NARCOTRÁFICO

Los chasquis de “Tavi” Celis

29/01/2019

Daniel Celis era reconocido por los investigadores como el más inteligente de los jefes del narcotráfico que operaba en la provincia de Entre Ríos. Sabía que en la era de la revolución de las telecomunicaciones no existe ningún sistema que no pueda ser interceptado, por eso inventó un ingenioso mecanismo a través de mensajeros que llevaban y traían recados directamente a la unidad penal sin que quedara asentado en los registros.

Los chasquis de “Tavi” Celis

Juan Cruz Varela
De la Redacción de Página Judicial

 

Daniel Andrés Celis, Tavi como todos lo conocen, siempre fue meticuloso, reservado y extremadamente cuidadoso para llevar sus negocios. Eso explica por qué fue, durante años, la figurita difícil para los investigadores.

Los narcos han demostrado ser muy eficaces para montar su negocio, hacer circular las drogas, comprar voluntades o infiltrarse en las estructuras estatales. Pero la tecnología puede llegar a ser un punto débil para ellos.

No existe un sistema de comunicaciones a prueba de interceptaciones, pero sí hay formas de transmitir mensajes que son más seguras que otras. Celis lo sabía. Por eso no tenía teléfono celular a su nombre, aunque utilizaba decenas de chips, de esos que antes podían comprarse en cualquier kiosco, y los cambiaba permanentemente. Nada demasiado sofisticado sino más bien intuitivo. Tal vez por eso es que durante muchos años se lo reconoció como el más inteligente de los jefes del narcotráfico en Entre Ríos.

Dirigía además una organización familiar con una estructura jerárquica de tres niveles: en el primer lugar, Celis como jefe máximo; en el segundo, sus lugartenientes –hermanos, parejas y ex parejas– y algunos hombres de extrema confianza; y en el tercero, los distribuidores y vendedores. Esa restricción de información y el funcionamiento en una especie de compartimentos estancos le daba buenos resultados a Celis porque, por un lado, contribuía a evitar infiltraciones; y además le permitía mantener el liderazgo y la disciplina interna.

Pero tras la caída de Celis, en agosto de 2016, y sobre todo después de la narcoavioneta, la organización tuvo una necesaria reestructuración. Si bien se relajó el uso del teléfono, tal vez pensando que ya nadie investigaría al jefe preso, lo más novedoso fue la instrumentación de un sistema chasquis o correveidiles que llevaban y traían mensajes directamente a la unidad penal y lo más importante es que en los libros que lleva el Servicio Penitenciario no quedaban registros.

El sistema de comunicación funcionaba a la vista de todos, pero fue Luciana Lemos, la ex pareja de Celis, quien aportó los códigos que permitieron desencriptar esa metodología oculta.

Face to face

Los investigadores creen que el intendente Sergio Varisco y Celis tenían una suerte de acuerdo político, que el jefe comunal financió el relanzamiento de Celis en sus actividades de comercialización de cocaína mediante aportes de dinero y contrataciones simuladas a personas allegadas al líder de la organización y que la comunicación entre ellos se realizaba a través de terceras personas que visitaban a Celis en la cárcel.

La principal preocupación de Celis era, precisamente, que algunas visitas no quedaran registradas y entonces implementó un ingenioso sistema de comunicación: se presentaban dos personas en la unidad penal y pedían por dos internos, Celis y otro, y una vez en el salón de visitas, cada uno hablaba con quien quisiera. Así, por ejemplo, en los libros de la cárcel, los allegados a Celis aparecen registrados en distintos momentos visitando a otros internos, pero al mismo tiempo el jefe narco recibía a personas que se anunciaban como “amigo”, “amiga” o “pastor”.

Cuenta Luciana Lemos: “Pedían por otro interno, porque hay que pedir por dos internos, por ejemplo, si iba yo, lo hacía con otra persona, la otra persona pedía por Daniel (Celis) y yo pedía por Sosa (…) y después nos juntábamos los cuatro en el salón de visitas, y ahí Daniel podía hablar con cualquiera”.

Tales eran los recaudos que esas personas ni siquiera llegaban juntas a la unidad penal: “Varias veces Daniel me hizo bajar del auto del Cholo en la terminal para que yo llegara al penal en remís, porque no quería que se dieran cuenta que llegábamos juntos”, acotó.

Esa situación se dio el 15 de febrero de 2018: Eduardo Humberto Celis, Cholo, visitó a su hermano Tavi Celis en la cárcel de Federal; y Lemos pidió por el interno Dante Sosa, de quien dijo ser su “prima”. No lo es. Sosa cumple una condena por narcotráfico y, según Lemos, fue quien le robó a Celis un cargamento de quince kilos de cocaína que por esos días le había enviado su proveedor de nacionalidad peruana.

Los datos surgen del análisis de los libros de visitas de la cárcel de Federal, entre el 27 de agosto de 2017 y el 29 de junio de 2018, donde consta que la mayoría de las personas que visitaban a Celis eran empleados de la Municipalidad de Paraná, y algunos eran contratados después de diciembre de 2015 en la Unidad Municipal 2 Oeste, el área donde el jefe narco edificó el poder territorial que le permitía, entre otras cosas, utilizar camiones recolectores para trasladar la droga de un lugar a otro.

Llama la atención, por ejemplo, la visita que le hiciera Héctor Armando Larrea el 2 de diciembre de 2017. Se presentó como “pastor” de una iglesia evangélica, aunque en realidad es subdirector de la Unidad Municipal Sur desde el 13 de julio de 2015.

Dice Luciana Lemos que a través de ellos Celis se comunicaba con los funcionarios municipales; y los investigadores dan crédito a esas aseveraciones.

Otro nombre que no pasó inadvertido es el de Facundo Martín Burdino, otro “amigo” de Celis, que lo visitó el 31 de enero de 2018. Burdino es recordado porque fue acusado –y absuelto– por el conmocionante asesinato de Laura Espíndola, de 6 años, ocurrido el 20 de abril de 2003. Unas semanas después de aquella visita, Burdino fue detenido y acusado de liderar una organización dedicada a la venta de drogas en Paraná. No hay pruebas de que ambos estuvieran vinculados comercialmente, pero nada es casual.

Con los años las organizaciones narcocriminales se han reconvertido, algunos comenzaron a especializarse y el negocio entró en un proceso de transformación permanente. La comunicación entre los distintos integrantes de la cadena también se vio modificada. Celis lo entendió rápidamente e inventó su propio sistema. Funcionó… hasta que volvió a caer.