“Es tremendamente violento que Appiani otra vez me interrogue”

07/10/2014

Juan Cruz Varela A sala repleta, y de cara a la sociedad, comenzó una nueva etapa de audiencias testimoniales en el juicio escrito que se tramita por los crímenes de lesa humanidad cometidos durante la última dictadura cívico-militar en la denominada Área Paraná. Juan Cruz Varela A sala repleta, y de cara a la sociedad,


Juan Cruz Varela

A sala repleta, y de cara a la sociedad, comenzó una nueva etapa de audiencias testimoniales en el juicio escrito que se tramita por los crímenes de lesa humanidad cometidos durante la última dictadura cívico-militar en la denominada Área Paraná.

Solo el militar Jorge Humberto Appiani y el policía federal Cosme Ignacio Marino Demonte estuvieron en la sala de audiencias para escuchar a las primeras dos víctimas que declararon ante el juez Leandro Ríos. El resto de los imputados prefirió evitar los flashes y la exposición en la comodidad de sus casas, donde cumplen arresto domiciliario: José Anselmo Appelhans y el médico Hugo Mario Moyano, en Paraná; Rosa Susana Bidinost, en Gualeguaychú; Oscar Ramón Obaid, en Santo Tomé; Alberto Rivas, en Tucumán; y Carlos Horacio Zapata, en Diamante.

Pero a la expectativa de que las víctimas pudieran explayarse sobre aquello que tienen atragantado desde hace tanto tiempo, donde cada parte pudiera preguntar y repreguntar hasta conocer qué rol desempeñaron los imputados en el engranaje represivo, le sobrevino un confuso, tedioso y, de a ratos, inconducente mecanismo denominado de “ratificación” de lo que ya habían dicho en instancias anteriores y otro macabro juego donde el victimario convertido (otra vez) en interrogador de sus víctimas buscaba obtener de ellos una confesión a través de lo que el antiguo Código de Procedimientos en Materia Penal denomina “absolución de posiciones”.

“Esto es un proceso grotesco que aleja al sistema jurídico de la gente”, resumió el abogado querellante Marcelo Baridón en el final de la jornada. “La audiencia, planteada bajos estas reglas, pone en evidencia una suerte de asimetría procesal que se manifiesta en el hecho de que el imputado Appiani, acusado por la comisión de delitos aberrantes, les exige a sus víctimas que juren y confiesen si es cierta tal o cual cuestión, exhibiendo una paradoja casi pornográfica”, dijo el letrado.

En la sala, el abogado que representa a un grupo de víctimas había planteado la inconstitucionalidad de la “absolución de posiciones”, un instrumento mediante el cual se le pide al testigo, que además de víctima es querellante en la causa, “para que jure y confiese como que es cierta” una afirmación que formula el acusado, en este caso Appiani, y se le requiere una respuesta afirmativa o negativa.

Testigos

En definitiva, fue poco lo que pudieron aportar los testigos, y casi nada lo que pudieron preguntar las partes, ante el estricto apego a la letra del reglamento con el que el juez Leandro Ríos manejó la audiencia.

Alicia Dasso y Eduardo Ayala ratificaron las declaraciones que dieron en el Juzgado Federal de Paraná en 2008, tras el desarchivo de las causas, donde contaron las circunstancias de sus detenciones ilegales y los apremios y torturas a que fueron sometidos; y describieron las circunstancias en que les tocó declarar en 1981 y 1983.

El ridículo los obligó también a negar los dichos que se les atribuyen en los sumarios militares que forman parte del expediente del Consejo de Guerra en el que Dasso fue condenada a seis años de prisión y Ayala recibió una pena de nueve años. “No voy a leer la declaración ante el consejo de guerra y me opongo a que se me exhiba; nunca la he leído ni voy a hacerlo ahora, esa declaración fue hecha bajo amenazas, estando encapuchada”, dijo Dasso. “Eso era una payasada; todo lo que diga en esa declaración, lo desconozco; no reconozco a ningún tribunal militar y no me voy a someter a ninguna disciplina impuesta por tarados en épocas nefastas”, acotó Ayala a su turno.

Víctimas

En el caso de Dasso, fue secuestrada con su padre, de la casa familiar, en Diamante, el 24 de marzo de 1976, conducida encapuchada a los cuarteles del Ejército en Paraná, alojada primero en un calabozo y luego en la enfermería de los soldados; después fue trasladada a la cárcel de mujeres, donde permaneció hasta el 28 de febrero de 1977, cuando fue condenada en aquella parodia de juicio con las declaraciones autoincriminatorias que le hicieron firmar en el centro de torturas conocido como “casa del director”, que funcionó en la cárcel de varones, estando ella esposada y bajo amenazas contra su familia y su hijo de un año y medio, según lo contó ayer ante el juez.

En la audiencia afirmó que Appiani se identificaba ante los secuestrados con su nombre y recordó un diálogo que mantuvo con el represor en la “casa del director”, cuando pretendía que firmara la declaración que luego se utilizaría en el consejo de guerra:

–No te hagás la boluda, porque lo tenemos a Fink –le dijo Appiani esa vez.

Claudio Fink trabajaba con ella en la Municipalidad de Paraná, eran amigos y compañeros de militancia, y está desaparecido desde el 12 de agosto de 1976. “En ese momento (Appiani) sabía que Claudio ya había desaparecido”, aseguró.

