Un ex preso escuchó a militares decir que Coco Erbetta murió en la tortura

04/11/2014

Juan Cruz Varela Para agosto de 1976, las fuerzas conjuntas avanzaban sobre la militancia en Paraná. El 13 de agosto, Victorio José Ramón Erbetta, Coco para todos, había estado estudiando con unos compañeros. Como tenían clases decidieron suspender temprano para luego reencontrarse en la facultad, que por ese entonces funcionaba en el actual edificio de


Juan Cruz Varela

Para agosto de 1976, las fuerzas conjuntas avanzaban sobre la militancia en Paraná.

El 13 de agosto, Victorio José Ramón Erbetta, Coco para todos, había estado estudiando con unos compañeros. Como tenían clases decidieron suspender temprano para luego reencontrarse en la facultad, que por ese entonces funcionaba en el actual edificio de la Facultad de Ciencias Económicas de la UNER.

Cerca de las 20 quedaban unos pocos estudiantes conversando en la cantina, cuando ingresaron por calle La Rioja algunos efectivos de la Policía Federal vestidos de civil que rápidamente se dirigieron al Vicedecanato. Uno de ellos fue reconocido como Cosme Ignacio Marino Demonte, que vestía saco azul y pantalón gris; otro era un hombre de unos 45 años, que llevaba un ambo de color beige; y el otro llevaba saco y corbata. Los policías preguntaron por Erbetta y cuando estuvo en la oficina, lo pusieron contra la pared y palparon de armas. Luego lo sacaron por donde habían entrado, lo subieron a un patrullero y partieron por calle Gualeguay (actualmente Illia) hacia calle 25 de Mayo.

Paralelamente al operativo en la facultad, una patota del Ejército realizaba un allanamiento en la casa donde Coco vivía con su madre y sus hermanas.

Erbetta pasó unas horas en la Policía Federal y al otro día fue trasladado a los cuarteles del Ejército. De allí fue desaparecido.

Se les fue

Alejandro Florenza conoció a Coco en el lugar equivocado. Aunque no se vieron nunca, sus historias se cruzaron en los calabozos del Escuadrón de Comunicaciones. Florenza pudo ver la luz después de salir del túnel más oscuro de la historia argentina. Erbetta no tuvo esa suerte.

“Una noche lo sacaron a interrogar, como era ‘normal’ en ese lugar; al rato hubo corridas y movimientos inusuales y se escuchó decir entre los militares que se les había ido en el interrogatorio, que no había aguantado”, dijo Florenza en su declaración ante el juez Leandro Ríos, que lleva adelante la etapa de plenario en la megacausa Área Paraná.

Erbetta no volvió a aparecer.

Florenza había sido secuestrado el 4 de agosto por una patota de la División Investigaciones de la Policía de Entre Ríos, fue salvajemente torturado en los cuarteles y también en un lugar que cree sería la Comisaría de El Brete. No puede precisar cuánto tiempo compartió con Erbetta en los cuarteles ni el momento preciso en que lo retiraron, aunque se presume que habría sido el 23 de agosto, diez días después de ser secuestrado.

Sí recuerda la presencia del sacerdote Julio Metz en los cuarteles. “Nos traía cigarrillos o lo que le dejaran pasar”, refirió. Erbetta era un fumador empedernido de Particulares.

A partir de otros testimonios, se ha podido reconstruir que Metz fue quien avisó a la familia que Coco estaba en los cuarteles y que le llevó un bolso con ropa. Florenza señaló que “después de la desaparición de Erbetta, Metz no apareció más”, al igual que lo han manifestado otros ex detenidos políticos que refieren que los militares le prohibieron la entrada al cura después de ese episodio.

Simulación

En una fecha que los ex detenidos ubican en el 23 de agosto, Erbetta fue retirado del calabozo donde lo alojaban. Varias personas con uniformes militares lo llevaban encapuchado. Cuando preguntó adónde lo trasladaban, le respondieron con insultos y golpes. Fue la última vez que lo vieron con vida.

Después de eso que se presume fue una sesión de tortura, se orquestó y se llevó a cabo un burdo simulacro de fuga de Erbetta, en un episodio en el que hicieron participar a otras personas que también estaban secuestradas en los cuarteles.

El 24 de agosto, cerca de las 21, tres detenidos dijeron haber sido sacados de los calabozos con los ojos vendados y las manos atadas con alambres. Luis Alberto D’Elía e Hipólito Luis Muñoz fueron subidos en un furgón, mientras que a Julia Leones la cargaron en un automóvil que cree era un Ford Falcon con otra persona. A los pocos minutos de dar vueltas, la otra persona cayó del vehículo.

–Se escapa, se escapa –les escuchó decir a sus verdugos, mientras disparaban sus armas.

