aún más la situación de Demonte, al señalarlo como uno de los integrantes de la oficina de inteligencia de la delegación y del grupo de tareas de la Delegación Paraná de la Policía Federal.

Las tareas de inteligencia en la delegación estaban a cargo de una “oficina técnica” o “servicio de informaciones”, como se la denominaba. Funcionaba en la planta alta, a pocos metros de la oficina del jefe, y era de un área acceso restringido. Desde allí se hacían tareas de análisis de los diarios para extraer datos referidos a posibles escenarios de conflicto, se remitían informes al Gobierno y se coordinaban las operaciones de represión con otras fuerzas armadas, policiales y de seguridad.

En la planta alta también funcionaba la radio-estación. “Estaban todos los equipos de comunicación. Se recibían comunicaciones de Buenos Aires, de la Dirección General del Interior, mandaban listas del PEN (detenidos a disposición del Poder Ejecutivo Nacional), nombres a ver si los conocíamos, hábeas corpus… nosotros las copiábamos a máquina, se las pasábamos al oficial de guardia y él a los de inteligencia”, reseñó Ricardo José María Militello, ex policía federal, que trabajó como radio-operador de la delegación durante la represión ilegal. “A la oficina de inteligencia no entraba nadie. Si teníamos un comunicado para ellos, había que avisar y venían a buscarlo”, agregó.

Militello refirió que era común que recibieran mensajes cifrados e inclusive “también codificaban la voz”; y mencionó un nombre que se repetía mucho en los radiogramas: Juan Carlos Trimarco, el jefe de la represión en la provincia.

En el esquema represivo, Militello le asignó un rol preponderante a Demonte: “Era quien secundaba al comisario (Fernández). Ellos organizaban los servicios, quién iba acá y allá” y luego amplió: “Ellos eran los que manejaban todo el funcionamiento (de la delegación)”. Destacó además que el personal de inteligencia siembre vestía de civil. Del mismo modo, Hasín Rubén Misere, otro ex policía federal, señaló a Demonte como “jefe de guardia” y “en la oficina de informaciones”.

Militello aseguró que la oficina de inteligencia de la delegación era una especie de base de operaciones donde se desarrollaban reuniones periódicas con altos mandos militares, personal de la Fuerza Aérea, prefectos y policías provinciales, seguramente para diagramar las tareas de represión; y Misere apuntó que esas tertulias se repetían “una vez por mes” en la residencia del delegado, en calle Mitre.

Policía, espía y vigilador

Demonte está acusado por la privación ilegítima de la libertad y aplicación de severidades y apremios ilegales (torturas) en perjuicio de Victorio Coco Erbetta, ocurrido el 13 de agosto de 1976, y de Pedro Miguel Sobko, y por el homicidio de este último, que se produjo el 2 de mayo de 1977.

En aquellos años se desempeñaba como oficial ayudante de la Policía Federal.

Al año siguiente, en 1978, sería incorporado como personal civil de inteligencia del Batallón 601, a partir de una recomendación del suicidado Paúl Alberto Navone, que también estuvo involucrado en el robo de los mellizos de Raquel Negro y Tulio Valenzuela nacidos en el Hospital Militar de Paraná.

Ya retirado de la fuerza, Demonte se convirtió en agente de una empresa de seguridad privada de Paraná. Allí se desempeñó hasta su detención, en 2010.

Hoy tiene 62 años y permanece alojado en la cárcel de Paraná.