El represor que secuestró a Papetti tiene el alta pero sigue internado

05/08/2013

Juan Cruz Varela De la Redacción de Página Judicial El coronel Gonzalo Jaime López Belsué es casi un desconocido fuera de los círculos militares. El año pasado su nombre ganó la tapa de los diarios entrerrianos cuando fue detenido y acusado de ser quien secuestró al soldado conscripto Jorge Emilio Papetti, desaparecido mientras realizaba el


Juan Cruz Varela
De la Redacción de Página Judicial


El coronel Gonzalo Jaime López Belsué es casi un desconocido fuera de los círculos militares. El año pasado su nombre ganó la tapa de los diarios entrerrianos cuando fue detenido y acusado de ser quien secuestró al soldado conscripto Jorge Emilio Papetti, desaparecido mientras realizaba el servicio militar en el Regimiento de Concordia.

Ahora el nombre de López Belsué volvió a ganar los medios en el marco de las graves irregularidades en internaciones de represores en hospitales militares denunciadas a raíz de la fuga de los condenados Jorge Olivera y Gustavo de Marchi.

Del estudio realizado por la Comisión de Evaluación Médica creada la semana pasada para revisar la situación de los represores procesados o condenados por delitos de lesa humanidad que permanecen internados en forma irregular y sin justificativo médico en el Hospital Militar Central “Cosme Argerich”, surge que López Belsué continúa alojado en el nosocomio castrense a pesar de haber recibido el alta médica desde hace tres meses, según pudo determinar Página Judicial.

López Belsué fue detenido el 30 de agosto del año pasado. Pero un informe del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la Nación revela que en marzo de este año ingresó al Hospital Militar Central para ser atendido por los servicios de cirugía, clínica y cardiología, ya que debía tratarse de una hernia inguinal y un cuadro de diabetes. Hoy, cinco meses después, el coronel de 63 años continúa internado en Capital Federal, a pesar de que tiene el alta médica desde el 3 de mayo.

El ministro Julio Alak destacó que “la internación en estas irregulares condiciones constituye una grave violación a la Ley de Ejecución de la Pena Privativa de la Libertad porque configura un inaceptable trato desigual respecto del conjunto de las personas privadas de la libertad”. Por eso se comunicó su situación al Juzgado Federal de Paraná para que revea y rectifique de manera inmediata la medida de alojamiento, ya que López Belsué está en condiciones de continuar su tratamiento en forma ambulatoria. Esto implicaría su inmediato retorno a la Unidad Penal Número 1 de Paraná.

Consultado al respecto, el director general del Servicio Penitenciario, Horacio Pascual, explicó a Página Judicial que “la provincia dispone de un servicio de salud bastante completo dentro de las unidades penales, con médicos clínicos, odontólogos, psicólogos psiquiatras, farmacia; entonces no es necesario el traslado a los hospitales militares, salvo ante urgencias. Pero si se diera una emergencia, se llama inmediatamente al secretario del juez para pedir las autorizaciones”.

Pascual aclaró además que “cada traslado de detenidos se realiza con orden judicial, y es el juez quien dispone cuándo, hacia dónde y el motivo del traslado; nosotros no podemos mover a nadie si no hay una orden expresa e inclusive tampoco tendríamos obligación legal de hacerlo”.

El soldado

Jorge Emilio Papetti estaba a punto de recibir la baja del servicio militar obligatorio cuando fue desaparecido, el 16 de marzo de 1977, del Regimiento de Caballería de Tiradores Blindados 6 “Blandengues”. López Belsué ostentaba en ese momento el rango de teniente primero, era su jefe de escuadrón y quien lo había propuesto como dragoneante. Según diferentes testimonios, fue quien lo retiró de una formación y lo interrogó bajo torturas en una casa operativa del Ejército.

La historia oficial, la que el jefe del regimiento Naldo Miguel Dasso le dio a la familia de Papetti y años más tarde repitió durante la instrucción militar por hechos de la dictadura, dice que el soldado fue detenido por órdenes del comandante de la Segunda Brigada de Caballería Blindada Juan Carlos Trimarco “por considerarlo comprometido con actividades subversivas”.

Según Dasso, fue López Belsué quien realizó la detención y en las actuaciones militares consta también el interrogatorio, con las preguntas que le hizo y las respuestas que le falsearon al soldado. El jefe del regimiento dijo además que unos días después Papetti fue trasladado a Paraná y que se fugó a la altura de Villaguay, aprovechando una detención del vehículo por fallas mecánicas.

En mayo de 1985, cuando fue citado a declarar ante el instructor militar, López Belsué dijo que Papetti había sido “detenido por estar presuntamente vinculado con actividades subversivas”, pero negó haberle aplicado tormentos.

Sin embargo, dos personas que compartieron cautiverio con el soldado conscripto dieron otra versión. Ramón Rogelio Ayala y Jorge Martín Ramírez reconocieron a Papetti en una sesión de tortura a la que fueron sometidos en una casa que tenía el Ejército cerca de Salto Grande. Los tres fueron salvajemente golpeados, vejados, recibieron descargas de corriente eléctrica en distintas partes del cuerpo y fueron sometidos al submarino seco.

En una declaración realizada a poco del retorno de la democracia, y que ratificó en 2010 ante la Justicia, Ramírez contó que los verdugos le preguntaron varias veces si conocía a Papetti y que él lo negó hasta que lo tuvo delante suyo, primero encapuchado y luego ya con el rostro descubierto. El hombre dijo haberse impactado cuando vio que su compañero tenía el pecho hundido, le salía sangre por la boca, los ojos estaban cerrados por la golpiza recibida, no podía mantenerse en pie y no paraba de toser.

El sábado 19 de marzo los tres fueron trasladados a Paraná. Ramírez fue ubicado en un camión que servía como tanque de agua, pero que estaba acondicionado para llevar gente; mientras que Papetti y Ayala iban en otro vehículo. Una vez en la capital provincial, los alojaron en el Batallón de Comunicaciones del Ejército y el lunes los llevaron a la unidad familiar de la cárcel, para torturarlos en forma simultánea, en una misma habitación. Maltrecho y aún con esa tos, Papetti no contestó ninguna pregunta. En un momento se empezaron a escuchar estertores de agonizo. Entonces los torturadores, llamaron de urgencia a un médico, intentaron hacerle masaje cardíaco, respiración boca a boca y le dieron fuertes golpes en el pecho como para reanimarlo, hasta que se lo llevaron. Fue la última vez que lo vieron con vida.