Luis Ricardo Silva, que también estaba secuestrado en los cuarteles, declaró que “a Coco Erbetta lo llevaron una noche, estando en Comunicaciones, a hablar con monseñor (Adolfo) Tortolo a la residencia del arzobispo en el Parque Urquiza. Estuvo varias horas con él. Coco le comentó la situación de todos los detenidos (…) Esa misma noche lo llevaron y nunca más volvió. Tipo 6 de la mañana vi pasar una camilla con un cuerpo ensangrentado, tapado con una sábana blanca. Había médicos y supuse que era el cuerpo de Erbetta”. Su testimonio es coincidente con el comentario que escuchó Florenza.

Erbetta fue declarado prófugo a partir del 24 de agosto de 1976. Así consta en un informe de la Policía Federal firmado por el jefe de la delegación, José Faustino Fernández. Su familia, sin embargo, nunca recibió una comunicación oficial.

Dos días después todavía estaba en la celda un pequeño bolso con ropa, caramelos y cigarrillos que le había enviado su familia a través del cura Metz.

Una declaración de otro tiempo

La declaración de Alejandro Francisco Florenza parece mantener las formas de aquellas que se daban en los primeros años de la democracia, cuando la prioridad pasaba por denunciar las atrocidades, identificar a los responsables y recordar a los desaparecidos, dejando de lado las experiencias personales de las víctimas.

Florenza sigue sin hablar en primera persona.

Dijo, sin dar muchos detalles, que fue detenido el 4 de agosto de 1976 por una patota de la División Investigaciones de la Policía de Entre Ríos, trasladado a la sede de esa estructura (donde hoy está el Museo Provincial de Bellas Artes Pedro E. Martínez) y luego alojado en el Escuadrón de Comunicaciones del Ejército.

Era un adolescente recién salido de la escuela secundaria y los militares le achacaban una militancia en la organización comunista Poder Obrero.

Florenza estuvo hasta el 20 de septiembre de 1976 en los cuarteles. Al día siguiente se blanqueó su detención a disposición del Poder Ejecutivo, en el mismo decreto en el que aparecen varias de las víctimas de la causa Área Paraná. Antes había sido torturado en los cuarteles y en la Comisaría de El Brete. “Las condiciones eran penosas. Nos daban muy poca agua, una vez al día nos daban algo parecido a comida y nos llevaban solo una vez al baño; llegábamos a orinar en el mismo vaso que usábamos para tomar”, recordó ayer.

Enseguida de ser reconocida su detención, Florenza fue trasladado a la cárcel de Gualeguaychú y luego a la de Coronda. El 30 de junio de 1977, el dictador Jorge Rafael Videla firmó el Decreto (Secreto) Número 1.906, autorizando su salida del país.

Florenza voló a Madrid en un vuelo de Aerolíneas Argentinas, después de que sus familiares realizaran una colecta entre amigos para comprar el pasaje y juntar dinero para que pudiera comenzar una nueva vida. Retornó al país recién en 1996.

Sobre la tortura, en términos médicos

En la audiencia declararon también los médicos Susana Lidia Spiegel y Néstor Dupertois, dos cardiólogos paranaenses, que se refirieron en términos generales a las distintas reacciones que puede tener una persona que sufre un paro cardio-respiratorio.

“Un paro cardíaco es la detención de la actividad respiratoria y de la actividad eléctrica del corazón, lo que implica, obviamente, la pérdida de conciencia de la persona”, explicó Spiegel. “Ese cuadro puede ser revertido si el paciente recibe un tratamiento inmediato, consistente en masajes cardíacos y reanimación boca a boca; y en terapia intensiva, donde están todos los equipos, se le conecta el respirador automático, se continúa con el masaje cardíaco y también se aplica medicación”, acotó.

Dupertois, por su parte, fue claro respecto de que una persona joven, con deficiente alimentación y que además es sometida a pasajes de corriente eléctrica por su cuerpo, como era el caso de los ex detenidos políticos, “sufre alteraciones electrolíticas en el medio interno, esto quiere decir que puede estar hipotenso y eso lo hace susceptible de hacer alguna arritmia y llegar al paro también por falta de alimentación y por falta de agua”.

Ambos coincidieron, además, en que una persona que sufre un paro cardíaco o un “shock hipotensivo” no podría superar el cuadro sin la intervención de un médico.

Aunque Spiegel y Dupertois no tienen ningún conocimiento directo de los hechos que se investigan en el juicio, sus explicaciones sirven para complementar las vivencias de los sobrevivientes de la dictadura que señalan al médico Hugo Moyano como la persona que los revisaba mientras eran sometidos a torturas con picana eléctrica.

Fuente: El Diario.