“Yo todavía me pregunto dónde está Claudio Fink, dónde están (Pedro) Sobko, (Victorio) Erbetta, (Carlos) Fernández. Esas son las cosas que hoy necesito y quiero saber”, agregó Dasso, en el tramo final de su testimonial.

Ayala, por su parte, fue secuestrado de su domicilio el 20 de octubre de 1976 por fuerzas conjuntas al mando de una persona encapuchada; allí le taparon la cara, lo ataron con alambres, lo tiraron en la vereda y le hicieron un simulacro de fusilamiento. En un camión de la Fuerza Aérea fue trasladado a los cuarteles del Ejército.

Estando ilegalmente detenido, una vez lo golpearon hasta quebrarle el tabique y luego lo trasladaron a un galpón dentro del escuadrón donde lo desnudaron y lo ataron de pies y manos a un elástico de cama, para después golpearlo y amenazarlo con aplicarle picana eléctrica por el cuerpo.

Luego de ello fue examinado por Moyano dentro de los cuarteles. El médico le revisó la quebradura de nariz.

–Le dije que estando encapuchado me habían hecho chocar contra una pared y no se sorprendió, hubo como un entendimiento entre ambos, una especie de naturalización de la situación en que estábamos –graficó Ayala sobre la reacción de Moyano ante su relato.

Ayala recién fue ingresado a la cárcel el 5 de noviembre, es decir, dos semanas después de ser arrancado de su casa. Luego fue condenado en el consejo de guerra con las declaraciones que le hicieron firmar bajo amenazas de ser nuevamente torturado. A ello le siguió un derrotero carcelario que lo tuvo como preso político en varias unidades penales durante toda la dictadura.

Para ese trámite llamado “absolución de posiciones”, Appiani entregó un pliego con aseveraciones para que el juez le formule a Ayala a fin de que éste diga si es verdad o no “que en el período previo al advenimiento del Gobierno Militar en 1976, el absolvente militaba clandestinamente en la organización paramilitar ‘Montoneros’”, por ejemplo. En esa sola “posición”, el represor dejaba al descubierto su postura ideológica, al hablar de “advenimiento del Gobierno Militar”, “militancia clandestina” y “organización paramilitar”. A eso se agrega lo revictimizante que resulta que quien les hacía firmar las declaraciones autoincriminatorias a los presos políticos hoy se presente para interrogarlos nuevamente pero ahora ante un tribunal de la democracia.

El propio Ayala se lo hizo saber al juez: “La posibilidad de declarar en esta instancia no se da todos los días, y para mí es una responsabilidad, un derecho y un deber. Pero esta última parte de la audiencia fue tremendamente violenta. Me pongo a pensar en mis compañeras, violadas por estos hijos de puta, que van a tener que escuchar estas cosas. Es contradictorio que estemos en democracia y estos mismos personajes puedan utilizar las herramientas del Estado de Derecho para indagar. De este lado, la violencia se siente, y mucho; es tremendamente violento que este tipo (Appiani) otra vez me esté interrogando”, sentenció.

El recuerdo de las Madres

“Voy a hablar en plural porque mi familia fue perseguida, entonces hablo en nombre de ellos y también por todos aquellos que están desaparecidos o muertos”. El testimonio de Alicia Dasso, Perica, abrió las audiencias testimoniales en la denominada megacausa Área Paraná. Y aunque no deja de ser una casualidad, es también un reconocimiento para alguien que ha portado durante treinta años las banderas de memoria, verdad y justicia. Claro que no lo hizo sola. Y ella misma se encargó de dejarlo claro. Tuvo un reconocimiento a las Madres, a las que no están, y fundamentalmente a Clarita, la madre de Claudio Fink. “Necesitamos justicia, que nos digan qué pasó. Sé que la justicia no conoce algunas cosas, pero son ellos los que no han hablado. Los imputados son los que nos persiguieron y mataron a nuestros compañeros. Y seguimos pidiendo justicia. Me acuerdo de Pepita Goyeneche, de Amanda Mayor, de Clarita Fink, de Mary Bianchi, de todas las Madres que nos enseñaron el camino de la justicia”, clamó. Para ellas fue también el aplauso que acompañó la salida de Perica de la sala. Para ellas fue también esa caricia.

Fin a una larga espera

Juan Alberto Osuna, Beto, fue secuestrado el 8 de septiembre de 1976 y asesinado en la Masacre de La Tapera, el 25 de septiembre, junto con Carlos José María Fernández, en un hecho que fue presentado por la dictadura como un “enfrentamiento”. El suyo es uno de los hechos que se juzgan en la causa Área Paraná.

“Esto es algo que estamos esperando desde hace mucho tiempo y tenemos confianza en la justicia, que se haga lo que corresponda, que es encarcelar a esta gente por tanto daño”, señaló Rubén Osuna, hermano de Beto. “Mi mamá (Sara Sarmiento) desgraciadamente no llegó, murió hace unos meses, pero nosotros estamos, si se puede decir, felices de que esto se concrete y esperando que haya justicia”, agregó.

“Ellos (los represores) tienen la posibilidad de enfrentar un juicio justo. Mi hermano no lo tuvo, y muchos compañeros, tampoco. Murieron sin tener ningún tipo de defensa. Así que lo que esperamos es que se haga justicia de una vez por todas”, remarcó.

Fuente y foto: El Diario.